Ser¨ªa ceguera no admitir que los partidos pol¨ªticos ya existen
?No se pueden hacer verdaderas declaraciones de libertad pol¨ªtica si los derechos de reuni¨®n, expresi¨®n, manifestaci¨®n y asociaci¨®n s¨®lo est¨¢n proclamados en normas constitucionales, pero no tienen la garant¨ªa ¨²ltima de su ejercicio. Tampoco podr¨¢n hacerse esas declaraciones si el sistema pol¨ªtico no ordena los instrumentos para que sea posible a la larga un Gobierno y unas acciones de gobierno acordes con la voluntad de la mayor¨ªa?, dijo el ministro secretario general del Movimiento, Adolfo Su¨¢rez, durante su discurso en defensa del proyecto de ley de asociaci¨®n pol¨ªtica, ante el Pleno de las Cortes.
"En esta hora -dijo el ministro- de esfuerzos comunes y de compromisos colectivos, es particularmente digno de destacar que una ley pensada para la libertad y concebida como un importante instrumento para la democracia, haya encontrado en las Cortes Espa?olas la oportunidad para su mejora. El Gobierno desea hacerlo constar como muestra y prueba evidente de que el proceso de reforma es posible desde nuestras instituciones.?Adolfo Su¨¢rez defini¨® el proyecto como resultado de un deseo de perfeccionamiento congruente del Sistema, en su camino hacia la democracia, y, tambi¨¦n del empe?o por "romper de una vez por todas los c¨ªrculos viciosos de nuestra historia".
"Si contemplamos la realidad nacional con una m¨ªnima sinceridad -dijo m¨¢s adelante- hemos de convenir en que adem¨¢s de este pluralismo te¨®rico, existen ya fuerzas organizadas. Nos empe?ar¨ªamos en una ceguera absurda si nos neg¨¢semos a verlo. Esas fuerzas, ll¨¢mense partidos o no, existen como hecho p¨²blico. Se ven en los medios de comunicaci¨®n, est¨¢n presentes en los niveles intelectuales y en la base trabajadora e influyen incluso en las organizaciones m¨¢s t¨ªpicamente profesionales. Una legalidad que permaneciese pasiva ante ellas, sin combatirlas ni legalizarlas, simplemente ignor¨¢ndolas, se parecer¨ªa demasiado al Estado liberal del siglo XIX. De ah¨ª a la anarqu¨ªa, s¨®lo hay un paso, que tendr¨ªa mucha posibilidades de resultar dram¨¢tico.?
?Muy pronto -a?adi¨® m¨¢s tarde el ministro- los mecanismo constitucionales permitir¨¢n la renovaci¨®n de programas, de equipos gobernantes, de ilusiones y de mentalidades.? Luego se refiri¨® a la ?enorme carga emotiva que rodea a la palabra partidos?, y justific¨® los males que ¨¦stos hab¨ªan tra¨ªdo a Espa?a en otras ¨¦pocas, por ?el tradicional espectro del hambre vagabundeando por nuestras ciudades, las resistencias del Poder a asimilar las justas reivindicaciones de la base, la falta de un Estado s¨®lido que garantizase el juego pol¨ªtico y una lucha de clases planteadas a vida o muerte?.
Libertad y democracia
?Hoy -a?adi¨®- creo que ninguno de esos condicionamientos nos atenaza. Tenemos una naci¨®n situada en el d¨¦cimo lugar de los pa¨ªses industriales. Hemos logrado niveles aceptables de vida. Y, pese a los amargos problemas diarios, hemos conseguido eliminar los fantasmas que m¨¢s pod¨ªan amenazar la convivencia ordenada.??Por ello, es posible una m¨¢s amplia oportunidad a la libertad y a la democracia. Tambi¨¦n por ello, es posible la concordia. Y tambi¨¦n por ello, creo que las ansias de pacto pol¨ªtico son compartidas por quienes ostentan el poder y quienes militan en una oposici¨®n no reconocida, podemos ensayar sin m¨¢s limitaciones que las que afecten al Estado, y las que demanda la sociedad en sus c¨®digos, un sistema de convivencia.?
A continuaci¨®n se refiri¨® a los posibles peligros del pluralismo, que desaparecen, dijo, una vez que ¨¦ste est¨¢ convenientemente dotado de instrumentos jur¨ªdicos. Calific¨® al pluralismo de necesario y ¨²til y a?adi¨® que, debidamente ordenado y debidamente l¨ªcito, ?el pluralismo debe rendir a la sociedad espa?ola en estos momentos de afirmaci¨®n de la Monarqu¨ªa, el gran servicio de propiciar la paz civil basada en el entendimiento y en la colaboraci¨®n, aunque sea duramente cr¨ªtica, de todas las fuerzas sociales?.
Aludi¨® m¨¢s tarde a la necesidad de un pacto nacional y a la necesidad, por ello, de encontrar con quien ha de pactar el Gobierno, ?entre las trescientas siglas que menudean en los peri¨®dicos y de los que apenas se sabe algo m¨¢s que los nombres de sus promotores?.
?La Corona -dijo m¨¢s adelante el ministro- se presenta ante la naci¨®n con una voluntad expresa y jam¨¢s silenciada, de alcanzar una democracia moderna para Espa?a. Don Juan Carlos I defini¨® el poder de la Corona como poder institucional; es decir, poder compartido; poder, en suma, sin mixtificaciones ni intromisiones.?
?Todos estos ilusionantes proyectos empezar¨¢n a ser realidad si hoy, aqu¨ª, en una ocasi¨®n que me parece solemne, abrimos el camino a la Ley que regula el derecho de asociaci¨®n pol¨ªtica. Con estos fines solicitar¨¦ vuestro voto favorable. De vuestra votaci¨®n pienso que depender¨¢ que la palabra pueblo no se quede en una mera formulaci¨®n te¨®rica. De vuestro voto depende que ese pueblo se pueda organizar por afinidad de ideas, para arrinconar a los int¨¦rpretes gratuitos de sus aspiraciones.? Y finaliz¨® con esta palabras: ?A todo esto os invito. Vamos, sencillamente, a quitarle dramatismo a nuestra pol¨ªtica. Vamos a elevar a la categor¨ªa pol¨ªtica de normal, lo que a nivel de calle es normal. Vamos a sentar las bases de un entendimiento duradero bajo el imperio de la Ley.?
?Y permitidme para terminar, que recuerde los versos de un gran autor espa?ol?: Est¨¢ el hoy abierto al ma?ana / Ma?ana, al infinito./ Hombres de Espa?a: ni el pasado ha muerto,/ ni est¨¢ el ma?ana, ni el ayer escrito.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.