Catalunya como ejemplo
Dentro del ¨¢mbito del Estado espa?ol, Catalunya no es, evidentemente, el ?pa¨ªs-l¨ªder?, pero s¨ª puede ser el ?pa¨ªs-ejemplo?, ya que por su grado de desarrollo econ¨®mico, cultural y social presenta cumplidamente lo que ser¨¢ la Espa?a del futuro pr¨®ximo.Por ello los proximos a?os podr¨ªan ser la ?chance? catalana en el conjunto hisp¨¢nico. Ya hubo una durante la segunda Rep¨²blica que fue desaprovechada por pol¨ªticos catalanes llevados al, Poder por una corriente accidental que no hab¨ªan sabido crear y que no supieron dominar: "Critigar de ser Ios representantes de la Catalunya -europea de, aquel los momentos, m¨¢s bien fueron una ¨²ltima versi¨®n de un modelo pol¨ªtico verbalista e ineficaz, muy siglo XIX espa?ol.
Hay que evitar que se repita tal situaci¨®n en la nueva oportunidad que se puede presentar. El pol¨ªtico catal¨¢n podr¨¢ tener un papel en esta Espa?a que parece esperanz¨¢damente, querer en formas de vida social, econ¨®mica, cultural y pol¨ªtica, si partiendo de una raigambre espont¨¢nea y viva en su propia realidad inmediata, procura no, caer en un locallismo estrecho y apocado, resultado -a menudo inconsciente de un sentiminiento de inferioridad- que el catal¨¢n debe sacar de encima-.
Pues sigue siendo de m¨¢xima actualidad el hecho evidente de la ausencia casi total de catalanes en gobiernos, de los ¨²ltimos cuarenta a?os ausencia que todav¨ªa se dejan notar en el equipo actualmente en el poder. Ante este hecho, no me parece un buen punto de partida para el futuro Ias simple queja ni la aparente satisfacci¨®n. Vale la pena me parece ahondar en la cuesti¨®n y tomar posiciones claras ante ella.
Hasta ahora el fen¨®meno era l¨®gico. La guerra civili signifi c¨® la derrota de lo que Catalu?a mayoritrariamente, sent¨ªa y representaba. Si despu¨¦s de ella los catalanes en el Gobierno, fue en virtud de una mera ?concesi¨®n geogr¨¢fica?. Dichos ministros no pretender una representativa autentica con frecuencia,eran catalanes s¨®lo por el accidente del lugar de nacimiento.Y su n¨²mero porque no ten¨ªan otra base sociol¨®gica que la de una peque?a minor¨ªa, ni representaban (si es que llegaran a hacerlo) m¨¢s que a minor¨ªas cuyas ra¨ªces estaban m¨¢s fuera que dentro de Catalunva.
No deja de ser significativo que en la hora emprender una nueva ruta, el pa¨ªs que mejor preparado est¨¢ para el cambio, no se halle m¨ªnimamente- presente, aunque fuese a titulo personal- en los ¨®rganos de direcci¨®n.
""Poque es un Gobierno que viene todav¨ªa del pasado?, se dir¨¢. Con raz¨®n seguramente. Pero procuremos que las razones de ayer no, se conviertan en excusas para el ma?ana: ?Estamos seguros que la presencia efectiva de los catalanes en los gobiernos venideros -que ya no saldr¨¢n del pasado- ser¨¢ mucho mayor si, el horizonte de los pol¨ªticos locales no empieza a ensancharse?
Es evidente que Ias fuerzas pol¨ªticas catalanas -sin excepciones ni, a derecha ni a izquierda deben tener hondo arraigo en el pa¨ªs, han de ser emanacion del pueblo de todo el pueblo han de expresar su voluntad y defender sus irrenunciables derechos. Mas, si quieren estar a la altura de los tiempos, si desean cumplir su misi¨®n, es preciso que, bien erguidos sobre, la realidad catalana, hagan sentir su voz por todo el ¨¢mbito del Estado espa?¨®l, participen en la pol¨ªtica genera espa?ola, y aspiren a orientarla de acuerdo con sus Propias concepciones.
Ser¨ªa parad¨®jico y pol¨ªticamente culpable, -aunque no ser¨ªa la primera vez- que cuando Espa?a se encamina colectivamente hacia formas de organizaci¨®nj pol¨ªtica, hondamente enraizadas en la manera de ser del pueblo catal¨¢n, sus hombres m¨¢s representativos se limitasen a ?cultivar l'horter?, dejando ocasi¨®n de tomar sobre s¨ª las reponsabilidades que Catalu?a y Espa?a entera tienen derecho a esperar que asuman.
Uno de los graves problemas de la Espa?a de los dos ¨²ltimos siglos radica en la falta de correspondencia entre los centros de gravedad democr¨¢tico y econ¨®mico- progresivamente desplazados hacia la periferia- y de centro de gravedad -pol¨ªtico que permanece en la meseta. Si realmente se desea que la Espa?a oficial venga a coincidir con la Espa?a real, resulta indispensable que la periferia adquiera el peso pol¨ªtico que corresponde a su peso demogr¨¢fico, econ¨®mico y cultual. Esto habr¨ªa de conseguir sin tener que buscar valedores en Madrid -como ocurri¨®, en una situaci¨®n pareja, durante la segunda Rep¨²blica-, sino gracias a que los catalanes, adem¨¢s de tener admirablemente ?cuItivado nuestro huerto? pudieramos presentar una nueva, y generosa visi¨®n de Espa?a -pactista, abierta, democr¨¢tica, equilibrada- ,que constituyera un modelo atrayente para todos y que fuera capaz de ?informar? nuestra vida colectiva en el futuro pr¨®ximo.
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