Un aluvi¨®n de apariciones
El 27 de diciembre de 1969 Clemente Dom¨ªnguez, -uno de los videntes de El Palmar de Troya y ahora general de la Orden de Carmelitas de la Santa Faz por ¨¦l fundada -despu¨¦s de haber sido ordenado sacerdote y obispo por Mons. Ngo, antiguo arzobispo de Hu¨¦ y hermano del presidente vietnamita Ngo Diem-, dijo a sus amigos que ten¨ªa que entregar un mensaje celestial a Su Excelencia el Jefe del Estado en su residencia del Pardo y que, ?si en contr¨¢blamos dificultades para entrar en El Pardo, ten¨ªamos que conseguirlo por la brava?. Las pretensiones de Clemente Dom¨ªnguez eran nada menos las de que el general Franco, en sii. acostumbrado discurso de fin de a?o, leyera a los espa?oles el citado mensaje secreto que Clemente Dom¨ªnguez hab¨ªa recibido de lo Alto. Clemente Dom¨ªnguez y sus amigos marcharon, efectivamen te, al Pardo, pero los funcionarios del palacio se negaron a dejarlos pasar, toda vez que no ten¨ªan concertada audiencia, y se negaron igualmente a aceptarles una carta, indic¨¢ndoles que la corres pondencia para el Jefe del Estado se deb¨ªa entregar en la secretar¨ªa particular del mismo, que funcionaba en el Palacio de Oriente. As¨ª que el grupo de amigos del Palmar se dirigi¨® hacia all¨¢, aunque a ¨²ltima hora decidi¨® no entregar la carta, ya que en la vecina iglesia de Carmelitas de la Encarnaci¨®n, en la que entraron cuando se dirig¨ªan al Palacio de Oriente, Clemente hab¨ªa visto a la Virgen y ¨¦sta le hab¨ªa dicho que el Diablo le hab¨ªa enga?ado. Un acompa?ante de Clemente y singular defensor de los fen¨®menos sobrenaturales del Palmar coment¨® luego: ?Mira que si se nos ocurre asaltar El Pardo, la hacemos sonada?.
Comienzo de las apariciones
Un a?o despu¨¦s, en Roma el 8 de julio de 1970, mi¨¦rcoles, al final de, una de las audiencias pontificias, Clemente Dom¨ªnguez salt¨® la tribuna del p¨²blico donde se encontraba, sorte¨® a la guardia suiza y se hinc¨® de rodillas ante el, cortejo que,acompa?aba al Papa en su silla gestatoria, blandiendo una carta que le fue retogida por un monse?or a una indicaci¨®n de Pablo VI. Pero la cosa tampoco pas¨® de aqu¨ª. Clemente Dom¨ªnguez, que ya hab¨ªa estado asociado de alguna forma a los sucesos de Garabandal y se dec¨ªa llamado por la Virgen, no era, sin embargo, por esas fechas, otra cosa que uno m¨¢s de los videntes del Palmar, y no de los principales. Aunque ya parec¨ªa dispuesto a alzarse con el santo y la limosna, porque, como luego ha mostrado, no le faltaba lo que en un cierto argot se llama, con cierto "m¨ªstico" euf¨¦mismo, ?santa osad¨ªa? o ?santa audacia?.
