Eutanasia, ?s¨ª o no?,
El mundo moderno ha experimentado un incremento espectacular de sus medios t¨¦cnicos. Su aplicaci¨®n. a los problemas humanos ha creado nuevas situaciones morales al hombre de hoy. Su decisi¨®n -la del hombre actual- se encuentra abocada a numerosos callejones sin salida, y ha de resolverla sin embargo.El caso de Karen Quinlan ha inquietado a la opini¨®n p¨²blica de todo el mundo. Y muchos se han preguntado si era obligatorio motos t¨¦cnicos qpe manten¨ªan en la paciente una vida puramente vegetativa.
La prensa mundial, as¨ª como m¨¦dicos, dirigentes religiosos y moralistas han salido a la palestra con sus opiniones.
Los cat¨®licos tambi¨¦n han hablado. Pero generalmente hay un gran desconocimiento de lamateria. Piensan muchos que es preciso mantener a ultranza la vida vege tativa de un ser humano que no puede recuperar ya el ejercicio d su psiquismo consciente. Y que hacer lo contrario es un crimen.
Sin embargo, esto no es as¨ª. E Papa P¨ªo XII en el a?o 1957, dirigi¨¦ndose a los m¨¦dicos, plante¨® el problema, y concluy¨® una cosa muy sencilla: al hombre hay qu conservarle su vida humana, pero si ya no tiene vida humana, puede haber razones graves que eximan de la obligaci¨®n de mantener la vida puramente vegetativa, sin posibilidad de recuperacion de su actividad cerebral consciente por existir en ¨¦l una lesi¨®n irreversible.Son muchos los rnoralistas cat¨®licos que hablan del derecho a una muerte digna, a una muerte humana. Para conseguirla, lo que no se puede permitir es la eutanasia directa; pero s¨ª, la indirecta, como ocurre en el caso de Karen Quinlan. Podemos retirar los medios cl¨ªnicos que s¨®lo mantienen un simulacro de vida humano. Y la decisi¨®n debe estar, con el asesoramiento m¨¦dico responsable, en el propio enfermo cuando era consciente, o en caso contrario, en la familia.
No hemos de fomentar con la medicina moderna, y sus procedimientos tan avanzados, un mate-rialismo inhumano: el de mantener a todo trance un simulacro de vida con desprecio a otros valores m¨¢s importantes, como es el de la disputa a la vida.
?Peligros? Los hay, pero no se resolver¨¢n por la v¨ªa simplista de negar un derecho razonable a la vida digna, sino poniendo las condiciones legales para que sean imposibles moralmente en general, tales abusos. El abuso no debe quitar el leg¨ªtimo uso.
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