El Vaticano despliega una ofensiva poI¨ªtica
?Hemos llegado al mar Rojo, pero no tenemos un Mois¨¦s que nos ayude a cruzarlo sin mojarnos los pies?. Un cardenal de la Curia romana ha pronunciado sottovoce la frase, suspira, mueve levemente la cabeza y fija desconsoladamente la vista en sus manos entrelazadas. Es el s¨¢bado 22 de mayo. Pablo VI, que habla a la asamblea del episcopado italiano, acaba de anunciar a los obispos presentes, y tambi¨¦n a todos los electores, su dolor ante la toma de posici¨®n de algunos de sus hijos m¨¢s queridos.El Papa no se pronuncia con el tono belicoso empleado por el cardenal Poma d¨ªas antes, en una intervenci¨®n suya ante la Conferencia Episcopal Italiana; no utiliza la palabra ?excomuni¨®n? y, sobre todo, detalle digno de tener en cuenta en un Papa tan atento siempre a la pluralidad de su propia voz, habla en primera persona y no con el Nos habitual. De todas formas la invitaci¨®n al electorado es bien precisa, y no menos clara la condena de aquellos, entre los que figuran varios intelectuales cat¨®licos del pa¨ªs, que han aceptado presentarse candidatos en las listas electorales del Partido Comunista. Pocas horas antes Pablo VI hab¨ªa declarado abiertamente, en la audiencia concedida a un grupo de peque?os propietarios agr¨ªcolas, que de los graves defectos sociales del pa¨ªs no era culpable la Democracia Cristiana, partido en el poder durante los ¨²ltimos treinta a?os y al menos desde hace diez v¨ªctima de una crisis de desintegraci¨®n. Estos males se deb¨ªan imputar solamente a una ?ideolog¨ªa err¨®nea?.
Con esta intervenci¨®n preelectora algunos sectores acusan al Papa de haber firmado el documento de una nueva santa alianza, cuyo texto ha sido escrito en estos ¨²ltimos meses sobre todo por el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. Pero tambi¨¦n, aunque desde un ¨¢ngulo distinto, por el sovi¨¦tico Mijail Suslov, preocupado en estos ¨²ltimos tiempos por las iniciativas de un Partido Comunista italiano que cada vez intenta separar m¨¢s a la izquierda europea de Mosc¨².
La Iglesia instituci¨®n ha reanudado matices poco definidos pero no por ello menos firmes, las hostilidades contra el comunismo. Contra esa ofensiva las voces m¨¢s sumisas que se han alzado han sido precisamente las de los comunistas. Sin embargo, entre los partidos laicos, desde el liberal al republicano o al socialista, ha provocado una rebeli¨®n inmediata y abierta. Los diputados del Partido Socialista han llegado a pedir al ministerio de Asuntos Exteriores que proteste ante la Santa Sede por su intervenci¨®n en la lucha pol¨ªtica italiana.
Mientras en los cines se proyecta, Todo modo, un filme sacado de una novela de Leonardo Sciascia, que ilustra la decadencia del partido cat¨®lico, as¨ª como su entendimiento con la Iglesia, los italianos sienten que, al cabo de diecis¨¦is a?os de tregua, pende nuevamente sobre sus cabezas la espada de Damocles de la excomuni¨®n (nunca oficialmente revocada) por sus posiciones pol¨ªticas.
?Guerra fr¨ªa?
La guerra fr¨ªa particular entre la instituci¨®n eclesi¨¢stica y la izquierda italiana comenz¨® despu¨¦s de la segunda guerra mundial y coincide con la divisi¨®n del mundo en dos bloques. El concordato firmado en 1929 entre el poder fascista y la Iglesia cat¨®lica hab¨ªa desilusionado ya a muchos cat¨®licos que militaban en partidos democr¨¢ticos.El cambio se inicia durante la contienda mundial y la resistencia partisana. El Vaticano, sobre todo a partir de 1942, se abstuvo de hacer indicaciones precisas, y esto hizo posible que gran n¨²mero de sacerdotes y laicos cat¨®licos se pusieran al lado del Comit¨¦ de Liberaci¨®n Nacional, en el cual tomaba ya parte la Democracia Cristiana, la formaci¨®n pol¨ªtica de don Luigi Sturzo. En aquella ¨¦poca muchos conventos se llenaron de jud¨ªos perseguidos o se convirtieron en hospitales clandestinos para los partisanos heridos.
Concluida la guerra, el nuevo dirigente reconocido del PCI, Togliatti, acept¨® el concordato apenas volvi¨® del exilio, con lo que desilusion¨® a muchos viejos militantes comunistas. Sin embargo, Pio XII encontrar¨ªa bien pronto los tonos m¨¢s duros contra aquellos que profesaban el materialismo hist¨®rico. Las elecciones del 18 de abril de 1948 constituyeron el triunfo de la Democracia Cristiana y del apoyo que le hab¨ªa dado la Iglesia.
