El poder y la oposici¨®n, condiciones de existencia
Temo que los espa?oles y, en general los hisp¨¢nicos de ambos hemisferios, no tengamos una idea muy clara de la significaci¨®n de los conceptos Poder y Oposici¨®n -con may¨²sculas, que sugieren una funci¨®n permanente, algo as¨ª como una realidad institucional, aunque no sea estrictamente legal, del mismo modo que hay Constituciones que no son leyes escritas-. Y si tendemos la mirada por el mapa mundi, comprobaremos, quiz¨¢ con sorpresa, que esa falta de claridad va mucho m¨¢s alla de nuestras fronteras ling¨¹¨ªsticas; es decir, que tales conceptos son claros en una porci¨®n muy reducida del planeta.El venerable Diccionario de Autoridades, en su tomo V, de 1737, daba ya una primera acepci¨®n de la palabra Poder que, curiosamente, se ha mantenido hasta la ¨²ltima edici¨®n del actual Diccionario de la Lengua espa?ola (1970): ?El domicilio, imperio, facultad y jurisdicci¨®n que uno tiene para mandar o ejecutar alguna cosa?. En cambio, la palabra Oposici¨®n no ten¨ªa el sentido pol¨ªtico que recibi¨® muclio despu¨¦s, ya que se entiende sobre todo de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos y representativos, sobre todo parlamentarios.
En una gran parte del mundo no existe Oposici¨®n; las elecciones elecciones celebradas en Vietnam el 25 de abril no la preve¨ªan:se consideraba que los candidatos comunistas representaban a todo el pueblo vietnamita, y no era necesario que hubiese m¨¢s que la lista oficial; se comprende f¨¢cilmente el entusiasmo con que, por lo visto, vot¨® casi el 100 % del censo, y se puede imaginar la apasionada impaciencia con que se esperaron los resultados,de las elecciones.El 22 de noviembre de 1966 -exactamente nueve a?os antes de la proclamaci¨®n del don Juan Carlos como Rey de Espa?a-, el er¨ªtonces Jefe del Estado present¨® a las Cortes Espa?olas el proyecto de: Ley Org¨¢nica del Estado; los procuradores escucharon la lectura y aprobaron el proyecto por unanimidad en la misma sesi¨®n. Mis recuerdos juveniles, pero muy precisos, me llevaron a a la discusi¨®n del proyecto de Constituci¨®n en las Cortes de 1931: se examinaba y discut¨ªa cada pre¨¢mbulo, cada art¨ªculo, se defend¨ªan, se presentaban enmiendas, se aceptaban o rechazaban, se matizaban y correg¨ªan, se aprobaban, por fin, uno por uno, los art¨ªculos de la Ley fundamental.
Poco despu¨¦s de la instant¨¢nea, un¨¢nime y docil¨ªsima aprobaci¨®n por las Cortes Espi?olas, el 14 de diciembre de 1966, la Ley Org¨¢nica fue sometida a refer¨¦ndum y, naturalmente, aprobada. Por supuesto, sin oposici¨®n, sin cr¨ªtica, sin discusi¨®n p¨²blica de sus m¨¦ritos o inconvenientes. No muchas semanas m¨¢s tarde, el gran pol¨ªtico americano Averell Harriman visit¨® Espa?a, y reuni¨® a un peque?o grupo de espa?oles; dijo Harriman que en su pa¨ªs se consideraba nuestra Ley Org¨¢nica -al menos esa era su opini¨®n personal- como ?un peque?o paso? (a small step) hacia adelante, hacia la normalizaci¨®n de la vida p¨²blica. Casi todos los presentes estuvieron de acuerdo. Yo le hice observar que tambi¨¦n lo estar¨ªa si hubiera sido una Ley dictada, porque en todo caso hubiese significado un l¨ªmite o configuraci¨®n que el Poder omn¨ªmodo se pon¨ªa aIsl¨ª mismo, un grado de institucionalizaci¨®n, siempre conveniente; pero que hab¨ªa sido una ley ?votada?, y esto me parec¨ªa un retroceso, ya que hab¨ªa sido votada sin forma alguna de oposici¨®n, es decir, sin las condiciones objetivas necesarias; que a m¨ª me parec¨ªa necesaria y deseable la democracia, pero que, en caso de no tenerla, cre¨ªa preferible mantener su deseo, su expectativa, a la ilusi¨®n enga?osa de tenerla ya. Tuve la impresi¨®n de que Harriman comprend¨ªa bien mi punto de vista.
Cuando no hay m¨¢s que fuerza, no puede haber, en rigor, oposici¨®n, sino resistencia. ?Qui¨¦n hablar¨ªa de la ?oposici¨®n? en los pa¨ªses invadidos por Hitler, o en la misma Alemania-, bajo su dominio, o en cualquier r¨¦gimen totalitario? Cuando se tiene la impresi¨®n de que el Poder es una fuerza hostil que avanzasobre nosotros, no cabe m¨¢s que entregarse, esconderse o resistir. Hay oposici¨®n en la medida en que el Poder no es mera fuerza, en que tiene alguna autoridad, aunque sea precaria, en que gobierna y no s¨®lo oprime, en que es ?tratable? y por eso se puede tratar con ¨¦l, discutir, dialogar -aunque sea en condiciones de inferioridad-.
