?Qu¨¦ error, qu¨¦ inmenso error!
Nada mejor que unas palabras de Franco para titular la cr¨®nica sobre el advenimiento del primer Gobierno de Franco en la Monarqu¨ªa; el primer Gobierno franquista del postfranqu¨ªsmo. Tal expresi¨®n no implica la menor connotaci¨®n peyorativa, impropia en el cronista; es una simple y descarnada descripci¨®n. El error consiste, primeramente, en haber designado a un nuevo Gobierno de Franco cuando toda la opini¨®n pol¨ªtica interior y exterior -ojo, digo opini¨®n pol¨ªtica, no simplemente clase pol¨ªtica- esperaba, despu¨¦s de la cordial defenestraci¨®n de don Carlos Arias, la inauguraci¨®n del primer Gobierno del nuevo r¨¦gimen. Y en lugar de eso nos hemos topado con un error, un inmenso error
Esto es un Gobierno de Franco, primero, por lo inesperado y desvinculado de la opini¨®n pol¨ªtica; segundo, por la conjunci¨®n de las fuerzas sociales que articulaban el franquismo; tercero, porque aparenta una fachada diferente del contenido y las ra¨ªces; cuarto, porque deja al margen a las fuerzas siempre marginadas; la oposici¨®n, las regiones, la media naci¨®n femenina.
Nunca como ahora es necesaria la frialdad valorativa, el designio racionalizador que encauce las derivaciones emocionales al servicio del futuro com¨²n; y como ha interpretado con nobleza el presidente en su meditada alocuci¨®n, al servicio, por su mismo rigor, del propio Gobierno. Lo amargo de las reflexiones en las que naufragar¨¢, para el cronista, alguna amistad que parec¨ªa firme, debe hacerse compatible no s¨®lo con el respeto al nuevo equipo y a las instancias que contribuyeron a su designaci¨®n; sino tambi¨¦n, y sincer¨ªsimamente, con el deseo de que esta cr¨®nica se contemple, dentro de seis meses, como un puro dislate y no como una sombr¨ªa anticipaci¨®n. Jam¨¢s ha sentido el cronista como hoy mayor deseo de equivocarse; mayores tentaciones de ahogar, por motivos privados y hasta ¨ªntimos, el grito p¨²blico de su intuici¨®n y de su deber. Hago expresa declaraci¨®n de respeto profundo al se?or presidente del Gobierno, al se?or presidente de las Cortes, y a todas las personas e instituciones mencionadas; y no rehuir¨¦ rectificaciones fundadas porque las deseo; y porque deseo, ante lo que nos va en ello a todos, el ¨¦xito del Gobierno y mi rotundo fracaso como comentarista de su nacimiento.
Vamos, pues, a los hechos. La destituci¨®n de don Carlos Arias se difundi¨® por todo el pa¨ªs y por todos los ¨®rganos de opini¨®n y decisi¨®n exteriores con un generalizado por fin, que hasta en la inerte Bolsa espa?ola repercuti¨® contundente. Se pon¨ªa t¨¦rmino, con precisi¨®n y clarividencia, a un proceso ficticio que agotaba ya hasta las enga?osas posibilidades d¨¦ su v¨ªa muerta. La unanimidad positiva -el acierto del cese- era equivalente a la negativa (las causas del cese).
Los nombres posibles
Pero nadie quer¨ªa preocuparse por cosas pasadas cuando, al avanzar la noche tormentosa del primero de julio, las dos unanimidades sobre la ca¨ªda se transformaban insensiblemente en unanimidad de expectaci¨®n y de esperanza. El viernes 2 de julio este peri¨®dico traduc¨ªa el pron¨®stico general: Cinco nombres posibles para nuevo jefe de Gobierno: Areilza, Fern¨¢ndez-Miranda, Fraga, Guti¨¦rrez Mellado y Vega Rodr¨ªguez. Ten¨ªa raz¨®n racional el redactor del t¨ªtulo: ¨¦sos eran los nombres posibles. Pero los periodistas debemos leer, ante todo, nuestro propio peri¨®dico, que a veces anticipa los nombres imposibles.
