Mi testamento pol¨ªtico
A mis amigos:A los que queden, pocos o muchos, supervivientes de aquel pu?ado de hombres que redim¨ª de la muchedumbre anarquizada para servir a la patria en una misi¨®n de libertad, progreso, justicia y salud.
Vivo en la emigraci¨®n hace diez a?os, callando, meditando, contemplando las tragedias presentes y pensando en el porvenir.
He alcanzado una edad a la que no todos los nacidos llegan en estado de salud f¨ªsico y espiritual equilibrado. Si la hubiese logrado en un r¨¦gimen pol¨ªtico normal, a mis a?os no me jubilar¨ªan a¨²n. Pero en plena vor¨¢gine de una revoluci¨®n que la humanidad no hab¨ªa experimentado hasta el presente, la obra magna de reconstruir la sociedad y continuar la nuestra civilizaci¨®n, no es para viejos demasiado viejos, ni para j¨®venes demasiado j¨®venes. Es para hombres madurados en la lucha por la existencia, en el estudio de los problemas que crea la convivencia social, fortalecidos por el saber y la experiencia, con vocaci¨®n para la cosa p¨²blica y que no hayan perdido del todo los entusiasmos de la juventud ni la capacidad de abnegaci¨®n y sacrificio que tama?a empresa requiere.
Por eso yo, que ya he dado a la vida pol¨ªtica m¨¢s de cuanto pude imaginar, hab¨ªame propuesto retirarme calladamente al pante¨®n de mi hogar, pero como la vida y la muerte, en colaboraci¨®n, me han dejado sin hogar en medio del tumulto, he resuelto deciros a?os antes de sumergirme en el silencio o en la nada.
Personalmente no siento mucho dolor por lo que dejo. No alimento ambiciones ni me consuelo con esperanzas. El c¨¢liz de la amargura tambi¨¦n ha tenido para m¨ª sabores de miel en fugaces momentos del pasado. S¨¦ lo que es mandar y dirigir, como supe obedecer y ejecutar. Ya no siento deseos de mandar ni de dirigir. Lo ¨²nico que ahora ambiciono es algo que considero lo m¨¢s d¨ªricil y lo m¨¢s importante para todos los pueblos en la presente crisis mundial: que las nuevas generaciones produzcan hombres que sepan mandar y ciudadanos capaces de disciplina que se obliguen a obedecer.
Por eso rompo en este momento hist¨®rico supremo mi silencio de tantos a?os, con el que tambi¨¦n he servido a mi patria en el destierro.
No hablar¨¦ con pretensiones de maestro o de profeta, sino para tratar de prestarla un servicio m¨¢s. Voy, pues, a deciros mi ¨²ltima palabra. Quien la quiera escuchar que oiga o que lea. Nada m¨¢s f¨¢cil, porque yo ni siquiera pido que se me haga caso.
Desde el ama?ado triunfo del Frente Popular, facilitado por el retraimiento de las clases medias, el abandono de las conservadoras y el auxilio de colaboraciones extranjeras, en Espa?a se encendio- la guerra civil, fulminante puesto en el polvor¨ªn de la pol¨ªtica internacional Y aquella guerra civil, b¨¢rbara y salvaje cual ninguna, acab¨®, como casi todas, en una dictadura militar.
Pero los militares que inicialmente se alzaron no pusieron su pensamiento en la Monarqu¨ªa, ni hicieron armas contra la Rep¨²blica, ni sintieron ambici¨®n de gobernar. La Rep¨²blica hab¨ªa dejado de existir el d¨ªa mismo en que la autoridad abdic¨® sus prerrogativas entregando las armas propiedad del Estado, almacenadas en los parques militares, a muchedumbres an¨®nimas, sin organizaci¨®n, disciplina, jefes ni bandera. Las masas, as¨ª acabadas de anarquizar, se desbordaron rompiendo todos los diques que ha construido la civilizaci¨®n para hacer posible la sociedad humana.
El Ej¨¦rcito se ech¨® a la calle casi espont¨¢neamente, sin previa preparaci¨®n, para actuar como poder supletorio. No para gobernar, sino para restablecer el orden, un orden. Para atajar la anarqu¨ªa y hacer de nuevo posible la convivencia social, interrumpida por la demagogia. Lo demostr¨® el hecho de que durante muchos d¨ªas los jefes del movimiento militar que hablaban p¨²blicamente al pa¨ªs, lo hac¨ªan invocando corno suprema autoridad a la Rep¨²blica, vitoreando a la Rep¨²blica y terminando sus alocuciones al comp¨¢s del himno republicano.
Si los promotores del alzamiento hubiesen sido pol¨ªticos y hubiesen puesto la mira un poco m¨¢s alta, no habr¨ªa resultado d¨ªficil al cabo de un poco tiempo reponer la Rep¨²blica sobre sus cimientos, anular la obra del Frente Popular, convocar nuevas Cortes y reformar la Constituci¨®n, que no hab¨ªa sido hecha de molde para lo que a la saz¨®n era el estado moral, intelectual y social de la mayor¨ªa de los espa?oles.
