La historia inventada y olvidada
Repetidas veces se suscita la pregunta de si hay verdad hist¨®rica. ?Es que hay modo de saber lo que realmente ocurri¨® en esta o la otra ocasi¨®n? ?No es la verdad hist¨®rica la que una ideolog¨ªa triunfante impone o la que es aceptada como consecuencia de una propaganda m¨¢s inteligente? ?No resulta la historia de la cristalizaci¨®n de todas esas verdades dominantes? Vemos c¨®mo todos los d¨ªas se va inventando la historia en las noticias de la prensa diaria. Una interpretaci¨®n f¨¢cil y superficial, gana siempre a una explicaci¨®n matizada y dif¨ªcil. Y esta manipulaci¨®n de la realidad es a¨²n m¨¢s visible en las revistas de noticias tipo Time o Newsweek, que nos ofrecen lista una interpretaci¨®n ?inteligente?.
Cuando tendemos, y ahora especialmente, a repartir los papeles de buenos y de malos, una explicaci¨®n simplista es siempre la preferida. El que tiene alguna experiencia de los negocios p¨²blicos lo comprueba siempre, lo mismo que el que se ha acercado a un suceso de cierta trascendencia. Al que lo ve de lejos no le interesa contrastar m¨®viles ni actitudes, ni como juez (que tendemos a ser siempre) se impondr¨¢ la obligaci¨®n de entrar en ex¨¢menes complicados. El juicio apresurado se inclinar¨¢ a la estimaci¨®n o al menosprecio, sin atenuar ni condicionar.
Y sin embargo la historia en nuestra memoria, la memoria, si no de la humanidad, si al menos de las partes o secciones de la humanidad organizadas para tener historia. Pues la historia surge all¨ª donde una conciencia de poder pol¨ªtico reclama que la memoria est¨¦ despierta. En todas partes igual: cr¨®nica de reyes o de un templo o, en su forma moderna, manuales escolares. Cuanto m¨¢s se organiza un poder o clase como dirigente, tanto m¨¢s cuida de la historia. La conciencia hist¨®rica se convierte en instrumento de gobierno inevitablemente. Mientras que por otra parte, los pueblos subhist¨®ricos, los que no han llegado al nivel de la conciencia y ascienden a ella a trav¨¦s de la colonizaci¨®n (lo cual les ocurri¨® a los pueblos de Europa occidental y central desde Roma, y a los del Oriente a trav¨¦s de la conquista macedonia o de Bizancio), adquieren secundariamente tal conciencia.
Por muchas razones, quiz¨¢ tambi¨¦n por la fatiga que sigue inevitablemente al abuso y martilleo, la conciencia hist¨®rica, privada del est¨ªmulo de poderes pol¨ªticos ambiciosos, y sujeta al esp¨ªritu cr¨ªtico que domina en nuestras sociedades, tiende a decaer. El descubrimiento de que determinadas interpretaciones de la historia son ?imposici¨®n? de ?clases dominantes?, y m¨¢s o menos un ? instrumento de dominio?, compromete la conciencia hist¨®rica de nuestros pueblos y sociedades.
Cuando pod¨ªa llegar el momento de una revisi¨®n cr¨ªtica de errores y, en una visi¨®n racional e ilustrada, inteligente y no sentimental, de depuraci¨®n de versiones falsas e interesadas, en suma, de un acercamiento en todo lo posible a la verdad, lo que resulta f¨¢cil y c¨®modo es la sustituci¨®n de unas falsedades por otras, de unas simplificaciones por otras. En un nuevo abandono de la cr¨ªtica racional, se deja sustituir el juego de unos grupos interesados por el de otros, que se benefician de la sustituci¨®n por lo contrario.
Pues lo que se ve claro entre el gran cambio que estamos viviendo, es que no a todos los grupos, poderes, naciones y religiones se les reconocen iguales derechos. En el mundo de buenos y malos en que hemos entrado, lo que est¨¢ bien en unos no est¨¢ bien en otros. Se impone, de la manera menos racional y cr¨ªtica, una interpretaci¨®n interesada de toda esa historia que laboriosamente se ha ido construyendo. Ciertos imperialismos y expansionismos son criticados, pero otros no. ?Por qu¨¦ est¨¢n, por ejemplo los ¨¢rabes en Marruecos y en T¨²nez, sino porque una sangrienta cabalgada los llev¨®, con su religi¨®n y su lengua, hasta all¨¢? ?Qui¨¦nes sino comerciantes musulmanes heredaron de los antiguos y transmitieron a los europeos el comercio de los negros de ?frica?
