Portugal y Espa?a
HOY JURA su cargo como presidente constitucional de la Rep¨²blica portuguesa el general Antonio Ramalho Eanes, elegido con el apoyo de la gran mayor¨ªa de los portugueses y con el aval de los tres grandes partidos pol¨ªticos del pa¨ªs. Muchos son quienes creen que el vecino pa¨ªs inicia a partir de hoy una nueva etapa en su dif¨ªcil andadura pol¨ªtica nacida en la madrugada del 25 de abril de 1974.El general Ramalho Eanes llega a la Presidencia dispuesto a conciliar democracia y autoridad, trabajo y libertad, todo ello bajo la ¨¦gida de una Constituci¨®n discutida y aprobada democr¨¢ticamente.
Semejantes proyectos, que cuentan con el apoyo de todos o casi todos los portugueses, no ser¨¢n f¨¢ciles de llevar a la pr¨¢ctica en un pa¨ªs conmocionado durante m¨¢s de dos a?os por un espectacular cambio pol¨ªtico y social. Portugal atraviesa uno de los momentos m¨¢s delicados de su brillante historia. En un plazo r¨¦cord ha sido capaz de descolonizar, socializar, reformar y cambiar una situaci¨®n que la dictadura de Marcelo Caetano hab¨ªa hecho insostenible. Semejante variaci¨®n del rumbo nacional se hizo en pocos meses, es cierto, pero con un coste social considerable.
Por proximidad geogr¨¢fica, cultural, hist¨®rica y social, lo que pasa en Portugal tendr¨¢ inevitables consecuencias sobre lo que pueda pasar en Espa?a. Ello explica la expectaci¨®n y el inter¨¦s con que los medios de comunicaci¨®n espa?oles siguieron los avatares de la ?revolu?ao? durante esta etapa.
Por desgracia, este inter¨¦s de la opini¨®n p¨²blica por las cosas portuguesas no tuvo un correlato en la proyecci¨®n exterior de Espa?a. Nuestra pol¨ªtica lusitana ha sido titubeante, ambigua, contradictoria y ajena tras los sucesos de abril de 1974. Y eso, cuando existi¨®. La presencia oficial espa?ola en Portugal ha sido nula. Nuestras relaciones, inexistentes. Y las declaraciones de los pol¨ªticos de un lado y otro de la frontera se han limitado generalmente a repetir el lugar com¨²n de que ?hay que modernizar el Pacto Ib¨¦rico?, extra?o monumento prehist¨®rico que nunca funcion¨® y que mejor ser¨ªa enterrar con todos los honores.
Una ret¨®rica espesa y anticuada ha pretendido sustituir con palabras el claro lenguaje de los hechos. Pero parece haber llegado el momento, en nuestro pa¨ªs y en Portugal, de que los ib¨¦ricos nos planteemos con seriedad y sin retranca los l¨ªmites de nuestro entendimiento y el sentido de nuestra colaboraci¨®n. Ambas naciones viven hoy, con diferentes caracter¨ªsticas, un momento auroral y esperanzado en el que no faltan complicaciones y problemas. Pero el ajedrez de Europa estar¨ªa incompleto sin la presencia de ambos Estados y ambos pueblos. La solidaridad mutua, el respeto y la neutralidad, la extensi¨®n de intercambios de todo tipo y el establecimiento de mecanismos de consulta y entendimiento deben ser los objetivos inmediatos de esta nueva frontera ib¨¦rica. Hoy puede haber comenzado la cuenta atr¨¢s para alcanzarlos.
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