El ansia de vivir
Es una de las intuiciones m¨¢s profundas del profesor Raymond Carr: la gran energ¨ªa hist¨®rica que hizo posible el montaje pol¨ªtico de la Restauraci¨®n fue el ansia de vivir de los espa?oles despu¨¦s de un siglo traum¨¢tico; despu¨¦s, sobre todo, de unos a?os de anarqu¨ªa y esperpento en que degeneraron las ilusiones rom¨¢nticas de la Gloriosa.El cronista tiende a sospechar que bajo al evidente mejor¨ªa del ambiente pol¨ªtico en las ¨²ltimas semanas late tambi¨¦n, como explicaci¨®n profunda, un ansia de vivir parecida. Harto de las indecisiones gubernamentales, decepcionado por las alternativas concretas de la oposici¨®n radical, la Espa?a de las realidades, parece haber decidido ponerse en marcha por su cuenta y gritar a sus actuales y a sus presuntos gobernantes que todo es posible porque es necesario; y que dejen por una vez de jugar a los fantasmas. La mejor¨ªa del ambiente pol¨ªtico es palpable. Hasta en la reacci¨®n de la Bolsa; que no proviene de dinero trucado, sino del dinero de la opini¨®n p¨²blica. No de una decisi¨®n, sino de una actitud primaveral de esa opini¨®n. Las gentes no aceptan que todo est¨¦ perdido; y le dicen al Gobierno que creen en s¨ª mismas. Atribuir, como ha hecho en p¨²blicas declaraciones el s¨ªndico presidente, la resurrecci¨®n de la Bolsa al efecto clarificador del discurso presidencial, parece excesiva cortes¨ªa pol¨ªtica. Va a demostrar el cronista que nada le agrada tanto como adivinar y reconocer buenas noticias; mil veces prefiere felicitar que, denostar. Pero seguir comulgando con ruedas de molino, nunca. La mejor¨ªa del ambiente pol¨ªtico no se ha producido por el discurso sino a pesar del discurso. Se ha dicho con dura precisi¨®n que el presidente ha perdido a la Prensa; justo cuando la anacr¨®nica Dele gaci¨®n Nacional de Prensa y Radio del Movimiento acaba de impartir en secreto a su cadena la consigna de apoyarle incondicionalmente. Pero lo m¨¢s grave no es la p¨¦rdida de la Prensa sino la p¨¦rdida -seguramente irreversible- de credibilidad pol¨ªtica que la ha motivado. Bajo la an¨¦ctora Borchgrave late la permanencia de una contradicci¨®n suprema; el aferramiento -no sabemos si excesivamente digno- a un formalismo que pue de resultar explosivo y provocar nada menos que el deterioro de la Corona. Si no basta, para zanjar el punto muerto, un recurso al patriotismo y la presi¨®n conjunta de la opini¨®n p¨²blica, habr¨¢ que pensar en otros procedimientos, por que el ansia de vivir hacia una con vivencia en libertad ha encontrado, durante la penumbra de estos meses, una decisiva posibilidad de futuro en la Corona; cuyo papel se ha afianzado y ha ascendido en proporci¨®n felizmente inversa a las equivocaciones en v¨ªa muerta de alg¨²n colaborador.
Un Rey y un pol¨ªtico
El cronista debe insistir en que prefiere las buenas noticias. Esta semana las encuentra hasta en la zona del poder y no va a recatar su satisfacci¨®n. Hay, ante todo, una coincidencia que probablemente es casual; pero no por ello parece menos sintom¨¢tica. La declaraci¨®n m¨¢s importante de la semana ha venido del Rey; y se ha refrendado en la actitud de una de las promesas pol¨ªticas m¨¢s cuajadas ya para entrar en acci¨®n inmediata. Hablaba el Rey al entregar los premios de natalidad, que posiblemente, apuntemos, convenga revisar pronto; pero eso ser¨ªa otro cantar. ?El trabajo iguala y une -dec¨ªa el Rey-, no divide. Por eso una sociedad, en que todos trabajan, digna y ordenadamente, es una sociedad verdaderamente sin clases. A esta sociedad aspira Espa?a?. Era el primero de mayo. El mismo d¨ªa por la tarde se publicaba una declaraci¨®n de Fernando Alvarez de Miranda sobre ?la urgencia de convocar a la opini¨®n p¨²blica para la formaci¨®n de un gran partido de masas de car¨¢cter interclasista-. Despu¨¦s de tantos a?os de descabezar totalitariamente el problema pol¨ªtico del clasismo, o de abandonarlo sin lucha a otro totalitarismo que se presenta como enemigo de clase cuando en realidad es un neoclasismo agresivo, parece que surgen en la Espa?a joven mentes l¨²cidas que no aceptan el tratamiento del vital problema desde un reconocido complejo de inferioridad. La ¨²nica alternativa global almarxismo no es, ahora, el cristianismo pol¨ªtico, sino la democracia interclasista. Ya ver¨¢n ustedes c¨®mo el aludido totalitarismo saca la caja de los truenos si ve que el pensamiento moderado espa?ol sigue, como debe seguir, por el camino marcado, en la misma jornada, por el Rey y por un aut¨¦ntico y no contrahecho ?pol¨ªtico para el futuro?.