Las apariciones en El Palmar de Troya, en una finca llamada La Alcaparrosa, a unos tres kil¨®metros de aquel pueblo y a quince de Utrera, en la provincia de Sevilla comenzaron un 30 de marzo de 1968, junto aun lentisco situado a un centenar de metros de la cerca de dicha finca, que bordea la antigua carretera de C¨¢diz, y sus primeras beneficiarias fueron cuatro ni?as, Ana Garc¨ªa, Ana Aguilera, Rafaela Gordo y Josefa Guzm¨¢n, que pronto desaparecer¨ªan del escenario, porque la Virgen, de cuya presencia se hablaba, comenz¨® a revelarse en seguida a otras muchas personas y, al parecer, ya no a las primitivas videntes: a Rosario Arenillas, del Palmar de Troya, el 11 de abril; a Mar¨ªa Mar¨ªn, de Utrera, el 20 de mayo; a Mar¨ªa Luisa Vila, de Sevilla, ¨¦l 6 de junio, y luego, en ese mismo a?o, a otros muchos, mientras que Clemente Dom¨ªnguez tuvo que esperar a tener su primera visi¨®n celestial el 30 de septiembre de 1969. Pero los personajes celestes que aparec¨ªan tambi¨¦n fueron multiplic¨¢ndose, y el P. P¨ªo de Pietralcina, Santo Domingo de Guzm¨¢n o San Fernando, e incluso el Padre Eterno, con su propio nombre y aspecto de imaginer¨ªa popular, han hecho pre sencia en El Palmar. Mar¨ªa Luisa Vila, Mar¨ªa Mar¨ªn y Rosario Arenillas han comulgado con extra?as especies eucar¨ªsticas que los Angeles extraer¨ªan de los sagrarios de las iglesias cat¨®licas, exactamente como hab¨ªa venido ocurriendo en Garabandal y en Ladeira, y el 14 de septiembre de 1970 la Virgen lleg¨® a dejar al cuidado de Mar¨ªa Mar¨ªn, en su propia casa, al Ni?o Jes¨²s, durante veinticuatro horas. Y ¨¦sta se interesaba por el ¨¦xito de su cometido, preguntando: -??Te lo cuido bien, Madre m¨ªa?,?Est¨¢s contenta? ?Qu¨¦ tengo que darle? ?Le preparo el biber¨®n? ?No toma nada? ?Est¨¢ dormido ... ? ?Que se ha despertado? No me hab¨ªa dado cuenta?. En julio de ese mismo a?o, la misma Mar¨ªa Mar¨ªn hab¨ªa cortado al mismo Ni?o Jes¨²s un rizo de pelo, rubio por cierto, por encargo del P. Luna, y en el libro que este cl¨¦rigo dedic¨® a los sucesos del Palmar, ?La Madre de Dios me ha sonre¨ªdo?, puede verse una fotograf¨ªa del rizo, colocado entre cristales como una preparaci¨®n de laboratorio, y el acta testifical del hecho, firmada por doce testigos.
En otra especie de prueba, el mencionado P. Luna ofreci¨® a la vidente un bol¨ªgrafo para que la Virgen lo besara, pero Mar¨ªa Mar¨ªn argument¨® que ?la Virgen no besa bol¨ªgrafos... A lo mejor no le gusta. Una vez me lo tir¨®?. La aparici¨®n, sin embargo, reclam¨® luego el bol¨ªgrafo en cuesti¨®n, y la vidente, que hab¨ªa visto ya que no se trataba de un bol¨ªgrafo, sino de un aspersor de agua, bendita o hisopo port¨¢til -extra?o admin¨ªculo lit¨²rgico, por cierto, pero que quiz¨¢s simboliza un cierto concepto de lo que deber¨ªa ser en opini¨®n de muchos el aggiornamento, de la Iglesia-, la roci¨® con ¨¦l de agua bendita, y el Ni?o Jes¨²s, entonces, se sonri¨® y -Se santigu¨®. A Mar¨ªa Luisa Vila, por su parte, los estigmas de la corona de espinas, y m¨¢s tarde Clemente Dom¨ªnguez llevar¨ªa sobre su frente una herida en forma de cruz.