Como se ve, las condiciones de exis
tencia del Poder p¨®l¨ªtico y la Oposici¨®n son rec¨ªprocas: son posibles a imposibles a la vez; hay Poder pol¨ªtico en la medida en que acepta la oposici¨®n en rigor, la necesita-; si no, es fuerza bruta, coacci¨®n, violencia; a la inversa, la Oposici¨®n -si no quiere ser ciego enfrentamiento mec¨¢nico y mani¨¢tico- necesita la consistencia y organizaci¨®n de un Poder, al cua va a oponerse racionalmente, de manera que la resultante sea un movimiento del pa¨ªs hacia alguna meta inteligente y razonable.La ?oposici¨®n? auto m¨¢tica, que cree que su misi¨®n consiste en decir siempre ?No? y no dejar hacer, es tan impol¨ªtica como los mecanismos de aprobaci¨®n instant¨¢nea. Goethe llamaba al Diablo, ?el esp¨ªritu que siempre niega? (der Geist, der stets verneint), y lo peor del Diablo es su rriohoton¨ªa, su incapacidad de invenci¨®n y sorpresa; pero igualmente es un pobre diablo el que no sirve m¨¢s que para decir ?s¨ª?, sea cualquier cosa lo que le pregunten o propongan. Pero hay que hacerse algunas preguntas m¨¢s. Oposici¨®n ?a qu¨¦? Recuerdo muy bien mi actitud -y la de tantos otros, desde luego la inmensa mayor¨ªa de los universitarios- durante la Rep¨²blica, cuando hab¨ªa pol¨ªtica, partidos, discusiones, discursos y votaciones: no est¨¢bamos autom¨¢ticamente a favor ni en contra de nada ni de nadie. Nuestra aprobaci¨®n o desaprobaci¨®n, nuestro entusiasm¨® o repulsa, depend¨ªan de los contenidos, no de las etiquetas. Und¨ªa nos parec¨ªa admirable un discurso de Indalecio Prieto y otro d¨ªa lo encontr¨¢bamos lamentable; pod¨ªamos aprobar una intervenci¨®n de Aza?a o de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera o de Gil Robles, a reserva de estar en desacuerdoc'ori ellos; y si casi siempre me sent¨ªa en consonancia con Ortega o Juli¨¢n besteiro, no era por ser quienes eran, sino porque sol¨ªan hacer acopio de decencia y de razones antes de empezar a hablar.
El conformismo incondicionado es bastante repulsivo; pero la oposici¨®n autom¨¢tica y permanente es otra forma de conformismo, en nada superior. Y puede ocurrir que el oponerse ?siempre?, el oponerse ?a todo? lleve a coincidir con gentes de fisonom¨ªa bien distinta y tal vez no muy agradable. Si el Gobierno espa?ol se pregunta hoy d¨®nde est¨¢ la oposici¨®n, tendr¨¢ que mirar a ambos lados, y es muy posible que en estos d¨ªas piense que se encuentra, sobre todo, muy a su derecha, y muy organizada. Por su parte, el que quiera ?oponerse? deber¨¢ pensar primero con pulcritud desde d¨®nde va a hacerlo y hacia d¨®nde. Otra cosa es, por lo menos, ingenuidad. Para m¨ª es indudable que el Poder, en determinadas circunstancias, puede significar la oposici¨®n a un poder anterior, y entonces la oposici¨®n cerrada al poder actual resulta un fortalecimiento del m¨¢s antiguo. Recu¨¦rdese la distinci¨®n entre generaciones ?pol¨¦micas? y ?cumulativas?; las primeras se oponen bruscamente a la anterior y marchan en otra direcci¨®n; las segundas coinciden en gran parte con la inmediatamente precedente, se suman a ella -con otros matices-, prolongan su empresa. La generaci¨®n del 98, pol¨¦mica si las ha habido, se enfrentaba con el mundo de la Restauraci¨®n; la generaci¨®nsiguiente, la de los nacidos en torno a 1886 - la de Ortega, Mara?¨®n, P¨¦rez de:Ayala, Madariaga, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez-, tambi¨¦n, y por eso, fue une. generaci¨®n ?cumulativa? respecto a la del 98 -con innumerables discrepancias-, precisamente porque segu¨ªa siendo pol¨¦mica frente a las anteriores, que segu¨ªan en el poder. Si esta generaci¨®n se hubiese empecinado en oponerse mani¨¢ticamente a la del 98, en todo lo que hac¨ªa y pensaba y escrib¨ªa, hubiera resultado terriblemente reaccionaria y habr¨ªa prestado un gran servicio al pasado que era menester transformar.La funci¨®n de una oposici¨®n inteligente e innovadora es oponerse a todo lo que est¨¦ mal y estimular a las fracciones ?pol¨¦micas? del Poder -si las hay- a proseguir su obra, intensificarla y depurarla; no asociarse de hecho, aunque sean involuntariamente, con aquellos obst¨¢culos que es preciso remover si se quiere de verdad despejar el horizonte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.