Puntos oscuros en la contrarreforma
?Es posible, o m¨ªnimaniente razonable, que Gabriel Zubiaga Imaz, que perteneci¨® a la Junta Democr¨¢tica de Espa?a, y convoca con la oposici¨®n las manifestaciones de amnist¨ªa haya firmado el escrito de los 126 contra la reforma, el cambio, y en defensa del inmovilismo pol¨ªtico?Curiosamente, sin embargo, el nombre de Zubiaga figura en la lista de firmantes del famoso escrito de los 126. En una lista que al hacerse p¨²blica contiene tan s¨®lo, curiosamente, 114 nombres, ?D¨®nde est¨¢n los 12 que faltan? Creo que vale la pena decirlo. Porque 8 de ellos inmediatamente dijeron,que nada ten¨ªan que ver con el documento en cuesti¨®n, un noveno lo habr¨¢ hecho despu¨¦s, y los otros 3 es que pura y simplemente est¨¢n muertos.
El tema es muy grave. Lo com prendo. Somos varios los que inquietos por la cuesti¨®n, logramos ver la primera relaci¨®n de firimantes, que se hab¨ªa entregado a los periodistas. En aquella lista s¨ª figuraban los 126 nombres. Pero entre ellos estaban los del se?or Ferrer Lled¨®, el se?or P¨¦rez Pillado, y alg¨²n otro, que hab¨ªan fallecido mucho antes de que ocurrieran los hechos a que hace referencia el documento. Del se?or Ferrer Lled¨® por ejemplo, hizo un gran elogio necrol¨®gico Fern¨¢ndez- Miranda, el d¨ªa que se aprob¨® la Ley de Relaciones Laborales, de la que pese a saberse devorado por un c¨¢ncer que pon¨ªa fecha fija a su muerte, el procurador hab¨ªa sido ponente. Y he ah¨ª, sin embarlo, que su nombre figura. denunciando una reforma sindical que s¨®lo ha sido conocida muchas semanas despu¨¦s.
?C¨®mo es posible que ocurra esto? El tema, a mi modo de ver, tiene dos partes. Una, de car¨¢cter hist ¨®rico, y otra, de simple procedi¨ªniento. La primera, s¨®lo puedo cont¨¢rsela a t¨ªtulo de rumor.
Seg¨²n parece, hace varios meses comenzaron a recogerse firmas para un escrito, que iba a encabezar cierto ilustre militar retirado que pertenece a las Cortes. Una recogida masiva, como se puede imaginar plantea grandes dificultad.es cuando los firmantes viven a lo largo de todo el pa¨ªs. Por eso, seg¨²n impresiones recogidas en c¨ªrculos parlamentarios, el proceso se habr¨ªa dilatado m¨¢s de la cuenta. Y los hechos, a su vez, habr¨ªan exigido a juicio de los inmovilistas un escrito m¨¢s en¨¦rgico. Raz¨®n en virtud de la cual, el militar en cuesti¨®n desaparecer¨ªa como primer firmante y dar¨ªa entrada al se?or Mart¨ªn Sanz, que encabezar¨ªa as¨ª el grupo de discrepantes contra la reforma. Ese grupo a quien un editorial del diario YA, les pregunta si est¨¢n ciegos.
Luego est¨¢ la segunda parte del tema. En las Cortes las firmas han sido hasta ahora Un acto de cortes¨ªa. Como el reglamento exig¨ªa la existencia de 10 firmas para las enmiendas a la totalidad, era corriente que quienes viven en provincias aprovecharan los d¨ªas de pleno o de comisi¨®n, para recoger firmas en documentos apenas esbozados e incluso en hojas en blanco. La confianza y el respeto permit¨ªan que esta pr¨¢ctica viniera a resolver problemas sin originar otros. Extremo que esta vez puede haber dado pie a un ligero abuso. O quiz¨¢s a un exceso de confianza no tan ligero.
Me consta, por ejemplo, que el procurador Mateo Tar¨ª, ha dirigido un escrito al presidente de las Cortes retirando su firma, y afirmando que fue sorprendida su buena fe al ped¨ªrsela para un escrito que no ley¨®. Crey¨®, habituado como est¨¢ a las buenas, costumbres de vecindad pol¨ªtica, que el escrito no conten¨ªa sino las habituales peticiones de rutina. Y como ¨¦l, supongo, muchos otros est¨¢n en su caso. Y que no s¨®lo no est¨¢n contra la reforma sino que est¨¢n decididos a decir que les parece corta, y que resulta necesario ir mucho m¨¢s lejos todav¨ªa.
Me temo, por tanto, que el escrito necesita ser defiactado, y que la contrarreforma tiene mucho menos contenido de lo que a primera vista puede parecer. Y como prueba de ello voy a citar un ¨²ltimo ejemplo. Tengo noticias de que cierto consejero naci¨®nal que aparece en la lista de firmantes repite a quien lo quiere o¨ªr, que ¨¦l no ha firmado. Se comprender¨¢ pues, que son demasiados puntos oscuros. Y que las cosas, a la hora de la verdad, no tendr¨¢n el sello que se les ha querido dar. Aunque, por supuesto se sigan oyendo las pataletas de los que no se resignan a admitir que la circunstancia hist¨®rica ha cambiado.
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