Tapieros
Clemente D¨®rn¨ªnguez se hizo en realidad en seguida con los acontecimientos del Palmar, y las anteriores videntes parece que se quedaban por fuera de, la tapia que rodeaba a la finca. Los partidarios de estas videntes eran lla mados los tapieros por los partidarios de Clemente Dom¨ªnguez, y durante alg¨²n tiempo hubo sus m¨¢s y sus menos entreambos bandos. En 1970 hizo tambi¨¦n su aparici¨®n el Demonio, al que vio la propia Mar¨ªa Marin adem¨¢s de un tal Manolo, que, como consecuencia de ello, sufri¨® convulsiones poderosas, Por el lado de las apariciones celestiales, se hab¨ªa mostrado tambi¨¦n la Santa Faz de Jes¨²s, y para el 15 de mayo de ese a?o Clemente Dom¨ªnguez hab¨ªa movilizado de tal manera a la opini¨®n, que ese d¨ªa se reunieron en El Palmar unas cuarenta mil personas. Hab¨ªa all¨ª enfermos de todas clases, ciegos, cojos, subnormales y sordomudos, y Clemente Dom¨ªnguez no dud¨® en prometer milagros. El monitor o traductor de las revelaciones de Clemente dijo por los altavoces: ?El que verdaderamente tenga fe , aunque est¨¦ paral¨ªtico, que se levante sin miedo,.yaque el que tenga miedo es que desconf¨ªa de mi poder... A los ciegos les pido que abran los ojos, pero antes que abran sus corazones y que me metan en ellos. Se obrar¨¢n grandes milagros. S¨®lo un momento de duda bastar¨¢ para no curarse. El cielo obra prodigios con la colaboraci¨®n de los hombres?, y al d¨ªa siguiente, el ?ABC? de Sevilla dec¨ªa incluso que un sordomudo hab¨ªa conseguido hablar. En adelante, de todas formas, en El Palmar, al decir de sus partidarios, ocurrir¨¢n toda suerte de prodigios y curaciones.
Pero los mensajes celestes iban adquiriendo un tono mucho m¨¢s resuelto y menos sentimental. El 12 de dic?embre. Clemente Dom¨ªnguez recibe el siguiente: ?Que se extienda y proclame el rezo del Santo Rosario de cincuenta Padrenuestros, cincuenta Avemar¨ªas y cincuenta Glorias con Ave Mar¨ªa Pur¨ªsima; que se extienda a todo el mundo la adoraci¨®n de la Santa Faz del Se?or; la salvaci¨®n del mundo est¨¢ en hacer lo que se ha dictado en este mensaje?, y es Santo Domingo de Guzm¨¢n quien habla as¨ª. Unos d¨ªas m¨¢s tarde la Santa Faz dice, por su cuenta: ?En verdad, en verdad os digo: el que no ama a mi Madre no me ama a M¨ª, ni al Padre; por tanto, yo lo tendr¨¦ en cuenta en el d¨ªa del Juicio?, y a su vez, la Inmaculada: ?Yo os digo que a quien. no adorare la Faz de mi divino Hijo, yo no le oir¨¦?, y el propio Padre Eterno: ?La adoraci¨®n del Rostro divino de mi Hijo la ten¨ªa preparada antes de la: creaci¨®n del hombre, porque ya estaba en mi mente?. Y, todav¨ªa, el Sagrado Coraz¨®n de Jes¨²s: ?Quien adorare mi divino Coraz¨®n y no adorare mi divino rostro, no tendr¨¦ compasi¨®n de ¨¦l?. Ni de la sintaxis, si se permite decirlo.
Santo Domingo de Guzni¨¢n, de nuevo, ordena, en fin, que el Papa prescriba que toda la Iglesia adore la Santa Faz, todos los mediante la pr¨¢ctica del Viacrucis, y, lo que a¨²n es m¨¢s perentorio, ?que el Papa acepte datos que Dios le manda por medio de las apariciones en todo el mundo, que el Papa obligue a colocar en todas las Iglesias del mundo el Santo Rostro de Jes¨²s?. Y, comparado con esto, la opini¨®n de Fernando III, el Santo, que hizo tambi¨¦n su aparici¨®n, apenas si es relevante: ?El sevillano que no defiende a la Virgen no es de esta tierra. No lleva la raigambre de la mariana, invicta, noble y heroica ciudad de Sevilla?. Aunque esta opini¨®n iba afectar, enseguida, al cardenal-arzobispo de Sevilla, que en esas fechas desautoriz¨® loque en El Palmar estaba ocurriendo, mientras la advertencia can¨®nica de ¨¦ste no afectar¨ªa para nada, como es l¨®gico, a quienes ten¨ªan l¨ªnea directa con el M¨¢s All¨¢ y de hecho se constitu¨ªan en cabezas de la Iglesia si se segu¨ªa la opini¨®n de Santo Domingo de que en adelante el propio Papa tendr¨ªa que estar a expensas de sus mensajes. Acababa de nacer la Iglesia del Palmar de Troya, la verdadera y ¨²nica Iglesia, ya que, como en seguida se iba a decir sin tapujos, la Iglesia de Roma estaba totalmente corrompida a partir del Vaticano II.
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