A Gerald Brenan

Soy hija del general Queipo de Llano, y al leer en EL PA?S el cap¨ªtulo de su libro que dedica a mi padre, no puedo por menos de escribirle.La verdad es que no comprendo lo escrito por usted; empieza diciendo, como es verdad, que con su audacia y energ¨ªa hab¨ªa ganado una ciudad clave, Sevilla, con s¨®lo un pu?ado de tropas.

S¨®lo por ser un valiente y haber muerto ya, creo que se merec¨ªa m¨¢s respeto. Pero usted, para divertir a la gente y para vender su libro lo ridiculiza y le ofende.

Usted mismo se contradice escribiendo: ?su voz aguardentosa... (s¨®lo m¨¢s adelante me dijeron que no beb¨ªa)? Entonces, ?por qu¨¦ lo escribe as¨ª despu¨¦s de saberlo?.

Tampoco es cierto que le anunciaran con casta?uelas como a las cupletistas. Mi padre, que fue siempre de lo m¨¢s puntual, algunas noches no pudo serlo por sus obligaciones o por volver m¨¢s tarde del frente (muchas noches habl¨® desde all¨ª) y la m¨²sica que pon¨ªan para rellenar la espera eran himnos marciales que a todos emocionan. ?Es que usted nunca sinti¨® a su Patria?

Y si no fuera indignante, por su inter¨¦s en ofenderle, ser¨ªa de risa la ?opereta? que usted inventa con uniformes de gala, condecoraciones y su estado mayor firmes detr¨¢s de mi padre.

Al resto de sus comentarios ni los hago caso, y me r¨ªo de ?la vida austera de la Pasionaria?, la de ?hijos s¨ª! ?maridos no!...

Termino con una pregunta: ?Por qu¨¦ los grandes hombres fueron siempre tan envidiados? Y, claro, con mi padre pasa lo mismo.