En la resaca de la crisis
Al anochecer de San Ferm¨ªn el cronista contemplaba, at¨®nito, c¨®mo se hace de verdad un peri¨®dico: ¨¦ste. Porque casi nadie sabe que un peri¨®dico -incluso en los d¨ªas m¨¢s tensos- se hace en silencio, cada vez m¨¢s concentrado, aunque cada vez m¨¢s interrumpido por la entrada del redactor-jefe en el despacho del director para un intercambio de cuatro palabras: una sugerencia, una orden. Despu¨¦s de pensarlo quince segundos, el director vio hueco y fij¨® la tirada; exactamente triple de lo que conced¨ªan, al d¨ªa siguiente, los envidiosillos dotados de mayor generosidad. (Qu¨¦ tremenda responsabilidad la de estas decisiones, tres o cuatro por noche, que pueden lastrar o relanzar la imparable andadura de un ¨®rgano joven en pleno proceso de consagraci¨®n.)Los dos mil setecientos bachilleres que solicitan ingreso en primer curso de periodismo universitario debieran haber enviado aquella noche a sus representantes para que vieran lo que yo vi. Avisan de redacci¨®n por el estridente interfono: ?Ha llegado una foto graciosa, con el guardia de Presidencia cerrando el paso a Landelino?. Con doce horas de cansancio en los p¨¢rpados, el director, sin ver la foto, ya hab¨ªa viste, el gol de la portada. Y lo clav¨® sin vacilar, mientras el cronista, m¨¢s cl¨¢sico, aventur¨® la apuesta: ??A que ma?ana la competencia mete en primera las diecinueve fotos de carnet?? Gan¨¦ la apuesta. Uno tras otro, los peri¨®dicos hist¨®ricos comunicaban, foto a foto, las diecinueve caras que desde doce horas antes ya no eran noticia
Nace un nuevo periodismo
Est¨¢ naciendo, ante nuestros ojos, un nuevo periodismo. Tres se?ores ministros no se han dignado enterarse. Esto es muy grave, y lo tengo que decir. En los ¨²ltimos d¨ªas, tres ministros -ninguno era el de Informaci¨®n y Turismo cesante ni saliente- y, para decirlo con mayor claridad, tres ministros del actual Gobierno -antes o despu¨¦s de serlo-, llamaron por tel¨¦fono a sendos peri¨®dicos para interferir -en alg¨²n caso con proleg¨®menos de muy poca clase- en la publicaci¨®n de sendos art¨ªculos. Se?ores, esto se va a terminar, porque es intolerable. Bienvenida toda llamada de ministros antes o despu¨¦s de un art¨ªculo; si es para informar, para puntualizar, para criticar. Pero jam¨¢s para interferir. Esa era una de las razones que me movieron a caricaturizar a este Gobierno como un Gobierno de Franco; porque el sistema de interferencias telef¨®nicas al margen de la ley era la cobertura secreta de las disposiciones vigentes en materia de polic¨ªa informativa. Por respeto al propio Gobierno, esto debe terminar. No es un deseo, sino una actitud. En la cr¨®nica de cada domingo este periodista publicar¨¢, en adelante, los nombres y circunstancias de los personajes situados en el Poder que incurran en interferencias de este tipo.
Por un exceso de generosidad y de juego limpio retira del teclado los tres nombres que han provocado este comentario. Una de las lecciones m¨¢s profundas de mi reciente excursi¨®n japonesa -un solo peri¨®dico tira all¨ª tres veces m¨¢s ejemplares diarios que toda la prensa espa?ola junta- es que la Prensa-instituci¨®n es siempre cr¨ªtica. Problemas como los que hoy se presentan aqu¨ª a determinado peri¨®dico, con riesgo evidente de convertirse en la versi¨®n comprensiva del Bolet¨ªn Oficial del Estado, ni pueden plantearse en Tokyo; donde un peri¨®dico critica abierta y sinceramente a su propio director en el improbable caso de que sea nombrado ministro, y digo improbable porque en esas sociedades culturalmente maduras, la prensa es de verdad el cuarto poder que equilibra desde la sociedad -jam¨¢s desde el Estado- a los otros, tres; mientras, el poder del Gobierno es solamente uno de los otros tres. Es decir, que pensar en el se?or Alsop como secretario de Prensa de la Casa Blanca es un absurdo; c¨®mo aqu¨ª debemos luchar para que sea un absurdo proponer a un periodista importante como director general de Prensa.
