De Berceo a D'Ors
Ya van dos ocasiones, dos, en la que el espacio Los libros alcanza unas cotas de calidad que, en vistas del patio, sorprenden: ?Los milagros de Nuestra Se?ora? y ?La bien plantada?. La recreaci¨®n de la obra de Berceo fue llevada a cabo por Fern¨¢ndez Santos en un alarde de buen gusto, sentido de la planificaci¨®n y desacostumbrada dicci¨®n. Mientras la mayor parte de las veces somos incapaces de creernos di¨¢logos pretendidamente realistas, en este caso consum¨ªamos con la mayor naturalidad la bella y artificiosa combinaci¨®n estr¨®fica que diera tantas p¨¢ginas de gloria a nuestra poes¨ªa medieval. Seguramente si se adoptara el m¨¦todo de la cuaderna v¨ªa para ciertos servicios informativos, otro gallo cantar¨ªa, acaso el de S¨®crates. Lo ¨²nico que no hubo manera de tragar por muy buena voluntad que se pusiera es lo de la sustituci¨®n de la abadesa liviana por la damapend¨®n. Y es que con el primer aborto legal de nuestra literatura no se puede jugar, y si la censura no quiere pasar por tan embarazoso trance, pues lo mejor es echar mano de otro divertido milagro.La bien plantada de Eugenio D'Ors en versi¨®n de G¨®mez Redondo tambi¨¦n consigui¨® un aceptable ritmo cinematogr¨¢fico y una veros¨ªmil ambientaci¨®n. Pero con los di¨¢logos no pudo el hombre y se estrell¨® una y otra vez contra frases que chirriaban y pon¨ªan las carnes de gallina. S¨®lo cuando surg¨ªa el catal¨¢n, la cosa resultaba pasable y estimulante. Y luego el sue?o de Xenius... La aparici¨®n fantasmal de la Teresa haciendo de musa s¨®lo puede ser entendido como un entra?able homenaje a las escuelas de cine amateur, tan aficionadas ellas a sacar se?oritas vestidas con vaporosas gasas corriendo por desiertas y oto?ales playas en pos de lo tenido por transcendente: figura, por cierto, muy querida de los publicistas espa?oles dedicados a cantar las excelencias de perfumes, chicles, colas, whiskys y jabones (los salvajes del Caribe, nojos otros). La propaganda que precedi¨® a la visi¨®n de este discreto ejercicio cinematogr¨¢fico lleg¨® a hablar de retrato de una clase social y, miren, eso es pasarse.
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