Entre la ruptura y el pacto
Visto por un desapasionado observador, el espect¨¢culo de la pugna entre el r¨¦gimen y su oposici¨®n debe ser enormemente sugestivo. Es un punto de vista que tenemos vedado los que estamos metidos hasta el cuello en la representaci¨®n, pero quiz¨¢ vale la pena intentar una aproximaci¨®n descriptiva puesto que respecto de su cr¨ªtica no cabe ni siquiera la aproximaci¨®n. En la cr¨ªtica, los juicios de valor se imponen, y cada cual, en el R¨¦gimen y en la oposici¨®n, tiene los suyos. Vaya por delante mi confesi¨®n de parte para los lectores a los cuales no les diga nada mi nombre, que ser¨¢n los m¨¢s probablemente: estoy, desde luego, del lado de la oposici¨®n.S¨®lo un juicio superficial puede ver contradicci¨®n entre el Arias del famoso, esp¨ªritu del 12 de febrero, que contaba en su gabinete con reformistas como P¨ªo Cabanillas, por ejemplo, y el Arias del ¨²ltimo discurso, que intenta algo tan imposible como encontrar la l¨ªnea media entre los inmovilistas y los reformistas. No cabe duda alguna de que Arias es un hombre de Franco Fue ¨¦l quien le nombr¨® y s¨®lo para el inmovilismo m¨¢s tenaz y resistente pudo ser una traici¨®n al franquismo -identificado con sus propias posiciones, es decir con sus propios intereses- aquel intento de reformar desde dentro cuando ya Franco hab¨ªa sido v¨ªctima del primer acto de su enfermedad mortal. Era precisamente dicho aviso el que moviliz¨® a unos reformistas sin rostro que oponer al rostro de los inmovilistas. Por eso quisieron utilizar el de Arias. Pero ?quer¨ªan los reformistas cambiar el r¨¦gimen? En absoluto. Se trataba, por el contrario, de conservarlo mediante una operaci¨®n de control del cambio inevitable, en el cual, la oposici¨®n propiamente dicha, la clandestina y perseguida, no entraba ni siquiera por sus alas menos alejadas, es decir, m¨¢s a la derecha Aquella fue la hora de las asociaciones. Una hora pasada y no precisamente a causa de la fuerza de la oposici¨®n, sin medios de comunicaci¨®n; sin dinero o con poco dinero para movilizar nada; con todo el aparato represivo del Estado vigilante y dispuesto a actuar, como lo ha hecho y lo viene haciendo todav¨ªa con diversos grados de intensidad y ante seg¨²n qu¨¦ fuerzas.
La posibilidad de una reforma desde el R¨¦gimen, sin la oposici¨®n es decir, sin los partidos que la componen y con las asociaciones, se ha esfumado entre las manos de un b¨²nker que quiere, pura y simplemente, continuar. Pero para continuar, ?qu¨¦ ser¨ªa necesario? Ser¨ªa necesario que el Rey fuera Franco. Y el Rey no es Franco. El Rey tiene, del futuro, de su propio futuro incluso, una idea diferente de la que tiene el b¨²nker. Insisto, no hago juicios de valor -al menos intento no hacerlos- sino que me limito, en la medida de lo posible, a describir.
El Rey necesita una fuerza pol¨ªtica sobre la que apoyarse, entendiendo por tal, no la de ¨¦ste ni el otro partido, sino la de todos los partidos que pueda hacer admitir al estamento del cual le viene la otra fuerza, la que no es pol¨ªtica y sobre la cual solamente su reinado no podr¨ªa permanecer, salvo que la ejerciera. Es exactamente lo que querr¨ªa el inmovilismo bunkerista: Pero no est¨¢ nada claro que sea lo que quieren las Fuerzas Armadas que, tal vez a su pesar, constituyen la clave del problema.
Porque el problema es que la l¨ªnea media entre el inmovilismo y la reforma desde dentro ya no existe y, por consiguiente, el control del cambio no est¨¢ ya enteramente en las manos del R¨¦gimen. La l¨ªnea media pasa ahora entre el reformismo desde el interior y el cambio que la oposici¨®n demanda. Se ha corrido hacia la izquierda, aunque muy poco y dando a la palabra izquierda un significado no desprovisto de sentido pol¨ªtico, pero considerado desde el R¨¦gimen mismo y no desde fuera de ¨¦l.
Por eso se habla de pacto desde el poder y no habla de ¨¦l Arias, que sigue empe?ado en la batalla in¨²til de reformar sin concesiones. Habla de ¨¦l, en p¨²blico, Areilza, dentro y fuera de Espa?a, m¨¢s, fuera que dentro, y habla en privado Fraga, en el curso de sus ya famosos almuerzos y cenas con miembros de la oposici¨®n moderada, aprovechando que alguno de sus l¨ªderes ha sido compa?ero de claustro, o desplaz¨¢ndose a Albacete para refecciones semejantes con otras personalidades pol¨ªticas menos acad¨¦micas.
