Las ideas y los hechos
El hombre de acci¨®n -y por extensi¨®n todo hombre, cuando factualmente realiza su vida- tiene como campo propio el mundo de los hechos. El hombre de pensamiento -y por extensi¨®n todo hombre, cuando para hacer su vida utiliza la inteligencia- debe ante todo moverse en el mundo de las ideas. Lo cual quiere decir que sin la orientaci¨®n que le ofrezcan las ideas, el hombre de acci¨®n no pasar¨¢ de ser una especie de bestia instintiva; y que el hombre de pensamiento nunca dejar¨¢ de ser un so?ador evanescente, sin el apoyo y el incentivo que en su situaci¨®n le brinden los hechos. Por igual se equivocan, pues, tanto los que ven como puros activistas a los hombres de acci¨®n en verdad solventes, cuanto los que consideran et¨¦reos especuladores a los hombres de pensamiento en verdad responsables.Cuatro instancias diferentes, la vocaci¨®n, el car¨¢cter, la educaci¨®n y la profesi¨®n, se han reunido para hacer de m¨ª un hombre de pensamiento. Todo lo modesto que se quiera, hombre de pensamiento soy, ?intelectual?, como con cierto retint¨ªn fon¨¦tico -sean las comillas su equivalente gr¨¢fico- todav¨ªa sigue diciendo gran parte de la sociedad espa?ola; as¨ª lo han demostrado, pienso, los m¨²ltiples meandros de mi biograf¨ªa. Por tanto, persona que de los hechos trata de obtener ideas v¨¢lidas y que mediante las ideas procura ordenar y entender los hechos en que se realiza y manifiesta la vida a su alcance. Que haya acertado o haya errado en la obtenci¨®n y la formulaci¨®n de tales ideas y en la selecci¨®n y la visi¨®n de tales hechos, es harina de otro costal. Lo importante aqu¨ª y ahora es que as¨ª y s¨®lo as¨ª me siento obligado a proceder.
Aqu¨ª y ahora, no como profesor universitario, sino como intelectual que a trav¨¦s de un peri¨®dico habla a sus compatriotas, los hechos sobre que quiero y debo pensar son aquellos que ante m¨ª pone la vida p¨²blica de mi pa¨ªs. Entre su bullente diversidad tengo que elegir. ?Ruptura o no ruptura con nuestro inmediato pasado? ?Admisi¨®n de todos los posibles partidos pol¨ªticos o cautelosa exclusi¨®n de algunos? ?Relaci¨®n coherente o relaci¨®n incoherente entre la imagen que de Espa?a quiere ofrecerse y la imagen que de Espa?a impone la realidad? ?Asalto de librer¨ªas? ?Estado de nuestra producci¨®n cient¨ªfica? ?Dos Espa?as o m¨¢s de dos Espa?as? No. Me atendr¨¦ a lo que en este momento m¨¢s agudamente me est¨¢ pinchando el alma, y tratar¨¦ de glosar por modo pragm¨¢tico y por modo intelectual un hecho ya denunciado en estas mismas p¨¢ginas: la abrumadora, escandalosa cuant¨ªa a que durante los ¨²ltimos meses ha llegado la cifra de los capitales subrepticiamente sacados de nuestra patria.