Lo conseguiremos cuando advirtamos que el cargo de director general de Prensa -en sus diversas denominaciones- es sencillamente contradictorio. A esta convicci¨®n debemos ir, adem¨¢s de fijarnos, colectiva y profesionalmente, un objetivo esencial: arrancar a la radio y a la televisi¨®n del control partidista y restringido del Gobierno, para ponerlas al servicio directo de la sociedad en el cuadro, pero sin la interferencia del Estado. Otra de las razones por las que describ¨ª como franquista a este Gobierno es mi convicci¨®n de que el se?or Su¨¢rez va a utilizar al se?or De la Viuda -que es un hombre de talante liberal- al frente de una televisi¨®n constitutivamente totalitaria, de forma paralela a como utiliz¨® el se?or Carrero Blanco en el mismo lugar al se?or Su¨¢rez, que para los c¨¢nones de la ¨¦poca era tambi¨¦n un hombre con talante liberal. Es curios¨ªsimo c¨®mo Televisi¨®n Espa?ola filtra las opiniones extranjeras sobre el nuevo Gobierno, una vez puesta inmediatamente bajo la directa inspiraci¨®n del nuevo presidente. Deliciosa la expresi¨®n que utiliz¨® TVE para resumir la reacci¨®n helada de buena parte de la prensa -excepto la implicada en la maniobra frente a la soluci¨®n de la crisis: ?Algunos medios de informaci¨®n no ocultan algunos comentarios cr¨ªticos?. ?Manda carallo!, que dicen por la periferia.
Alg¨²n medio ha llegado, triste es decirlo, al borde de la prostituci¨®n por actuar como plataforma indecorosa para el medro personal de su inspirador. Su espl¨¦ndido equipo profesional no merec¨ªa tama?a violaci¨®n. Deseo a ese medio una agon¨ªa sin sufrimiento.
Con una primera posiblidad de perspectiva debo ratificar, ante todo, la improvisaci¨®n nocturna de mi cr¨®nica anterior, adivinada m¨¢s que escrita en la misma noche de San Ferm¨ªn; y debo agradecer, una por una, las llamadas de adhesi¨®n que provoc¨® a la ma?ana y la tarde siguientes. Ahora, cuando la pleamar de la crisis va dejando paso a la resaca, los lectores me agradecer¨¢n, seguramente, algunas puntualizaciones. Que no debilitan, sino confirman, por desgracia, la tesis fundamental del inmenso error.
Consejos y finanzas
Primera puntualizaci¨®n: el Consejo del Reino como instituci¨®n incompatible con la nueva democracia. Con todo respeto no puedo ni debo ocultar mi impresi¨®n de que el Consejo del Reino actu¨®, durante esta crisis, dentro de la m¨¢s estricta legalidad, no faltaba m¨¢s; pero a perfecto contrapelo de la opini¨®n pol¨ªtica espa?ola. El Consejo del Reino es una instituci¨®n ideada por la Dictadura de Primo de Rivera, que no lleg¨® a cuajar en ella; pero que se convirti¨®, en la ¨²ltima etapa del franquismo, en la instituci¨®n capital para la perpetuaci¨®n del franquismo. Escribo lejos de mis fichas, pero creo recordar con seguridad que fue hacia 1952 cuando el general Franco, movido seguramente por consejeros tradicionalistas, redescubri¨® la idea del Consejo del Reino.
En dos o tres discursos de aquella ¨¦poca comunic¨® este descubrimiento; y fue precisamente entonces -n¨®tese bien- cuando con la mirada fija en el proyecto de Consejo del Reino pronunci¨® por primera vez su frase famosa: ?Todo est¨¢ atado y bien atado?. La primera condici¨®n para el establecimiento de una democracia viable en Espa?a consiste en la eliminaci¨®n del Consejo del Reino en su actual estructura y funcionamiento; que invita poderosamente a la degradaci¨®n de sus altas funciones. No se ve clara la posibilidad de su permanencia en un contexto democr¨¢tico, ni siquiera si el Consejo se extrae de unas Cortes elegidas ?por naufragio universal?, como dicen que propone cierto pol¨ªtico intuitivo. Porque la misma esencia de la instituci¨®n parece convertirla en centro de coacciones, m¨¢s que en supremo e independiente cuerpo consultivo.