Y frente al pacto ofrecido, ?qu¨¦ hace la oposici¨®n? No s¨®lo rechazarlo en los t¨¦rminos en que se le propone, sino avanzar unas posiciones menos inadmisibles para el R¨¦gimen; hablar de ruptura pero pactada. ?Qu¨¦ quiere decir esto? ?Qu¨¦ quiere decir el pacto que ofrece Areilza? Observemos que, frente al desd¨¦n de Arias en su discurso ¨²ltimo -un discurso con todo el aire de ¨²ltima lecci¨®n antes de ser jubilado-, el Rey llama a la Zarzuela a l¨ªderes de la oposici¨®n moderada, cuyo desfile no ha terminado todav¨ªa. Y observemos que, inmediatamente despu¨¦s de que Areilza ofrezca, en Barcelona, por cierto, y despu¨¦s de almorzar tambi¨¦n con l¨ªderes moderados de la oposici¨®n catalana, el pacto a la oposici¨®n, Fraga se apresura a almorzar a su vez con un Areilza cuyo papel parece estar subiendo en la cotizaci¨®n negociadora. Y con alg¨²n fundamento, puesto que el alcalde de Bilbao cuando esta ciudad fue conquistada por las tropas de Franco -su discurso de entonces ha sido inevitablemente recordado-, es persona que ha tratado con figuras de la oposici¨®n. De alg¨²n modo, se podr¨ªa decir que ha estado cerca de ella, sin haber entrado nunca a formar parte.
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No es tan lento como parece, si se hace el intento de una descripci¨®n con ¨¢nimo neutral, el ritmo del cambio. Entre el esp¨ªritu del 12 de febrero, y el pacto ofrecido a los de la ruptura, pactada, no ha mediado todav¨ªa un a?o y medio. Un a?o y medio, despu¨¦s de cuarenta de R¨¦gimen monol¨ªtico, donde cualquier cambio era impensable. Pero ?c¨®mo una oposici¨®n externa al R¨¦gimen, que ha sufrido en su carne las hondas y recientes heridas de Vitoria, de Elda, de Tarragona, de Montejurra hace bien poco, puede llegar a ofrecer una ruptura pactada? Es lo que se preguntan, por ejemplo, los partidos de la extrema izquierda en la oposici¨®n. Y el b¨²nker se pregunta c¨®mo puede, un R¨¦gimen que tiene la fuerza a su favor, hacer ninguna concesi¨®n ni ofrecer pactos.
La respuesta parece clara: ni el R¨¦gimen tiene tanta fuerza como el b¨²nker cree, porque ha perdido la autoridad monol¨ªtica de su c¨²spide, cimentada en la victoria de una guerra civil perdida por los que hubieron de soportar una posguerra de derrotados, ni la oposici¨®n puede, sin alguna forma de libertad, entrar en juego para movilizar los posibles militantes que no se sienten atra¨ªdos por la pol¨ªtica como riesgo personal y para conquistar electores. Sobre todo para conquistar electores.
As¨ª, pues, las posiciones del R¨¦gimen y la oposici¨®n est¨¢n alejadas todav¨ªa, pero menos de lo que lo estaban antes del esp¨ªritu del 12 de febrero por ejemplo. El R¨¦gimen habla de pacto y la oposici¨®n de ruptura pactada. Bastar¨ªa con quitar la palabra ruptura para que el pacto quedara formalizado. Ahora bien, ?puede la oposici¨®n ir m¨¢s all¨¢ de la adjetivaci¨®n desdramatizadora de la palabra ruptura con la palabra pactada? ?Puede el R¨¦gimen aceptar ese juego?
Yo dir¨ªa que hay dos cuestiones clave para que la palabra ruptura desaparezca,. bien porque los tinos entiendan que se ha realizado, bien porque los otros entiendan que se ha transmutado en reformismo. Estas dos cuestiones son: la no exclusi¨®n de ning¨²n partido pol¨ªtico y la aceptaci¨®n del hecho diferencial de las diversas nacionalidades y regiones que han saltado como muelles en libertad en cuanto se ha planteado el revisionismo del R¨¦gimen y su sustituci¨®n.
?Qui¨¦n puede resolver esas dos cuestiones de manera satisfactoria para los interesados? Porque parece dif¨ªcil que la oposici¨®n al R¨¦gimen pueda aceptar exclusiones pol¨ªticas. Sin embargo, una parte de ella aceptar¨ªa, en cambio, que la otra cuesti¨®n, la de las nacionalidades y regiones, es decir, la forma del Estado, quedara de nuevo pendiente. Pero la verdad es que su vitalidad no lo permite.
Nos encontramos, pues, ante dos tab¨²es que no lo son ¨²nicamente de las fuerzas m¨¢s literalmente reales, sino tambi¨¦n de los reformistas del R¨¦gimen. Porque aceptar que en el paquete de la ruptura entren esas dos cuestiones es aceptar un pacto que se les va de las manos y que pasa alas manos electorales.
?Qu¨¦ ocurrir¨¢? Hasta aqu¨ª posible describir. De aqu¨ª en adelante est¨¢ lo que no ha sucedido todav¨ªa. ?Habr¨¢ pacto Con parte la oposici¨®n, a costa de la clandestinidad de la excluida y del intento de reducir la otra cuesti¨®n, la de las nacionalidades y regiones, a un problema de reg¨ªmenes administrativos especiales?
He aqu¨ª una cuesti¨®n que descriptivamente, todav¨ªa no tiene respuesta. Aunque admite suposiciones. Pero no son suposiciones las que quer¨ªa yo hacer en este resumen de los hechos, dif¨ªcilmente imparcial desde mi punto de vista, pero que ha querido ser una aproximaci¨®n, espero que con alguna utilidad, para situarse en el momento presente y otear el futuro inmediato.
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