El entorno publicitario
Los prototipos de Juan Aboli
?Hay cosas inequ¨ªvocamente americanas! Seguro que m¨¢s de una vez ha llegado a o¨ªdos de usted el eco de esta sentencia admirativa desde el fondo de su televisor. Y, seguro tambi¨¦n, que sus ojos se han visto sorprendidos por el encadenado trasiego de una serie de im¨¢genes din¨¢micas que, al ritmo trepidante del Broadway Boogie-woogie, traducen la alegr¨ªa solidaria de la estrella de Hollywood, del vaquero del Far West y del negro de Harlem.?Ecumenismo yanki elevado a dogma televisual? ?Paz definitiva en la Guerra de Secesi¨®n, tantas veces ganada por Gary Cooper o John Wayne, o llana conformidad por parte del m¨¢s recalcitrante de los sudistas? ?Discriminaci¨®n y segregacionismo, al fin, solucionados o en v¨ªas de soluci¨®n? No. Se trata, solamente, de un reclamo audiovisual en torno a la inequ¨ªvoca excelencia de unos cigarrillos made in USA. Se trata tambi¨¦n de un dise?o gr¨¢fico harto original, frente a la habitual mediocridad de tantos y tantos anuncios de espumas refrescantes, prodigiosos desodorantes y milagrosos detergentes con que a diario nos abruma RTVE.
Viene suscitado mi comentario por el comentario ajeno, cogido en el aire, y de labios de un televidente ocasional: ??C¨®mo se nota que es un anuncio realizado en Norteam¨¦rica!?. Pues no. Los prototipos de este excelente filme publicitario han sido ejecutados en Espa?a, y de mano de un dise?ador llamado Juan Aboli. ?M¨¢s datos? Que nuestro hombre no ha llegado a¨²n a la frontera de los treinta a?os y que sus dise?os originales, sus prototipos, merecieron el visto bueno de la poderosa empresa anunciante, en leal competencia con el conocido dibujante ingl¨¦s lan Beck.
Tampoco habr¨¢ dejado usted de sorprenderse ante la faz inconforme de James Dean, ante las ?sonrisas y l¨¢grimas? de Glenn Miller o el gesto triunfante y risue?o del aviador Lindberg, sobre la tapia en desuso, la valla protectora y el friso agigantado de la publicidad callejera, refrendada, en este caso, por el impacto de esta otra leyenda, alusiva a id¨¦ntico producto: ?El genuino sabor americano! Sepa usted, una vez m¨¢s, que tambi¨¦n los prototipos de estos llamativos carteles obedecen a la firma del joven Juan Aboli.
Si nuestro entorno diario queda fundamentalmente configurado por la imagen callejera o televisual, ?no habr¨¢ de merecer mayor atenci¨®n cr¨ªtica el aparato publicitario que el feudo privado de las galer¨ªas de arte? Quisieran estas notas cerciorarle a usted, entre fisga y gracia, acerca de la coherencia o desatino de lo que se le propone desde la pantalla del televisor o desde la pared de enfrente, apuntando tan s¨®lo que, de entre la mediocridad circunstante y aberrante, los dise?os de Aboli aciertan a compaginar la oferta de un producto de consumo y la demanda de una envoltura simplemente grata, o no irritante, a los ojos del com¨²n.
El valor testimonial del medio publicitario (rem¨ªtase el lector al comentario que, d¨ªas pasados, tra¨ªa yo a cuento, a prop¨®sito de los carteles de los a?os cuarenta) y su influjo decisivo en la conformaci¨®n de la imagen cotidiana exigen una esmerada atenci¨®n (incluso de los sectores oficiales) a los pocos aciertos y muchos desprop¨®sitos de los reclamos al uso y al abus¨®. ?Una Direcci¨®n General de la Publicidad? Un control al menos, de cara a la invasi¨®n indiscriminada del anuncio de cada d¨ªa y cada hora, en cuyo desconcierto es loable excepci¨®n, Juan Aboli (pese a verse destinados sus buenos oficios al preg¨®n de cosas inequ¨ªvocamente americanas).
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