La doble muerte de Martin Heidegger
A mis amigos cuarentones les he o¨ªdo contar muchas veces c¨®mo para ellos Heidegger fue un descubrimiento, una apertura nueva al verdadero ser de la filosof¨ªa. Es natural: en ese entonces la filosof¨ªa oficial en Espa?a, 'era a juzgar por los testimonios y en aras de la brevedad, una filosof¨ªa con la sumisi¨®n en el alma y la caspa en los hombros. Frente a ella Heidegger supon¨ªa una alternativa digna de consideraci¨®n: una filosof¨ªa de las de antes de la guerra (como creo que se dec¨ªa a prop¨®sito- de otras cosas) una filosof¨ªa de calidad, una filosof¨ªa novedosa, s¨ª, pero, al propio tiempo, presentada bajo la forma de un riguroso regreso a los or¨ªgenes de la reflexi¨®n; representaba, en definitiva la m¨¢s reciente manifestaci¨®n del genio filos¨®fico alem¨¢n.Distintos caminos,
Todo el mundo sabe lo que pas¨® despu¨¦s otras filosof¨ªas . (mejor preparadas, seg¨²n parece, para la vida moderna) se abrieron distintos caminos entre nosotros y Heidegger pas¨® a ser, o bien un recuerdo te?ido de iron¨ªa retrospectiva (para quienes est¨¢n ahora en Gramsci o en Chomsky), o bien un apacible tema de tesis doctoral. Me atrevo a decir que para los estudiosos espa?oles de la filosof¨ªa menores de treinta a?os, Heidegger ha sido m¨¢s que nada un autor del que no hab¨ªa m¨¢s remedio que examinarse para obtener el aprobado en Metaf¨ªsica.
Por eso, para muchos, esta muerte del d¨ªa 26 habr¨¢ sido la segunda muerte de Heidegger. La primera ven¨ªa de atr¨¢s y es la m¨¢sgrave. En efecto: el certificado de defunci¨®n estaba ya extendido, y lo firmaban representantes de las filosof¨ªas que hoy para bien o para mal) est¨¢n de verdad en vigor.,
Filosof¨ªa patol¨®gica
Lo de menos es lo que ha dicho Heidegger la llamada -empleando el t¨¦rmino en su sentido m¨¢s amplio- filosof¨ªa anal¨ªtica. Ya Carnap -all¨¢ por la ¨¦poca en que el neopositivismo se convert¨ªa en la moderna enfermedad inf¨¢ntil del empirismo- hac¨ªa de la filosof¨ªa de Haidegger el modelo de filosof¨ªa a evitar, y de Heidegger el prototipo del m¨²sico fracasado (todo metaf¨ªsico lo era, seg¨²nCarnap, y, en esto, Carnap se aproxima a Beethoven). ?Qu¨¦ es metaf¨ªsica?, el libro publicado por Heidegger en 1929, representar¨ªa, seg¨²n Carnap, la ejemplificaci¨®n suma de lo que podr¨ªamos llamar -tomando de los f¨ªsicos la calificaci¨®n-, filosof¨ªa patol¨®gica.
Gracia y silencio
Pero no toda la filosof¨ªa anal¨ªtica es el neopositivismo, se nos dir¨¢. Cierto. Sin embargo, podr¨ªa afirmarse, simplificando, que de la filosof¨ªa anal¨ªtica, Heidegger ha obtenido, descontado Carnap, o bien desenfadadas alusiones a veces no exentas de gracia (es el caso de Russell), o bien el silencio (consciente o ignorante).
Peor le ha ido por la banda de babor. En un libro -El asalto a la raz¨®n, de G. Lukacs-, cuya lectura es tambi¨¦n para muchos un pecado de adolescencia, Heidegger aparece sumido en un cap¨ªtulo titulado El Mi¨¦rcoles de Ceniza del subjetivismo parasitario. Eso basta. Y est¨¢ por lo dem¨¢s, la cr¨ªtica a que le ha sometido Theodor W. Adorno. Adorno ha sido quien lleg¨® m¨¢s lejos, porque fue quien asumi¨® la empresacon mayor seriedad. No podemos hacer otra cosa que limitarnos a recomendar la lectura de obras como Jargon der Eigentliichkeit (en cas tellano: La ideolog¨ªa como lenguaje), o Dial¨¦ctica negativa (de la que Vidal Pe?a daba cumplida cuenta en estas mismas p¨¢ginas hace una semana Y, sin embargo, no se puede acabar as¨ª. Es posible presentar a Heidegger como infractor por antonomasia de la sintaxis l¨®gica; como profundo mamporrero filos¨®fico del nazismo; como acabada muestra de la irremediable, decadencia de una clase angustiada ante su fin; como suma y compendio de los males que acarrea la pretensi¨®n de hacer para filosof¨ªa frente a la siempre impura realidad; o como todo ello a la vez. Pero no todo termina,ah¨ª. Conc¨¦dasenos lo que cabr¨ªa llamar el derecho, a la sobreestructura. Al fin y al cabo, hasta los peores enemigos de ¨¦sta le otorgan una autonom¨ªa relativa. No se le exija, pues, a un aprendiz de fil¨®sofo como el que escribe, que sea tan chabacano como para despachar de un plumazo apresurado a quien escribi¨® Ser y tiempo, quien medit¨® sabiamente sobre los presocr¨¢ticos, sobre Arist¨®teles, sobre Kant y sobre Nietzsche, sobre el arte y sobre la t¨¦cnica; a quien, en, ¨²ltimo t¨¦rmino, fue siempre el que era. Finalmente, un dato para los astr¨®logos, a los que seg¨²n cuentan, tan aficionado era Hitler: la noticia de la muerte de Martin Heidegger apareci¨® en la prensa exactamente el mismo d¨ªa (un 27 de mayo) en que se cumpl¨ªan cuarenta y tres- ?qu¨¦ n¨²mero tan poco brillante!- a?os desde aquel 27 de mayo de 1933 en que Martin Heidegger -rector con Hitler- pronunaba su tristemente c¨¦lebre discurso titulado ?La autoafirmaci¨®n de la Universidad alemana
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