Pero la fuerza de los hechos consumados, actuando como impulso l¨®gico de la fatalidad, desenlaz¨® la revoluci¨®n comunista en guerra civil y la guerra civil en dictadura militar. La temporal era inevitable y hasta necesaria puesto que la naci¨®n hab¨ªa quedado sin forma alguna de gobierno. La que no debi¨® convertirse en permanente, una vez cumplida su primera y ¨²nica misi¨®n, fue la que ha continuado indefinidamente, sin procurar legitimarse por una confirmaci¨®n del sufragio popular.
No hubiera sido d¨ªficil precaver cu¨¢l ser¨ªa el desenlace de la guerra internacional que estall¨® a poco. Les bast¨® a los pa¨ªses anglosajones ganar el tiempo necesario para ponerse en pie de guerra y defender lealmente los ideales que prefieren hoy los pueblos de todas las razas, para encontrar auxiliares poderosos y con ellos el camino de la victoria. Y la victoria ha llegado.
Se pretende ahora que los aliados lo olviden todo, hasta las legiones de aventureros enviadas contra ellos a Espa?a o desde Espa?a, que est¨¢ sufriendo al presente amenazas,afrentas e injusticias que la inflingen grandes y peque?as potencias. A?os sucesivos de malas cosechas, escasez de materias primas para la industria, carencia de material mar¨ªtimo y terrestre para el transporte y la distribuci¨®n, falta de confianza en la posibilidad de una paz duradera, ausencia de satisfacci¨®n interior en el alma nacional envenenada por odios fratricidas, qu¨¦ va a ser de Espa?a si el mundo, obligado ante todo a dar de comer a muchedumbres hambrientas, la niega su solidaridad y la abandona o la posterga bloque¨¢ndola moral y materialmente?
Con una pena que suele estallar en mi pecho con hervores de indignaci¨®n, vengo escuchando o leyendo manifestac¨ªones extranjeras que aluden a Espa?a. Sus amenazas y sus iron¨ªas ofenden m¨¢s a la patria que a los que la gobiernan. Sus intenciones, m¨¢s o menos disfrazadas, de intervenci¨®n en asuntos de nuestra soberan¨ªa y de imposici¨®n de soluciones de su preferencia en Espa?a ponen de pie hasta a los muertos.
Y frente a todo eso, ?qu¨¦ hacemos los espa?oles? No hay otra cosa que hacer
Mi testamento pol¨ªtico
que invocar gestas heroicas de nuestra historia y escandalizar ante las Embajadas extranjeras.Invadidos y aherrojados, otros pueblos han dado ejemplo de sublime heroismo en la resistencia pasiva o activa. Nosotros con menos participaci¨®n en el sacrificio universal, no s¨®lo hemos enmudecido, sino que continuamos como siempre divididos en luchas intestinas que agotan nuestra potencia.
Ni aprendemos ni escarmentamos. Todos los d¨ªas se invoca el imperialismo de Espa?a que torci¨® el curso de nuestro destino y que sin tener en cuenta m¨¢s intereses din¨¢sticos llev¨® a toda Europa la guerra de invasi¨®n y conquista, pero se olvida o se calla que, al fracasar, no dej¨® en la impotencia y nos hizo odiosos al mundo entero.
Ahora bien, la desuni¨®n y discordia de siempre son cosas de antes. Hoy vivimos en despu¨¦s de la cat¨¢strofe que ha sido la guerra. Porque la historia de la humanidad y la civilizaci¨®n qued¨® cortada cuando, por primera vez en el tiempo, los pueblos y las naciones se han levantado contra ellas y han traicionado al progreso y prostituido las conquistas de la ciencia, convirti¨¦ndolas en instrumento de todos los cr¨ªmenes.
La historia va a comenzar nuevamente y ahora para presentarse dignamente en ella los espa?oles que no hayan renegado de su patria y de su raza est¨¢n obligados, si quieren redimirlas, al olvido y al perd¨®n como pol¨ªtica dom¨¦stica, a unirse en solidaridad patri¨®tica temporal como pol¨ªtica nacional y a ponerse en condiciones de colaborar, como pol¨ªtica internacional en la obra de paz, justicia y libertad que se est¨¢ intentando por los aliados a costa de tantos sacrificios.
Lo presente no puede continuar ni resucitar lo pasado. La generaci¨®n que dej¨® perder la Monarqu¨ªa sin defenderla, que recibi¨® como de gracia la Rep¨²blica y no fue capaz de conservarla, no tiene: derecho a gobernar a Espa?a en nombre de la dictadura, que no fue obra suya, sino del Ej¨¦rcito.
Sirviendo a la Monarqu¨ªa se agotaron los hombres pol¨ªticos que nacieron en la revoluci¨®n del 68. En la Rep¨²blica, que debi¨® ser, y no fue un movimiento renovador, no surgi¨® o no lleg¨® a actuar ni un solo estadista, ni un grupo homog¨¦neo de Estado Mayor capaz y suficiente para superar y sobrevivir en funciones de gobierno a las crisis inevitables entre la autoridad y la libertad en el nacimiento e infancia de todo r¨¦gimen nuevo. Y esta misma esterilidad es propia y natural de toda dictadura, cuya misi¨®n es, o debe ser, exclusivamente policial, para restablecer el orden perturbado o interrumpido.
