Historias ejemplares de la China de Mao
Desde los tiempos en que un C¨¦sar postrero confinara al lejano reino de la China las ineludibles ventajas del progreso, pocas, muy pocas, han sido las noticias llegadas de ese mundo ancestralmente inclinado a las murallas burocr¨¢ticas. Hoy parecen haberse invertido los t¨¦rminos, y es Occidente quien se empe?a en levantar barreras que lo defiendan de los b¨¢rbaros del Este; precisamente ahora que en los chinos se despierta el af¨¢n de comunicar al mundo su gran invento: el hombre nuevo.Hoy nos llega, a la par de algunas proyecciones de filmes de la Rep¨²blica Popular China en la Filmoteca, una colecci¨®n de comics recogidos y presentados por G. Nebiolo, acompa?ados de sendos estudios de U. Eco y J. Chesneaux. No se trata aqu¨ª de un ex¨®tico regalo para el eterno adolescente amante de tebeos; las historietas resultan reiterativas y m¨¢s bien aburridas. El inter¨¦s radica en su valor documental sobre la vida cotidiana en la China actual, las tensiones ideol¨®gicas y la mec¨¢nica de la producci¨®n cultural. Estos comics son ?parte integrante del mecanismo general de la revoluci¨®n? con car¨¢cter sumamente importante, son la ruedecilla y tornillo de Lenin. Su amplio poder de difusi¨®n (en tiradas que van de 300.000 a varios millones de ejemplares, llegan a lugares inaccesibles al cine o al teatro), un l¨¦xico reducido (1.000 palabras frente a 1.500 en los peri¨®dicos y 3.000 en la novela, lo que les permite ser le¨ªdos por un chino de cada dos), y una simpl¨ªsima estructura narrativa (son generalmente versiones popularizadas de novelas, pel¨ªculas u ¨®peras revolucionarias), los convierten en el veh¨ªculo ideal para llevar a cabo una labor de pedagog¨ªa ling¨¹¨ªstico-ideol¨®gica destinada a 800 millones de individuos.
Los comics de Mao,
de G. Nebiolo, J. Chesneaux, U. EcoBarcelona. Edit. Gustavo Gili. 1976
Los temas, ya sea que se refieran a un episodio her¨®ico de la guerra revolucionaria o la vida cotidiana en una comuna agr¨ªcola, desembocan siempre, como dice Goffredo Fofi en su art¨ªculo sobre el cine chino, en ?una representaci¨®n did¨¢ctica de un an¨¢lisis pol¨ªtico econ¨®mico y de una perspectiva pol¨ªtica?. Dicho an¨¢lisis debe ser f¨¢cilmente comprensible por las masas y aplicable en una situaci¨®n an¨¢loga. Como apunta Eco, por medio de una estructura narrativa mucho m¨¢s compleja y elaborada de lo que a primera vista parece se confiere a estos comics una orientaci¨®n pedag¨®gica de sentido ¨²nico bajo la f¨®rmula de ?en un caso an¨¢logo, h¨¢gase lo mismo?.
Pedagog¨ªa
Tal funci¨®n pedag¨®gica del arte, que es la ¨²nica que tiene cabida en la concepci¨®n mao¨ªsta expuesta en las intervenciones en el foro de Yen¨¢n, se condena a ense?ar a las masas a pensar, seg¨²n la forma del Estado (esto es, la ortodoxia), variando ¨¦sta seg¨²n las vicisitudes a las que la lucha por el poder la someta.
Y esa misma lucha se refleja, como bien analiza Chesneaux, en los comics aqu¨ª presentados que, habiendo sido realizados entre 1964 y 1971, abarcan un per¨ªodo de graves tensiones ideol¨®gicas que desembocar¨¢n en la revoluci¨®n cultural. Las dos l¨ªneas en pugna (Mao y Shao-chi) se enfrentaron en las c¨¦lebres pol¨¦micas en torno a la teor¨ªa del papel decisivo del argumento,(el arte debe ¨²nicamente exponer problemas ideol¨®gicos desde una perspectiva proletaria) y del olor de la p¨®lvora de ca?¨®n (la guerra revolucionaria como tema principal) a trav¨¦s de las cuales, los partidario o secuaces, seg¨²n por qui¨¦n se tome partido, de Shao-chi intentaban escapar a una tem¨¢tica exclusivamente belicista y apolog¨¦tica que confiere a la narrativa china un marcado car¨¢cter paranoico. Frente a eso propon¨ªan abandonar el esquematismo maniqueo de los argumentos en favor de una mayor complejidad psicol¨®gica de temas y personajes. Ello conllevaba el derrocar las tesis mao¨ªstas de Yen¨¢n y orientar la pol¨ªtica cultural en un sentido m¨¢s abierto, m¨¢s cercano a la l¨ªnea trotskysto-bretoniana del FIARI (toda licencia para el arte).
Todo esto, obvio es decirlo, fue barrido por las masas, pero quedan en el aire muchas preguntas; acerca del trabajo pensado como un valor absoluto, de la guerra santa revolucionaria, de un arte que el exceso de celo pedag¨®gico, no es ya ense?anza de libertad; de una sociedad en fin, que convierte en utilitario lo que fundamentalmente es derroche. Y quiz¨¢ ni siquiera Lei Feng, el joven h¨¦roe de foto novela, el hombre de la China del futuro, nos arrebate con su novedad.
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