Evasi¨®n de capitales. ?Cu¨¢ndo entre nosotros ha cobrado vigencia esta curiosa expresi¨®n; cu¨¢ndo, por tanto, ha comenzado a ser frecuente y grave la pr¨¢ctica por ella nombrada? Respondan nuestros lexic¨®grafos y nuestros soci¨®logos; pero mientras llega su autorizada respuesta, nadie me quitar¨¢ de la cabeza la convicci¨®n siguiente: que la exportaci¨®n clandestina y fraudulenta de bienes privados empez¨® a ser pr¨¢ctica econ¨®micamente perturbadora durante los a?os de nuestra segunda Rep¨²blica. ?Cuando llegue la hora del juicio final, ser¨¢n conocidas muchas cosas hoy ocultas? dice -m¨¢s o menos; cito de memoria- la l¨¢pida que en Pe?¨ªscola recuerda la existencia del Antipapa Luna. ?El d¨ªa en que la Banca suiza haga p¨²blico el contenido de sus libros -lo cual, en inciso, no s¨¦ si acontecer¨¢ antes del juicio final-, no poco ha de cambiar el aspecto hoy t¨®pico de nuestra historia contempor¨¢nea?. Pero sin haber o¨ªdo lo que ese d¨ªa postrero proclamen las invisibles trompetas o los celestes altavoces de los ¨¢ngeles fiscales, desde ahora me atrevo a sostener la opini¨®n cronol¨®gico-pol¨ªtica antes expuesta, y aun a redondearla con otra, de. ¨ªndole pol¨ªtico-sociol¨®gica: que los titulares y responsables de esa evasi¨®n pertenecieron en su gran mayor¨ªa al grupo de quienes de manera habitual se presentan a s¨ª mismos como paladines del amor a la patria; a la dorada pl¨¦yade de los patriotas estamentales, si vale decirlo asi.
Sospecho vehementemente que algo an¨¢logo est¨¢ sucediendo ahora; entre otras razones, porque para practicarla evasi¨®n de capitales es conditio sine qua non el poseerlos, y entre nosotros -al menos desde que, pasado el reinado de Fernando VII, fue tambi¨¦n pasando a la historia la entonces habitual identificaci¨®n sem¨¢ntica de los t¨¦rminos ?patriota? y ?liberal?- el patriotismo oficial, el conservadurismo pol¨ªtico y el acomodo econ¨®mico han solido ser y siguen siendo una muy coherente trinidad psicol¨®gica y sociol¨®gica. Con ello cumplo uno de los primeros deberes del intelectual: ante los hechos, m¨¢s precisamente, ante el enunciado de los hechos, formular conjeturas que permitan interpretarlos y comprenderlos. Ese deber, sin embargo, no podr¨ªa ser responsablemente cumplido si tal enunciaci¨®n no fuese de veras solvente, si no poseyese suficiente garant¨ªa de veracidad. Y puesto que yo me hallo tan lejos de ser financiero o economista, por necesidad debo limitarme, frente al hecho que ahora me ocupa, a la humilde y menesterosa tarea de proponer unas cuantas cuestiones, met¨®dica y razonablemente ordenadas. Helas aqu¨ª:
1.? Si realmente es cierto que la evasi¨®n de capitales ha alcanzado durante los ¨²ltimos meses la cifra que en estas mismas p¨¢ginas se public¨®; es decir, si la cuant¨ªa del pr¨¦stamo que los bancos norteamericanos van a hacemos es o no es inferior a la de esta sangr¨ªa suelta del haber econ¨®mico de los espa?oles.
2.? Si mediante sus poderosos recursos inquisitivos es o no es capaz el Estado de determinar con cierta aproximaci¨®n esa cifra y los nombres de las personas fisicas o jur¨ªdicas que en mayor medida hayan contribuido a levantarla.
3.? Si en el caso de que el Estado posea tal capacidad, le es o no le es l¨ªcito mantener en silencio dichos nombres, mientras millones y millones de espa?oles -todos con su filiaci¨®n completa en los escalafones de los cuerpos administrativos y en la n¨®mina de los trabajadores de las empresas privadas- han de pechar d¨ªa a d¨ªa con la enorme, creciente pesadumbre econ¨®mica que constituyen la vivienda, la alimentaci¨®n, la ense?anza y la enfermedad.
4.? Si en el caso de poder lograr la informaci¨®n antes lograda y de optar luego por el silencio, puede ser muy grande, al menos en lo tocante a democracia y a justicia social, la credibilidad de los actuales gerentes del Estado.
Hasta aqu¨ª, el problema de los hechos tocantes a la evasi¨®n de capitales y alguna de sus m¨¢s inmediatas consecuencias. A partir de aqu¨ª, el problema de la interpretaci¨®n te¨®rica de esos hechos; interpretaci¨®n que nos llevar¨ªa ineludiblemente al estudio de las diversas formas psicol¨®gicas y sociales en que se realiza el coeficiente de malignidad que interviene en la constituci¨®n natural de los horribres, incluidos los menos malvados. Quede para otro momento tan suculento tema.
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