El Estado Federal
ESPA?A tiene un problema regional de ra¨ªz hist¨®rica que, salvadas las dos tentativas republicanas a la postre frustradas, se arrastra sin encontrar adecuada soluci¨®n. El r¨ªgido centralismo de los ¨²ltimos treinta y cinco a?os ha complicado la cuesti¨®n por un doble camino: de una parte, ha intensificado la conciencia nacional de las regiones hist¨®ricas al obligarlas a mantener una tensa pugna por conservar su identidad, y de otro lado ha fomentado, corno reacci¨®n, el sentimiento autonomista en otras ¨¢reas.En un momento de transici¨®n pol¨ªtica como el que vivimos, emprender de nuevo la estructuraci¨®n territorial del Estado revestir¨ªa particular gravedad no s¨®lo por la enorme complejidad t¨¦cnica del tema sino por las fuerzas de toda ¨ªndole que libera el juego de intereses que desata y las susceptibilidades y recelos que engendra. Pero reconocer estas dificultades no comporta negarse a afrontar una cuesti¨®n que reclama a voces una soluci¨®n racional. El tr¨¢nsito a la democracia -para ser calificado de tal- exige la b¨²squeda y discusi¨®n de f¨®rmulas que den soluci¨®n al problema de la diversidad de pueblos de Espa?a. Tales f¨®rmulas deben conjugar su capacidad de soluci¨®n del conflicto con la necesidad de no poner en peligro, en ning¨²n momento, la consecuci¨®n de la democracia. Parece oportuno preguntarse si la idea de Estado Federal, que muchos partidos nacionales y regionales, de derecha e izquierda, propugnan en sus programas de base es la m¨¢s apropiada para facilitar esta etapa predemocr¨¢tica de transici¨®n y su normal conclusi¨®n. Como el interrogante es primariamente pol¨ªtico, ha de plantearse en t¨¦rminos de posibilidad y no como una declaraci¨®n de principios. ?Es hoy posible implantar en Espa?a un Estado Federal? O, lo que es lo mismo: ?se puede pasar de un Estado unitario centralizado a un sistema estatal federal sin. la previa quiebra, m¨¢s o menos traum¨¢tica, de aqu¨¦l?
Hist¨®ricamente, el federalismo naci¨® y sirvi¨® para unir en una entidad superior colectividades o Estados que con anterioridad exist¨ªan en r¨¦gimen de, separaci¨®n e independencia rec¨ªproca. La estructura federal operaba como mecanismo de protecci¨®n de las peculiaridades de origen de los entes federados. Salvo ficciones, como ocurre en algunos Estados latinoamericanos, el proceso inverso -desarticulaci¨®n del Estado unitario nacional- se desconoce en la historia como ejemplo duradero.
Los principales problemas que suscita el establecimiento de un Estado Federal desde una situaci¨®n estatal unitaria son, de una parte, la distribuci¨®n de, competencias entre Estado Federal y Estados federados, y concretamente, el reconocimiento a estos ¨²ltimos de un cierto grado de poder constituyente para darse su propia constituci¨®n dentro de los l¨ªmites marcados por la Federal, que aparece as¨ª como un pacto entre Estados, y de otro lado, una delimitaci¨®n no arbitraria de las fronteras territoriales de los Estados miembros. Ambas operaciones exigir¨ªan cirujanos de altos y finos vuelos, y un consenso que estamos muy lejos de alcanzar.
Adem¨¢s, este conjunto de problemas ha de solventarse en un momento hist¨®rico en que la propia naturaleza y din¨¢mica del Estado moderno, planificador, intervencionista, totalizador y tan diferente del viejo Estado liberal, se resisten a la mera descentralizaci¨®n administrativa. Justamente el federalismo all¨ª donde existe, sufre una notable crisis. Como efecto de las exigencias de la vida econ¨®mica y social, crecen las competencias del Estado central en prejuicio de las atribuciones de los Estados federados de tal modo que aqu¨¦l parece m¨¢s un Estado unitario descentralizado que propiamente federal.
El federalismo interno se mantiene, en esos pa¨ªses, como consecuencia de una tradici¨®n hist¨®rica, cultural e institucional, arraigada. Espa?a carece de esta tradici¨®n y la propia conciencia federativa de los espa?oles es muy escasa incluso en el Pa¨ªs Vasco o en Catalu?a: Seg¨²n encuestas recientes, apenas un diez por ciento de los espa?oles desear¨ªan un Estado Federal y, aun dentro de esta exigua cifra habr¨ªa que ver cu¨¢ntos de ellos saben en qu¨¦ consiste realmente un Estado as¨ª.
El hecho diferencial de los diversos pueblos de Espa?a puede reconducirse por v¨ªas distintas de la federal, cuya adopci¨®n es susceptible de originar conflictos t¨¦cnica y pol¨ªticamente insolubles. Adem¨¢s, la propia cuesti¨®n del Estado Federal lleva consigo una fuerte carga pol¨ªtico-emocional capaz de hacer naufragar todo, el proceso de cambio pol¨ªtico. Entre la mera descentralizaci¨®n administrativa y el federalismo hay f¨®rmulas -estamos seguros- para satisfacer y asimilar las leg¨ªtimas aspiraciones de autonom¨ªa sin cambiar de ese modo la naturaleza del propio Estado.
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