"Amnist¨ªa", "libertad", en la muleta de un espont¨¢neo
Ayer se celebr¨® la primera corrida de los sanfermines con toros bien presentados y nobles de Osborne Domecq para Manolo Cort¨¦s (ovaci¨®n y saludos y silencio), D¨¢maso Gonz¨¢lez (pitos y oreja) y Currillo (ovaci¨®n y saludos y silencio -es un decir-).
La corrida estaba politizada y no por que la tema fuera de presidenciables o de futuribles, sino porque el pueblo vive la pol¨ªtica y la lleva a los toros o al r¨ªo o a donde haga falta. No es que me extra?e: toros y pol¨ªtica han tenido siempre una fuerte conexi¨®n, como si ambos conceptos fueran espejo el uno del otro, seg¨²n convenga, pero la politizaci¨®n de la primera corrida de los sanfermines se sali¨® de madre, y tanto se sali¨® que ya no fue ni corrida ni pol¨ªtica, y los que hab¨ªan ido a los toros se encontraron con el Calor de la libertad y la amnist¨ªa, de vivo vozarr¨®n y por escrito, y los que fueron a politizar el asunto se encontraron con que un albacetense llamado D¨¢maso Gonz¨¢lez les ganaba el ¨¢nimo, le pedian con clamor una oreja y los gritos de amnist¨ªa y libertad se cambiaban por los menos ambiciones de ??como D¨¢maso no hay ninguno!Bueno, en los sanfermines estamos y no hay que pedirle peras al olmo. Una corrida de sanferm¨ªn se parece a cualquier otra lo que el huevo a la casta?a. Las pe?as, el ?riau-riau?, ?La Ramona? y las voces dichas, con pancartas y banda, llenan el espect¨¢culo, de tal forma que el otro, el torero, es accesorio. Y as¨ª sucede siempre, salvo en lo de las voces libertarias, seg¨²n nos dicen, pero ayer hubo una f¨®rmula nueva que contar¨¦, aunque las c¨¢maras de Televisi¨®n Espa?ola estaban en la plaza ofreciendo la corrida en directo a treinta y cinco millones de espa?oles y supongo que recoger¨ªan fielmente, la noticia.
Sucedi¨® que nada m¨¢s salir el primer toro, un ejemplar al que mirar¨ªa de hito en hito, por su respeto y su cornamenta astifina, el mism¨ªsimo Juan Belmonte, salt¨® a la arena un espont¨¢neo que no se muri¨® all¨ª mismo, no s¨¦ si porque el toro ten¨ªa el temperamento apagado, como ocurri¨® con toda la corrida, o porque lo de sanferm¨ªn al quite es m¨¢s que una frase, pues es tirarse a morir si se sale, como hizo el mozo, cuando el funo est¨¢ fresco y, pujante, al menos en teor¨ªa, para darle derechazos con una blusilla mal liada a un palo. Ese fue el espont¨¢neo, dir¨ªamos, en sentido estricto. Pero en el tercero de la tarde el que salt¨® fue un espont¨¢neo, dir¨ªamos, en sentido lato. Quiero explicar que dudo si era en efecto un espont¨¢neo, un capa desesperado, o un mozo de las pe?as convertido en h¨¦roe, o bien un profesional del toreo, porque se apreci¨® que ten¨ªa oficio por c¨®mo escog¨ªa los terrenos, c¨®mo presentaba la muleta y c¨®mo traz¨® un molinete. ?He dicho muleta?, pues ah¨ª est¨¢ la clave: porque en la muleta, con r¨®tulos enormes, se le¨ªa por el anverso ?amnist¨ªa? y por el reverso ?libertad? (la televisi¨®n lo ofrecer¨ªa en primer plano, supongo, y donde no, en plano americano) y tales voces, tan repetidas en c¨¢nticos durante la tarde, fue lo que flame¨® sobre fondo rojo por el ruedo pamplonica y ante la cara de un astado cornal¨®n, durante unos minutos.
?No digamos all¨ª del jaleo! El cirio que entre toro y toro, y durante el toro, forman las pe?as, con sus bandas, en una explosi¨®n de alegr¨ªa, ?viva sanferm¨ªn!, subi¨® de tono hasta el acabose entonces, y si se agri¨® fue porque un banderillero de Currillo, con buen criterio, le ech¨® el guante al abanderado, aunque con tanto af¨¢nquellev¨® a lanzarlo bajo el estribo. Se incorpor¨® el espont¨¢neo, pero fue para ponerse de rodillas y exhibir un clavel rojo que sac¨® de la blusa. Luego se encaram¨® de nuevo al tendido y le absorbi¨® la masa de pe?istas. Al banderillero le cost¨® un serio disgusto su intervenci¨®n pues los mozos, en cuanto ve¨ªan que asomaba un ojo por la boca del burladero, le arrojaban pan y hielo, as¨ª toda la tarde, y le cantaban con m¨²sica la Marcha de Infantes: ??que ese no vuelva, que es un cabr¨®n! ?. M¨¢s a pesar de tal encono, a¨²n le quedaron agallas para bregar y para ponerle al sexto un buen par de banderillas.
As¨ª fue la corrida. Dir¨¢n que los toros de sanferm¨ªn son eso: bullicio, colorido, mozos que arrojan a un compa?ero de una fila a otra, a lo mejor desde la grada hasta la barrera, ?todos queremos m¨¢s?, en canci¨®n, cuando los lidiadores o los lidiados aburr¨¦n, bocadillos,, ajoarnero, sangr¨ªa, champ¨¢n y de todo, y s¨ª, as¨ª es y seguramente as¨ª debe ser, pero este a?o, por lo que vimos ayer, a todo eso hay que sumarle la pol¨ªtica y hay que sumarle adem¨¢s unos valores a los que nadie renuncia: ??Amnist¨ªa! Chin-chin chin. ?Libertad! Chin-chin-chin. ?
Y a todo esto ?los toreros? Pues ya puede imaginarse. Ten¨ªan delante a catedrales -eso s¨ª, sin fuerza-, que embest¨ªan con bravura y nobleza. Tres, uno para cada torero, con boyant¨ªa total. Les torearon como mejor saben. Manolo Cort¨¦s, con finura, tanto en ver¨®nicas como en naturales y derechazos; D¨¢maso Gonz¨¢lez, que no entendi¨® a su primero y lo dej¨® ir a toriles, donde se defend¨ªa, se hart¨® de pegarle circulares al cuarto, en la suerte natural y en la contraria, con la muleta planchada, en total rectitud, ?ojo!, y por esta tarea efectista gan¨® un triunfo; Currillo derroch¨® valor y deseos de agradar con el tercero, y a¨²n con el sexto, si bien ¨¦ste se agot¨® a los dos pases y reten¨ªa faena. A?adir¨¦ de Cort¨¦s,que estuvo torero toda la tarde, ay m¨¢s que nunca, y fue la suya una labor de empaque, pulcritud que merec¨ªa mejores ecos. O ecos, sin plemente, por mejor decir, pues apenas se lo agradeci¨® nadie. Quiz¨¢ porque en la plaza no se llevaba el toreo, sino la pol¨ªtica.
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