Hist¨®ricamente podemos comprender muy bien la reacci¨®n anticolonial de los pueblos todav¨ªa explotados, de modo dif¨ªcilmente evitable, por la superioridad de los m¨¢s fuertes y m¨¢s h¨¢biles. Podemos tambi¨¦n entender, que en el siempre cambiante juego de la pol¨ªtica mundial, unos u otros pa¨ªses utilicen en beneficio propio, tales sentimientos y resentimientos. Pero ?qui¨¦n puede tirar la evang¨¦lica primera piedra del inocente?
Las actuales superpotencias no son otra cosa que imperios que han conseguido redondearse en una zona geogr¨¢fica continua, formando un bloque unitario, en el que se engloban y funden otros pueblos, con una fuerte voluntad pol¨ªtica que los mantiene unidos. As¨ª los Estados Unidos, sin hablar de Hawai o Puerto Rico o Panam¨¢, son una formidable agregaci¨®n que alcanz¨® el Pac¨ªfico, hace menos de siglo y medio, y que entonces acababa de incorporarse el valle del Mississipi y las costas del golfo de M¨¦xico. Por el acierto y la fortuna de semejante empresa hist¨®rica ?se va a olvidar se origen de conquista imperial? ?Y la inmensa URSS, con sus nacionalidades y su vasta geograf¨ªa, sus lenguas y sus razas, no es tan heterog¨¦nea como otros grandes imperios de la historia? Los rusos quedaron al borde de Europa, y comenzaron sus conquistas hasta someter a sus antiguos dominadores mongoles. Desde el siglo XVI fueron incorpor¨¢ndose Siberia, y en el XVIII llegaban a los mares del extremo oriente y segu¨ªan a lo largo de las costas americanas, y se encontraban all¨ª con los espa?oles de California. Y all¨¢ est¨¢n todav¨ªa, con su orgulloso Vladivostok, ?se?or del Oriente? en traducci¨®n castellana, asomados a los mares del Jap¨®n y molestando a los chinos, Los cuales, por su parte, tambi¨¦n se han extendido mucho m¨¢s all¨¢ de sus fronteras originarias. Manchuria y Mongolia, el Turquest¨¢n y el Tibet, y toda la parte sur de China misma, son conquistas imperiales.
Pero la poco cr¨ªtica ret¨®rica colonialista atacar¨¢ a los viejos imperialismos y cerrar¨¢ los ojos ante realidades como estas, que en la historia actual son las m¨¢s poderosas, y se complementan y compiten con esos nuevos modos de penetraci¨®n, que son las compras y las ventas, y los asesores econ¨®micos o militares, y las bases que ahora esconden a menudo la bandera, y no se ponen con colores distintos en los mapas pol¨ªticos.
Nuevas formas de colonialismo sustituyen a las antiguas, y en la primera y forzada descolonizaci¨®n, por la que surgieron las rep¨²blicas en que se dividi¨® el antiguo poder¨ªo espa?ol, apareci¨®, justamente con el nacimiento de la industria, el primer colonialismo de tipo econ¨®mico, basado en la libertad pol¨ªtica m¨¢s o menos real de los nuevos pa¨ªses. Las nuevas formas de revoluci¨®n social han complicado el cuadro del dominio industrial y capitalista, pues han surgido nuevas formas de colonizaci¨®n, con la importaci¨®n de ideas y consejeros, y el eterno establecimiento de bases.
Curiosamente, cada nueva interpretaci¨®n de la historia, lleva consigo el desprecio y la incomprensi¨®n para las etapas anteriores. Sobre nuestra vieja historia, la de la conquista y colonizaci¨®n de Am¨¦rica y Ocean¨ªa, cae la vieja leyenda envidiosa, mas las interpretaciones ajenas que idealizan Machu Pichu y Tenotichlan. Destrucci¨®n de culturas, etnocidio, fanatismo... Pero ?es que hubo ¨¦pocas en que extender la civilizaci¨®n y descubrir la Tierra era empresa laudable, y ¨¦pocas en que las mismas haza?as, con toda su inevitable crueldad, carecen de todo valor positivo? ?Por qu¨¦ se censura en espa?oles y portugueses lo que se alaba en los argonautas y en los romanos y en Alejandro, y hasta en aquellos b¨¢rbaros vikingos que tuvieron a Europa aterrada?
Tal vez el hombre civilizado no sabe librarse del nacionalismo. ?Por qu¨¦, frente a nuevas y virulentas formas de nacionalismo, no sabemos oponer una comprensi¨®n racional de ese impulso de los pueblos a imponerse, y dentro de ella, mantenemos despierta nuestra conciencia de pueblo, nuestra memoria hist¨®rica, como cosa pasada y ya no utilizable politicamente, pero como identidad necesaria para no desaparecer?
Ciertos escritores nuestros, de los buenos y de los mediocres, parecen ahora empe?ados en una torpe lucha de borrarlo todo con desprecio basado principalmente, me parece, en la ignorancia.
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