La segunda puntualizaci¨®n debe ampliar el ¨¢mbito financiero de la crisis, que restring¨ª a una entidad de cr¨¦dito no por ignorar la presencia de otras, sino por la inevitable fascinaci¨®n que me produjo recordar el texto de mi abuelo sobre la crisis Berenguer; y porque, como me recordaba poco despu¨¦s Eduardo de Guzm¨¢n, el hombre que mejor conoce los hondones del a?o 1930, pod¨ªan se?alarse conexiones todav¨ªa m¨¢s altas y profundas. Pero lo valiente no debe oscurecer lo cort¨¦s; y conviene por ello matizar dos cosas. Una, que la influencia de miembros vinculados al Opus Dei en el gigante bancario espa?ol se reduce, seg¨²n fuentes del Opus Dei, a la que puedan ejercer los se?ores Brossa y L¨®pez Bravo, notorios miembros de la Obra de Dios en las alturas del reino de Mammon, como Cristo llamaba personalmente a la Banca de su ¨¦poca. Otra, que jam¨¢s se me olvidar¨¢ una frase magistral de uno de los hombres a quien m¨¢s admiro en el actual contexto espa?ol: don Jos¨¦ Mar¨ªa Aguirre Gonzalo, presidente del Banesto.
En cierta entrevista dijo: ?El Gobierno a gobernar, la Banca a administrar, la Prensa a criticar, todos a participar y a trabajar?. ?Por qu¨¦, para la transici¨®n, no se nombra a don Jos¨¦ Mar¨ªa Aguirre presidente adjunto del Consejo del Reino? Es hombre hecho a s¨ª mismo, curtido en luchas hist¨®ricas y di¨¢logos con sindicatos de verdad, surgido del pa¨ªs real. Pero en esta ocasi¨®n, el Banco Espa?ol de Cr¨¦dito se ha saltado a la torera la profunda filosof¨ªa de su presidente. Que debe de haber influido en la crisis menos que los grandes nombres bancarios repelidos en 1976 desde 1930; a?o en que don Jos¨¦ Mar¨ªa ped¨ªa alg¨²n cr¨¦dito al Banesto para sacar adelante -como hizo genialmente, entre enormes dificultades- su peque?a empresa a punto de hundirse.
La ¨²ltima victoria de Richard Nixon
Tercera puntualizaci¨®n, de signo militar. Tema delicad¨ªsimo pero, si no queremos faltar a nuestro deber, tema ineludible. Los adversarios de Fraga han puesto en circulaci¨®n la especie de que los militares (ya estamos otra vez, los militares) desencadenaron la crisis para excluir a Fraga despu¨¦s de que Santiago Carrillo se entrevistase con ¨¦l en Madrid. ?Qu¨¦ memez! Vean la clave del asunto en el colosal art¨ªculo de Roger Matthews en el Financial Times. No los militares, sino el ala derecha del generalato (a la que me he referido varias veces en estas cr¨®nicas) pidi¨® a Fraga que desmintiese sus declaraciones a Sulzberger sobre la posible legalizaci¨®n del Partido Comunista, una vez instauradas en Espa?a las Cortes democr¨¢ticas de la reforma. El partido de Fraga, Reforma Democr¨¢tica, insisti¨® e incluso agudiz¨® -creo que con oportunidad y acierto- la postura de su inspirador.
Entonces se vet¨® a Fraga para la Presidencia; en el Consejo del Reino, un teniente general -se dice- actuar¨ªa de acuerdo. ?Se podr¨¢ seguir insistiendo ahora, si hay una sombra de verdad en estos datos, en el apoliticismo del Ej¨¦rcito? Las Fuerzas Armadas no pueden ser apol¨ªticas con cuatro generales en el Gobierno; con el mantenimiento de los mismos cuatro ministros a trav¨¦s de la crisis, y con el evidente incremento de influencia pol¨ªtica del que ha pasado a ser vicepresidente primero cuando s¨®lo era vicepresidente para Asuntos de la Defensa. En cuanto a la ideolog¨ªa pol¨ªtica del ilustre teniente general debemos agradecerle que nos la revelase con tanta claridad en sus discursos del CESEDEN. No parece, a primera vista, un entusiasta de la democracia; y se muestra firme defensor de nobles actitudes tradicionales, aunque no regresivas.
Por lo que hace a Fraga, ¨¦ste es otra vez el Fraga que conocimos; al que el peso del Poder hab¨ªa estropeado. Deber¨ªa acortar sus vacaciones y retornar a la brecha que conoce mejor que nadie. Deber¨ªa detectar mejor d¨®nde est¨¢n sus verdaderos amigos; los que siguen enmarc¨¢ndole en el futuro de Espa?a, no en sus intereses personales.