En los a?os cincuenta, las ayudas econ¨®micas norteamericanas (el Plan Marshall), de una parte, y las amonestaciones de los p¨¢rrocos desde los p¨²lpitos en las misas dominicales, de otra, hicieron de la generalidad de los italianos un pueblo de fieles obedientes. Mientras la Iglesia priva de los sacramentos a socialistas y comunistas y acusa p¨²blicamente de concubinato a las parejas casadas s¨®lo por lo civil, la izquierda se muestra m¨¢s tolerante. Si los militantes del PCI o del PSI son excomulgados, los cat¨®licos practicantes son acogidos, por el contrario, en uno u otro partido. Comienza as¨ª, en los a?os del oscurantismo eclesial, cuando para conseguir empleo era poco menos que necesaria presentaci¨®n o el aval de un obispo, los primeros roces entre los intelectuales cat¨®licos y la militancia democristiana.
Vino despu¨¦s el papa Juan y el Colicilio Vaticano II. Los tiempos estaban cambiando incluso pol¨ªticamente, con el desarrollo econ¨®mico y el advenimiento del centro-sinistra. De una parte fue el deshielo t¨¢cito del Vaticano; de otra, un avance objetivo en aquellas libertades sociales que se hac¨ªan imprescindibles para hacer de Italia un pa¨ªs europeo. Los a?os sesenta prepararon as¨ª el terreno para el divorcio y la reforma de las leyes que regulan la familia.
Fueron los tiempos en que se formaron grupos de creyentes que, sin definirse del dissenso, encontraron en su compromiso temporal como cat¨®licos, una actividad pol¨ªtica y social. La mayor¨ªa de ellos se sit¨²a a la izquierda. Nace entonces, en Florencia, la revista Testimonianze, cuyo inspirador es el escolapio Ernesto Balducci. Y, en Bolonia, un peri¨®dico de laicos cat¨®licos que despu¨¦s de a?os ser¨ªa cerrado, L'Avvenire d'Italia. Su director fue Raniero La Valle y el subdirector Piero Pratesi. Los dos son ahora candidatos en las listas comunistas.
Campa?a contra el divorcio
La campa?a que Fanfani y los cat¨®licos integralistas emprendieron en 1974 contra la ley del divorcio contribuy¨® a desempolvar los viejos tonos de la guerra fr¨ªa. La Iglesia mantuvo una actitud expectante y redujo entonces el coste de las causas de anulaci¨®n matrimonial ante la Sacra Rota. S¨®lo un ala de los cat¨®licos ortodoxos apoy¨® a la DC de Fanfani, cuando ¨¦sta recurri¨® a escenas de tragedias familiares para ilustrar los males de los matrimonios desunidos.La radicalizaci¨®n de algunos grupos cat¨®licos corri¨® paralela. Se hab¨ªa formado ya las comunita de base de don Gerardo Lutte y de don Franzoni, que hac¨ªan causa com¨²n con el subproletariado urbano e invitaban a los chabolistas a ocupar las casas deshabitadas. Otros pasando por encima de los c¨¢nones eclesiales, revolucionaron las f¨®rmulas rituales de la administraci¨®n de sacramentos. Son los grupos que se sit¨²an m¨¢s a la izquierda del PCI, en el Manfiesto o en Lotta Continua.
Otros grupos, en los que figuran intelectuales y periodistas, abiertamente cat¨®licos (Pratesi, La Valle, Orfei, Gozzino), se fueron aproximando cada vez m¨¢s a las posiciones del PCI, el cual, por su parte, hab¨ªa emprendido hac¨ªa ya a?os una decidida operaci¨®n de cortejamiento. Personajes notables como La Valle, por el momento sin hacer propias las posiciones del partido comunista, al menos hasta hace un mes, ped¨ªan la puesta en pr¨¢ctica de las decisiones conciliares e invitaban al di¨¢logo y a la tolerancia, afirmando encontrar en la austeridad proclamada por los comunistas la pureza de los primeros cristianos.
Ahora, para ser coherente consigo mismo y dar pruebas de tolerancia, Pratesi ha declarado en su nombre y en el de sus amigos que sigue ?estimando y amando la autoridad pontificia?. Y ha a?adido: ?La nuestra ha sido una toma de conciencia?.
Algunos obispos han recurrido a tonos de alta militancia: ?Alzaremos el b¨¢culo, pero con amor, para golpear a quien la equivoca o a quien est¨¢ en peligro de ser envuelto en los errores de otro?.
El gran desaf¨ªo de las elecciones pr¨®ximas est¨¢ ah¨ª; en que algunos itailianos no quieren ser golpeados ni siquiera por amor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.