En el n¨²mero del 23 de mayo, dentro de esta serie de cr¨®nicas provisionales, se descartaba la probabilidad de un presidente militar, y se apuntaba como presidenciable, ?aunque algunos van a sorprenderse, el ministro secretario general del Movimiento, don Adolfo Su¨¢rez?. Tales cosas hube de o¨ªr sobre la insentatez de semejante pron¨®stico, que al domingo siguiente, 30 de mayo, reincid¨ª a fondo con razones que rele¨ªdas hoy producen alg¨²n escalofr¨ªo. Estas: ?La designaci¨®n como segundo ?outsider? de Adolfo Su¨¢rez daba por segura, evidentemente, su victoria sobre el duque de Franco, que no cabe menospreciar, sobre todo por lo abultada. Su¨¢rez goza de prestigio creciente en los c¨ªrculos asesores. No ha sido aplastado, como muchos pronosticaban, por la competencia y la proximidad de Fraga, a quien a veces coloca tanteos de balonmano. Ha cuajado un excelente equipo: Banqueros y empresarios le elevan en su ?ranking? pol¨ªtico. No tiene enemigos importantes. Fui testigo de c¨®mo gan¨® a pulso y de forma abrumadora y convincente una elecci¨®n popular directa en su provincia. Cuenta con el apoyo casi incondicional de sectores vinculados al Opus Dei, que no est¨¢n muertos sino agazapados.
En estas l¨ªneas, escritas y publicadas un mes casi justo antes de su nombramiento, tienen ustedes las claves para la irresistible ascensi¨®n de don Adolfo Su¨¢rez Gonz¨¢lez a la Presidencia del Gobierno.
El responsable de la crisis
Los c¨ªrculos asesores, cuya menci¨®n tanto indigna a un colega que me cubr¨ªa de elogios cuando me ve¨ªa m¨¢s cerca del poder, y ahora jam¨¢s lograr¨¢, con sus zancadillas de tercera regional, menci¨®n de su nombre en estas p¨¢ginas, son, para decirlo en plata, el sistema de cortocircuitos pol¨ªticos instalados, con criterios artesanales no exentos de habilidad, por el evidente mu?idor y responsable no ya pol¨ªtico, sino hist¨®rico, para la inesperada salida de esta crisis; el presidente de las Cortes espa?olas, don Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda y Hevia. Los elementos del sistema de cortocircuitos son los que pueden deducirse de dos fuentes; el magistral informe publicado por este peri¨®dico en su n¨²mero -que ser¨¢ hist¨®rico- del 6 de julio con el t¨ªtulo Nombres para una crisis complementado con el arriesgado intento de penetraci¨®n de Cuadernos para el Di¨¢logo (3 de julio) sobre las vinculaciones pol¨ªtico-religiosas de algunos personajes que prestan sus servicios en el palacio de La Zarzuela. Junto a la se?al de alarma de los c¨ªrculos asesores, captada y articulada por el presidente de las Cortes, el segundo elemento activo de la crisis ha sido el cuadro pol¨ªtico de amistades de don Adolfo Osorio, triunfador visible (media docena de amigos en el Gobierno), aunque don Torcuato ha sido el triunfador profundo.
El caso es que a las siete de la tarde del s¨¢bado 3 de julio de 1976, todo parec¨ªa posible para el futuro de Espa?a enmarcado en la nueva y tradicional Corona. Se daba por descontada la inclusi¨®n en la terna de don Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, y su nombramiento inmediato. Al presunto presidente se le hab¨ªa rodeado de indicios bastantes para que se convenciera de su elecci¨®n quienes conoc¨ªan su no inclusi¨®n en la tema, y pod¨ªan revelarlo, no pensaron en llamarle para deshacer el equ¨ªvoco y la irrisi¨®n con que se premiaban, de hecho, los m¨¢s altos servicios individuales rendidos a la nueva Monarqu¨ªa. Media hora despu¨¦s, a las siete y veinticinco, estallaba el nombre de don Adolfo Su¨¢rez -el que cont¨® con menos votos del Consejo- para la Presidencia. Se cuarteaba toda la filigrana de credibilidad exterior sin la que el nuevo r¨¦gimen no podr¨¢ avanzar un paso. Retornaban, en silencio sarc¨¢stico, sombras desahuciadas sin respeto para lajuvenil sonrisa de futuro que exhib¨ªa, en medio de su justa preocupaci¨®n, el nuevo presidente. Fuentes que para el cronista son fidedignas transmit¨ªan a vuelta de noticia las primeras palabras de don Juan de Borb¨®n en la capital de su condado: ?Imposible, imposible, imposible?.
