Dictaduras y hegemon¨ªa pol¨ªtica
Los procedimientos violentos son formas cl¨¢sicas y a la vez desgraciadamente actuales de lucha por el poder pol¨ªtico. La organizaci¨®n de bandas armadas, la formaci¨®n de partidos pol¨ªticos de estructura parafamiliar, los golpes de Estado, las guerras-rel¨¢mpago y las guerras civiles a fin de imponer por la fuerza unos u otros tipos de sociedad, ponen de relieve el peso y la reproducci¨®n del pasado en lo que tiene de m¨¢s b¨¢rbaro.Esas etapas hist¨®ricas constituyen, al mismo tiempo, la m¨¢xima expresi¨®n destructiva, directa e indirectamente, de las incapacidades hegem¨®nicas y de las irresponsabilidades ideol¨®gico-pr¨¢cticas de las clases sociales -o de sus reptesen tantes pol¨ªticos- en la ordenaci¨®n del consenso popular.
Son coyunturas, a veces prolongadas -y en todo caso demasiado largas- durante las cuales se manifiesta o/y se desarrolla la tendencia a la dominaci¨®n dictatorial, a la opresi¨®n y a la represi¨®n de un bloque clasista contra otro.
La mayor¨ªa de las dictaduras se fundaron en la hipertrofia del n¨²cleo central de todo Estado -feudal, moderno y de la m¨¢s plena contemporaneidad: el aparato represivo- En el ¨¢rea de Europa occidental se han originado tambi¨¦n nuevos sistemas ultra autoritarios, el fascismo y el nazismo, que a las barbaries reactivadas de tiempos remotos han sumado las posibilidades de la tecnolog¨ªa de nuestro tiempo aplicada a los armamentos. Hoy, m¨¢s de la mitad de los Estados miembros de la ONU son dictaduras militares, con una u otra variante, con uno u otro matiz.
Sin embargo, en un an¨¢lisis de rigor cient¨ªfico no deben confundirse los sistemas pol¨ªticos parecidos, pero no iguales: dictadura fascista y dictadura militar, son dos formaciones pol¨ªticas claramente diferenciadas (y sobre esta cuesti¨®n podr¨ªamos discutir otro d¨ªa, ya,que la confusi¨®n se ha propagado y consolidado en numerosas y a veces importantes cabezas). Ahora bien, el car¨¢cter espec¨ªfico de uno y otro Estado no impide que los dos produzcan una serie de jq¨¦ctos extremadamente semejantes. Es m¨¢s, en lo que se refiere a los m¨¢s graves, los que m¨¢s nos preocupan, son los mismos efectos: la monstruosa destrucci¨®n de vidas humanas, la opresi¨®n -f¨ªsica e intelectual- de millones de seres humanos.
Antiguas y nuevas formas de dictadura o de reg¨ªmenes superautoritarios proliferan todav¨ªa por el mundo. Por eso, diversos politic¨®logos, historiadores y soci¨®logos, uniendo nuestras inquietudes te¨®ricas y en algunos casos los problemas individuales concreto!, estamos desarrollando investigaciones sistem¨¢ticas sobre los Estados que se basan en la violencia y, por tanto, en la ilegitimidad.
En Par¨ªs trabajamos en esas ?cuestiones, sobre todo en el seminario dirigido por Maurice Duverger en el ?Centre d'Analyse Comp¨¢rative des Systemes Politiques? del departamento de ciencia pol¨ªtica de la Sorbona. En tal sentido, las actividades con Guy Hermet, en la Fondation Nationale de Sciences Politiques, son asimismo prometedoras de importantes resultados. Nicos Poulantzas, que a mijuicio es quien m¨¢s l¨²cidamente ha profundizado en el estudio del fascismo, tambi¨¦n sigue ahondando sus an¨¢lisis sobre el Estado contempor¨¢neo a partir de sus cursos en la Universidad de Vincennes y el L'Ecole Pratique des Hautes Etudes.
Estas investigaciones te¨®ricas tienen, insisto en ello, claros objetivos pr¨¢cticos: ver la manera de contribuir a la reducci¨®n, a la liquidaci¨®n de las dictaduras y evitar en suma que se reproduzcan. En el seno de esos seminarios sostenemos -entre otras tesis principales- que el retorno, a veces bajo formas remozadas, de viejas barbaries, Suele estar ligado a dificultades en el nacimiento de las nuevas ten dencias pol¨ªticas; tal fen¨®meno se articula a obst¨¢culos, no s¨®lo ex ternos, sino a la vez internos, en el crecimiento de la hegemon¨ªa, estrictamente entendida como direcci¨®n intelectual, ¨¦tico-pol¨ªtica, de la sociedad. Se trata, en suma, de crisis de hegemon¨ªa.
En las sociedades de alto desarrollo industrial, como Francia, en las que las clases sociales coexisten democr¨¢ticamente, observamos la funci¨®n de la hegemon¨ªa como fundamento del consensus. Naturalmente esa convivencia no'existe sin tensiones y de vez en cuando afrontamientos entre unos y otros sectores clasistas.
Pero estas sociedades, por fortuna ya est¨¢n alejadas de las formaciones sociales que contin¨²an inmersas en ?modelos? primitivos en los que la gente est¨¢ sometida a un jefe absoluto; en los pueblos de elevada integraci¨®n democr¨¢tica, las tensiones y hasta cierto punto los afrontamientos se aceptan como realidades normales, constitutivas de lo m¨¢s vivo de un pa¨ªs que no cierra sus puertas al futuro. No solo se aceptan, sino que casi todos creen -en todo caso forman parte de la legalidad- en los necesarios est¨ªmulos que esas tensiones producen, el encauzamiento progresivo de las cuales lleva a niveles m¨¢s ricos -material y moralmente- de organizaci¨®n social.
El desarrollo del pensamiento pol¨ªtico democr¨¢tico y progresista en el seno de la sociedad, constituye la m¨¢s aut¨¦ntica din¨¢mica de los cambios en cualquier momento hist¨®rico. La clave decisiva para liberar a las sociedades de su respectivo peso del pasado -en especial las dictaduras- radica, precisamente, en la formaci¨®n de una voluntad colectiva guiada por una s¨ªntesis hegem¨®nica acorde con ideas de la inmensa mayor¨ªa.
Ahora bien, si la violencia suele aplicarse con fulminante rapidez, en cambio la elaboraci¨®n hegem¨®nica y, sobre todo, la consolidaci¨®n de una direcci¨®n pol¨ªtica, moral e intelectual para el conjunto de la sociedad, no puede ser m¨¢s que el fruto maduro durante largo tiempo -y a veces complejamente- cultivado.
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