El presidente
HAY MOMENTOS cruciales en la historia de Espa?a. Vivimos uno de ellos. En circunstancias como la actual, cualquier pa¨ªs turbado por el devenir del cambio hist¨®rico y empe?ado en un nuevo proyecto de convivencia, busca los l¨ªderes naturales y los hombres de Estado adecuados al momento. Este es, en nuestro caso, especialmente grave.Hace apenas medio a?o que ha terminado entre nosotros una forma de gobierno autoritaria y personal, que durante casi medio siglo priv¨® a los espa?oles de las libertades de la democracia cl¨¢sica. Estas han sido prometidas, sin embargo, y de manera solemne, por el Rey don Juan Carlos, que aspira a asentar su poder en una Constituci¨®n de corte moderno y liberal. Asistimos mientras tanto a un aut¨¦ntico desmoronamiento econ¨®mico; existe un peligro serio de agitaci¨®n social alimentada por el paro obrero y el aumento del coste de la vida; la oposici¨®n pol¨ªtica se muestra esc¨¦ptica respecto a las posibilidades de un cambio efectivo por el camino iniciado; el mundo espera de nosotros una clara inserci¨®n de Espa?a en la construcci¨®n de la unidad europea, basada en formas de convivencia defensoras de la libertad y los derechos del hombre; las nuevas generaciones de espa?oles se esfuerzan en la superaci¨®n de una guerra fratricida que parti¨®, durante el m¨¢s reciente pasado, el coraz¨®n y el cerebro de nuestros compatriotas. El pa¨ªs necesita as¨ª confianza en el poder, credibilidad en los proyectos de futuro que se le presenten, libertad de opini¨®n y cr¨ªtica, capacidad de acceso de todos los espa?oles, sin distinci¨®n de ideolog¨ªas, a la direcci¨®n de la pol¨ªtica nacional. En una palabra, vivimos una coyuntura hist¨®rica, una crisis de Estado que debe ser resuelta de manera trascendente y firme.
Todo ello explica la sorpresa causada en la opini¨®n p¨²blica por el nombramiento de Adolfo Su¨¢rez como presidente del Gobierno. El se?or Su¨¢rez posee las virtudes propias de un buen pol¨ªtico. Ha dado muestras de brillantez, inteligencia y discreci¨®n. En su reciente actuaci¨®n en las Cortes, en defensa del proyecto de ley de Asociaci¨®n Pol¨ªtica, se present¨® como un ministro seguro de su papel y un orador de tono nuevo y diferente. Pero no es ¨¦sta hora de pol¨ªticos, sino de estadistas.
Dec¨ªamos recientemente que el primer ministro necesitar¨¢ autoridad y credibilidad para llevar a cabo la operaci¨®n de ingente reforma pol¨ªtica que este pa¨ªs necesita. M¨¢xime cuando de lo que se trata es del asentamiento firme de la instituci¨®n mon¨¢rquica entre nosotros, sin resquicio de posible duda respecto al car¨¢cter democr¨¢tico de esta instituci¨®n. Advert¨ªamos de la necesidad, por ello, de no dar la impresi¨®n de frenazo o involuci¨®n con el nombramiento de nuevo presidente. Lo menos que puede decirse es que la impresi¨®n primera que hoy se ofrece no es de aceleraci¨®n del cambio.
No deben los espa?oles negar su ayuda al presidente del Gobierno, pero por honradez y por patriotismo es preciso decir a ¨¦ste que va a necesitar mucha. Hay un amplio consenso de opini¨®n respecto al hecho de que la tarea que le aguarda es mucho mayor que las ilusiones que suscita, sobre todo si se piensa que quien ahora accede a la m¨¢xima responsabilidad ejecutiva de la naci¨®n lo hace desde la Secretar¨ªa General del Movimiento. Dato anecd¨®tico seguramente, pero que aumenta las dificultades a la hora de anunciar una pol¨ªtica de reconciliaci¨®n.
Por lo dem¨¢s, el ¨²nico sincero deseo que albergamos hoy es el de poder decir dentro de un tiempo breve. que la designaci¨®n del se?or Su¨¢rez nos ha parecido acertada. Mucho depende al fin de cu¨¢l sea la composici¨®n de este nuevo Gabinete Su¨¢rez y cu¨¢l su programa b¨¢sico de acci¨®n. Pero no bastar¨¢ a la opini¨®n p¨²blica la primera declaraci¨®n del nuevo presidente para hacer encender otra vez la llama de la esperanza.
Decir estas cosas al jefe del ejecutivo el d¨ªa mismo de su estreno no ha venido siendo costumbre usual entre nosotros. Comprendemos que ha de hacerse un esfuerzo, por eso, para admitir que pueden y deben ser dichas desde una postura sinceramente patri¨®tica.
Porque pensamos que una primera y muy urgente forma de colaborar con el se?or presidente es precisamente ¨¦sta: anunciarle el asombro, no exento de cierta inhibici¨®n, que su nombramiento ha causado. Y despu¨¦s de ello, garantizar sin reticencias nuestro m¨¢s ferviente deseo de que acierte en su gesti¨®n. Por el bien de los espa?oles todos.
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