El pacto de hierro
Al subrayar el 20 de junio el certero aviso dado por este peri¨®dico con fecha del 15 sobre la maniobra de altura para sustituir al presidente Arias, este cronista resum¨ªa as¨ª el intento: ?La operaci¨®n consistir¨ªa en un pacto entre el b¨²nker econ¨®mico los tecn¨®cratas desplazados y el Neomovimiento Organizaci¨®n, llamado tambi¨¦n Uni¨®n del Pueblo Espa?ol?. Es otra forma de describir la parte m¨¢s visible del sistema de cortocircuitos cortesanos (las Cortes, la Corte) a que nos hemos referido antes, ?Ser¨¢ necesario adscribir a cada uno de esos sectores los nombres de un nuevo Gobierno presidido por el ex presidente de la UDPE, que ha montado su carrera pol¨ªtica sobre la aguda vertiente que ensambla al Movimiento diluido y al frente pol¨ªtico-conservador, vinculado al Opus Dei? Pero cuidado con las simplificaciones. Persona por persona ¨¦ste es un Gobierno aceptable; y en algunos casos -Men¨¦ndez, Oreja, Mart¨ªn Villa, Lavilla, Mata- un Gobierno de primera divisi¨®n, que nos compensa por el sofoco de las primeras listas. Este Gobierno querr¨¢ reformar y negociar. Pero ser¨¢ muy dif¨ªcil que a la hora de la verdad se lo permitan las fuerzas reales que lo han forjado. Adem¨¢s, hoy, en la Espa?a de 1976, no puede funcionar un Gobierno sin tener dentro a las regiones, a las clases inferiores y a las mujeres de Espa?a. No es ¨¦ste un Gobierno Opus. El frente pol¨ªtico-conservador del Opus ha estado en la trama, pero ha sacado poca tajada en beneficio de su participaci¨®n colateral en el b¨²nker econ¨®mico. Parece que ese frente pol¨ªtico del Opus Dei se contenta con mantener posiciones en el nuevo equipo, aparte de conexiones presidenciales.
Este Gobierno, y toda la operaci¨®n, necesitaban una coartada. Los planificadores de la maniobra contaban con la digna abstenci¨®n de Manuel Fraga Iribarne, que debe servirle de experiencia definitiva para su nuevo retomo -atenci¨®n- nuevamente ineludible. Para Fraga, la crisis ha sido un providencial gong que le reabre, ya sobre las cuerdas, una decisiva posibilidad de lucha y de regreso. Pero, felices con la aquiescencia de las alturas al proyecto, no calibraron las consecuencias del bofet¨®n -con resonancias mundiales- al conde de Motrico, que ha reaccionado como esper¨¢bamos de ¨¦l quienes cre¨ªamos en ¨¦l.
Entonces los discutibles art¨ªfices de la maniobra se lanzaron desesperadamente a improvisar la coartada. Les lleg¨®, cuando estaban perdidos, mediante la permanencia -equivocada- de Leopoldo Calvo Sotelo en el Gobierno, y sobre todo gracias a la versi¨®n T¨¢cito del inmenso error. Con la m¨¢quina rechinando de sorpresa, debo declarar aqu¨ª que don Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda y don Adolfo Su¨¢rez han logrado convertir en victoria p¨ªrrica su ya cantado desastre, gracias a la incorporaci¨®n de dos j¨®venes s¨ªmbolos: don Marcelino Oreja, subsecretario de don Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, y don Landelino Lavilla, presidente de la Editorial Cat¨®lica. Comprendo sus razones personales. Conozco las gestiones que les han convencido. Pero me sigue asombrando la decisi¨®n de dos hombres que eran, hasta ayer, una baza segura del futuro. Sobre la actuaci¨®n de don Alfonso Osorio en toda la operaci¨®n volver¨¦ con rigor suficiente para provocar curiosidades en el mism¨ªsimo centro de Torrelavega.
Al fondo, la Banca
El Gobierno Arias se ha hundido, primero, por la incomunicaci¨®n entre la Presidencia y la Jefatura del Estado, agravada por la vulnerabilidad de la primera ante los cortocircuitos elementales del b¨²nker pol¨ªtico; y segundo, por la carencia total de pol¨ªtica y de credibilidad econ¨®mica en medio de una crisis rayana en la angustia nacional. Al situarse a la deriva la pol¨ªtica econ¨®mica, el sector m¨¢s afectado es la clase media y baja, pero el sector que se siente m¨¢s amenazado es la Banca. En una situaci¨®n semejante, de desconcierto econ¨®mico, a fines de enero del a?o 1930, la Banca decidi¨® ocupar el poder econ¨®mico en un Gobierno de liquidaci¨®n dictatorial con prop¨®sitos liberalizadores. Mi abuelo Juan de la Cierva y Pe?afiel, describ¨ªa as¨ª el intento:
?Se propuso para la cartera de Hacienda al se?or Garnica, liberal (del Banco Espa?ol de Cr¨¦dito) y debo suponer que tal iniciativa parti¨® de Camb¨® y Maura (este ¨²ltimo del mismo Banco) tal vez por haberse negado antes el marqu¨¦s de Cortina (tambi¨¦n de ese Banco) muy considerado, como Garnica, por el Rey. No acept¨® Garnica y entonces propusieron al se?or Arg¨¹elles, tambi¨¦n amigo del Rey (y consejero del repetido Banco) amigo pol¨ªtico de Bugallal y lograron que aceptase; pero ya entonces hubo que contar con Wais (ligado con el afortunado Banco). ?