Don Torcuato, en la casa de los leones
Si el discurso del presidente, por desgracia, queda al margen de la primavera pol¨ªtica, pensamos, con todas las reservas de la improvisaci¨®n, que hay tres hechos en la zona del poder que s¨ª han contribuido decisivamente a robustecer la confianza de la naci¨®n en s¨ª misma. Los enumeraremos por orden cronol¨®gico. Primero, la dimisi¨®n de don Jos¨¦ Antonio Gir¨®n de Velasco al darse cuenta -con loable sentido de la realidad- de que su presencia en una comisi¨®n para la reforma, por aguada que pareciese (la comisi¨®n y la reforma), resultaba contradictoria. Hemos visto despu¨¦s que con este gesto no pretend¨ªa el inmovilismo oficial declarar la guerra a la reforma sino simplemente reconocer su propia incompetencia. La Prensa de Madrid interpret¨® el hecho como agresi¨®n t¨¢ctica; la de Barcelona, como elemento de clarificaci¨®n. Ahora vemos que los colegas de Catalu?a acertaron. Segundo, la evidente victoria no s¨®lo callejera, sino ambiental, del vicepresidente Fraga sobre quienes quisieron provocar un mayo estent¨®reo; y hasta sobre quienes se soltaron el pelo de los tremendismos al anunciarlo. ?Fraga ha mandado en la calle?, dice un titular, con raz¨®n. Cabe preguntar si para ello ha sido necesaria la dura medida -lamentable en todo caso- de encarcelar a media docena de dirigentes pol¨ªticos de la oposici¨®n; con la informaci¨®n de que dispone el hombre de la calle, que, es la de este cronista, no se comprende tal medida. Algunos colaboradores del se?or Fraga, por otra parte, no disimulan la alt¨ªsima presi¨®n que a veces se escapa, por v¨ªa de desahogos y filtraciones, entre las fisuras de un Ministerio tan complejo y no siempre coordinado como el que rige el vicepresidente. Alg¨²n medio de notable credibilidad informativa y pol¨ªtica ha se?alado, incluso en portada, una posible desviaci¨®n de Fraga hacia el bunker, nada menos. Pero cuando uno se adentra en el texto la insinuaci¨®n se matiza de posibilidades t¨¢cticas; y en cierta manera se excusa -como creemos cierto- por el vac¨ªo presidencial. En todo caso, a trancas y barrancas entre torpes excesos reales de alg¨²n funcionario y entre inquietantes excesos verbales nada dif¨ªciles de superar por un hombre dotado de mucha mayor capacidad de control de lo que algunos suponen, Fraga se ha afianzado notablemente en las ¨²ltimas semanas. Puede que su conversaci¨®n con dos l¨ªderes democr¨¢ticos catalanes tan cre¨ªbles como los se?ores Pallach y Barrera logre hasta, mejorar su imagen p¨²blica en Catalu?a, donde parec¨ªa ¨²ltimamente bastante deprimida. Y tercero, el valeroso gesto de don Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda, presidente de las Cortes, que por tantos conceptos recuerda la aventura de Daniel en la casa de los leones. Ante todo, por su respeto a las propias Cortes actuales, de cuyo patriotismo individual y colectivo, como apuntaba un editorial de este peri¨®dico, no cabe dudar sin injusta injuria. Despu¨¦s, porque todos los testigos seguros coinciden en que don Torcuato venci¨® y convenci¨®; y ray¨® a mucha mayor altura que sus oponentes. Este cronista ha puesto alguna vez en duda la sinceridad democr¨¢tica de los dos presidentes, en una alusi¨®n a los dos timones de la reforma. Ahora debe reconocer que la actuaci¨®n del presidente de las Cortes ante unas Cortes reticentes ha sido probablemente un paso decisivo hacia la reforma real. Y un gesto de valor c¨ªvico y de capacidad pol¨ªtica quedan, pues, dos problemas graves pendientes en la zona pol¨ªtica a que se refiere esta cr¨®nica. Primero, la situaci¨®n de la Presidencia del Gobierno, que nos sigue pareciendo insostenible a pesar de la evidente mejor¨ªa ambiental; y precisamente por esa mejor¨ªa. Segundo, la incertidumbre b¨¢sica del bicameralismo; esa presunta equivalencia colegisladora de Senado y Congreso; esa extempor¨¢nea intromisi¨®n de la familia en el sufragio universal; y ese disfraz senatorial de un Consejo Nacional que ni siquiera ha funcionado nunca en el franquismo, como el propio general Franco declar¨® en ocasi¨®n memorable. Eso s¨ª: en el nuevo esquema no existe el Movimiento. La que se arm¨® cuando este cronista se atrevi¨® a pronosticarlo, hace solamente un mesecillo.
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