Su discurso nonnato -y antol¨®gico- de despedida le retrata de cuerpo entero. Volver¨¢, si acierta a reestructurar el cuadro de sus leales; si se lanza de una vez en busca de la base que le espera y se aleja de las intrig¨¹elas en que siempre le vencer¨¢n los enanos; si aprende de una vez a escuchar, se olvida de C¨¢novas y no vuelve a conceder una sola primicia a la prensa extranjera. Cada vez veo con m¨¢s claridad a Fraga como el gran vencedor a medio plazo de la pasada crisis; y aunque estoy seguro de que lo primero que har¨¢ despu¨¦s de regresar ser¨¢ montarse otra vez en el elefante real de Tailandia, me quedo, para todo este par¨¦ntesis, con su espl¨¦ndida frase al volver de su espl¨¦ndido viaje final a Zaragoza, donde nunca perdi¨® la esperanza de ver a Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza en la cumbre despu¨¦s del fracaso de la absurda maniobra: ?Ahora vuelvo m¨¢s aragon¨¦s que nunca?.
?ltima puntualizaci¨®n: la internacional. En La Vanguardia, que es mi otra casa, dicen dos cosas que no son verdad, entre enormes verdades. Primera, que este cronista cen¨® la noche de marras con el se?or Areilza; pues no. Segunda, que ¨¦ste es el Gobierno de los amigos de don Jacobo Cano; pues menos, porque ¨¦ste es el Gobierno de los amigos de don Alfonso Osorio, y don Jacobo Cano era amigo de don Federico Silva. Atenci¨®n, Barcelona; que aqu¨ª conocemos bien la diferencia entre Pallach y Ravent¨®s, aunque vosotros no os lo cre¨¦is; conoced vosotros la diferencia entre Silva y Osorio. Todo esto se dice por que alrededor del 4 de julio inauguraban su mandato dos presidentes: don Pepe Portillo, en M¨¦xico; don Adolfo Su¨¢rez, en Espa?a. Y la aportaci¨®n esencial de don Alfonso Osorio -just¨ªsimo vicepresidente de la maniobra y del Gobierno- salv¨® a don Adolfo Su¨¢rez de que toda la operaci¨®n se titulase, como hablamos pensado al principio: La ¨²ltima victoria de Richard Nixon. (Por el recuerdo de los desmesurados elogios que dedic¨® el se?or Nixon, en Madrid, al clan L¨®pez Rod¨®; repasen hemerotecas.) Pero creo que la ejecuci¨®n, tergiversaci¨®n interna y desenlace de la crisis han sido tan esperp¨¦nticos que mis amigos de la embajada de los Estados Unidos en Madrid si guen pregunt¨¢ndose a estas horas qu¨¦ demonios ha pasado. (Ante la noticia sobre la soluci¨®n de la huelga de Correos debo aventurar mi primera felicitaci¨®n al Gobierno -y a la Comisi¨®n-, por el realismo con que han sabido abordar y tratar el problema.) Moraleja: el Partido Popular qui foe, dec¨ªa Alfonso el Sabio. He asistido a algunas conversaciones para su posible gestaci¨®n; pero ni he firmado nada, ni pertenezco a ese partido. Ni menos a GODSA o Reforma Democr¨¢tica, como dice equivocadamente el bolet¨ªn de GODSA. Ni a otras agrupaciones que han corrido en rumores, y que ni merecen el desmentido. S¨®lo pertenezco al mundo de la cultura, en mi condici¨®n de librero de honor y de miembro de honor de la Mutualidad de Escritores, gracias a la inmensa generosidad de Angel Mar¨ªa de Lera, el marqu¨¦s de Lozoya y los dem¨¢s compa?eros de pluma y riesgo que ayer me entregaron, en Lhardy, naturalmente, lo que necesitar¨¦ toda una vida para merecer. Pertenezco, adem¨¢s, a la Universidad y a una vocaci¨®n period¨ªstica cada d¨ªa m¨¢s absorbente, a la que estoy sacrificando conscientemente cualquier otra posibilidad. Pertenezco al Reino de Murcia, a la tierra de Murcia, y cuando termine de conocer al pueblo de Murcia estar¨¦ en condiciones de servirle, si ¨¦l quiere que le sirva. Este periodismo pol¨ªtico que ahora nace o se depura es incompatible con cualquier partido; con cualquier partidismo; con cualquier cargo oficial fuera de los empleos ganados a pulso a trav¨¦s de pruebas p¨²blicas; con cualquier componenda. Esto significa que, por ejemplo, la semana pr¨®xima podr¨¦ estar en condici¨®n de revelarles qu¨¦ ha sucedido en esta crisis con el Partido Popular; porque estoy seguro de que ninguno de ustedes me pedir¨¢ que comente la lista de subsecretarios.
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