En la presente ocasi¨®n, los dos primeros nombres de la terna presidencial (se?ores Silva y L¨®pez Bravo) son consejeros del Banco Espa?ol de Cr¨¦dito, con el que tienen, o han tenido, relaci¨®n profunda los nuevos ministros se?ores Landelino Lavilla (que fue secretario general del afortunado Banco) y Carriles. No faltan, en alg¨²n ministro m¨¢s, conexiones pr¨®ximas y aun ¨ªntimas a la importante entidad bancaria, de la que son primer¨ªsimos accionistas diversos miembros del que podr¨ªamos llamar, en ortodoxia org¨¢nica, tercio familiar del Consejo del Reino. Los se?ores Garnica y Arg¨¹elles -din¨¢sticamente hablando- han sonado con insistencia al margen de la actual maniobra.
Como sabe todo el mundo, el Gobierno palatino-bancario de 1930 dur¨® hasta los comienzos de la siguiente primavera. Las convulsiones espa?olas ten¨ªan, en aquella transici¨®n, un ciclo muy largo.
Desde el pasado martes 6 de julio, la vida pol¨ªtica espa?ola est¨¢ presidida por una colosal contradicci¨®n. Los partidos pol¨ªticos, legales ante la ley, est¨¢n prohibidos por el C¨®digo-Penal. Por primera vez en la historia del Derecho, una persona puede ir a la c¨¢rcel por el solo hecho de efectuar un acto plenamente legal. Un dato tremendo para el nuevo ministro de Hacienda: en abril, un 39 por 100 m¨¢s de turistas ha dejado aqu¨ª un 14 por 100 menos de divisas. Vuelven, frustradas, las pesetas detra¨ªdas a Espa?a por la cobard¨ªa de sus clases superiores.
No hay mujeres -¨¦ste es, insisto, el aspecto femenino del inmenso error- en el nuevo Gobierno. Quienes quieren ya lanzar la campa?a sobre la juventud ministerial recuerden -en abstracto- la sentencia del conde de Mayalde sobre algunos pol¨ªticos j¨®venes del r¨¦gimen anterior: ?Tienen todos nuestros defectos y ninguna de nuestras virtudes?. Esto, amigos, ha sido un disparate, y s¨®lo un milagro puede salvarlo. Con expresa reiteraci¨®n de mis profundos deseos de equivocarme, se me agolpa la poca historia que s¨¦, y el poco sentido pol¨ªtico que me resta despu¨¦s del susto, para decirles a ustedes lo que creo que va a pasar. Durante unas semanas los problemas se esconder¨¢n dentro, por el calor; pero all¨ª se incubar¨¢n de manera incontenible. All¨¢ por el oto?o estallar¨¢n, y caer¨¢ este Gobierno sin plantear siquiera una resistencia. Entonces la Corona, que a trav¨¦s de la Presidencia de las Cortes se ha visto seriamente comprometida en la maniobra que hoy nos embarga (cuando todo estaba ganado, por Dios, cuando todo el futuro parec¨ªa y estaba a mano) acudir¨¢ a la convocatoria de un Gobierno Nacional, el que ahora esper¨¢bamos, si no se ve obligada al recurso militar directo. Entonces media docena de grandes espa?oles olvidados de C¨¢novas, y lo que tiene m¨¢s m¨¦rito, sin el menor recuerdo para los muelles de don Antonio Maura, ahogar¨¢n sus agravios con su patriotismo absoluto para salvar lo que ahora simplemente hab¨ªa que encauzar. A esta situaci¨®n nos ha tra¨ªdo y nos llevar¨¢ la excelente intenci¨®n y la torpeza pol¨ªtica de dos servidores de la Corona, que han preferido actuar como coordinadores de los miedos deshelados por la crisis econ¨®mica en el coraz¨®n peque?ito de la gran derecha espa?ola.
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