En todas esas revoluciones y, evoluciones han medrado los logreros, han fracasado los pol¨ªticos, han estado ausentes los gobernantes, se han, desprestigiado los ideales, se ha dejado al pueblo sin fe y sin esperanza y est¨¢ el peligro de naufragar la patria.
Cuando se oye decir que la soluci¨®n del problema pol¨ªtico espa?ol puede ser la Monarqu¨ªa, el sentido com¨²n se pregunta que si es as¨ª, ?por qu¨¦ fue ella misma la que lo plante¨® abandonando el trono y el poder sin intimidaci¨®n formal y poderosa de nadie? Y el espa?ol de la calle duda y se sonr¨ªe.
Pero si la soluci¨®n que se dibuja en el horizonte, aunque sea remota, impuesta adem¨¢s por el extranjero, es la restauraci¨®n de la Rep¨²blica del Frente Popular, el espa?ol que tiene una familia, un hogar, una propiedad o un negocio, se sonroja indignado, avergonzado y convulso.
De modo que pensando en una soluci¨®n pol¨ªtica, definitiva, o estable siquiera, para Espa?a, el pensamiento se detiene vacilante y desorientado. ?Ni Monarqu¨ªa, ni Rep¨²blica, ni dictadura, que no es sino un puente sobre una soluci¨®n de continuidad? Entonces, ?qu¨¦?
La gran interrogaci¨®n se abre delante del pensador y le deja perplejo.
El ideal ser¨ªa una soluci¨®n pac¨ªfica a la que concurriese el mayo
n¨²mero de espa?oles con su voto y con el prop¨®sito resuelto de someterse voluntaria y sinceramente a ella sin renunciamientos de la conciencia individual porque acept¨® los hechos legalmente consumados, acatando la Rep¨²blica o la Monarqu¨ªa, no significar¨ªa que mon¨¢rquicos o republicanos debieran renunciar a sus ideales.
La soluci¨®n de nuestro caso es mucho m¨¢s f¨¢cil que el que est¨¢n debatiendo los aliados. La tiene en su mano y en su voluntad un solo hombre, al que se le presenta cada d¨ªa ocasi¨®n de inmortalizarse dejando en la Historia un ejemplo ¨²nico e insuperable de grandeza moral.
No est¨¢ en mi ¨¢nimo proponer a quien quiera que sea renunciamiento alguno, sino s¨®lo llamar a los interesados a la meditaci¨®n sobre el problema. Y si en la alusi¨®n incluyo, como no puedo menos a quien ejerce en Espa?a el poder supremo, no es para negarle derechos a la consideraci¨®n de sus conciudadanos, as¨ª en sus aciertos como en sus errores, sino para que no desaproveche la hora crucial que se le ha presentado de dar aquel ejemplo.
Para no sufrir la coacci¨®n de ceder ante las amenazas de los poderosos ni sucumbir a la fatalidad de las circunstancias hostiles que rodean a Espa?a, si yo me encontrase en el lugar del Jefe del Estado me anticipar¨ªa a lo acontecimientos promulgando inmediatamente una disposici¨®n igual o parecida a la siguiente:
Ordeno y mando. 1. Se conceda amnist¨ªa a todos los espa?oles presentes en la patria o ausentes de ella que no se hallen sujetos a responsabilidad criminal por delitos comunes y que se consideren amenazados de ser sometidos a proceso por responsabilidades pol¨ªticas. En ning¨²n caso podr¨¢ ser aplicada la ¨²ltima pena. Se da un plazo de presentaci¨®n de tres meses, la cual podr¨¢ hacerse tambi¨¦n ante los consulados.
2. Se autoriza a las entidades de todas clases -pol¨ªticas, patronales, profesionales, econ¨®micas, acad¨¦micas, cient¨ªficas, obreras, eclesi¨¢sticas, etc., que existan y existieran legalmente en Espa?a antes del 18 de julio de 1936, para reorganizarse y designar persona que autorizadamente las represente, a cuyo fin se da un plazo de dos meses y las facilidades necesarias con arreglo a la ley de Reuniones.
3. Todos esos representantes ser¨¢n invitados antes del tercer mes a una reuni¨®n que se celebrar¨¢ en Madrid bajo mi presidencia, y gozar¨¢n de las mismas inmunidades y consideraciones que los diputados a Cortes, mientras dure su representaci¨®n.
4. El orden del d¨ªa de esta reuni¨®n contendr¨¢ los postulados siguientes, m¨¢s los que puedan presentarse en ella y sean declarados pertinentes:
a) Objeto de la reuni¨®n: deliberar sobre la forma de consultar democr¨¢ticamente al pa¨ªs acerca de la forma de Gobierno de su preferencia.
b) Establecer que todos los elementos que concurran a la reuni¨®n se comprometan, en nombre de sus representados, a respetar y reconocer como leg¨ªtimo el resultado de aquella consulta.
c) Comprometerse igualmente a no combatirlo por medio de la fuerza ni otro alguno fuera de la Ley.
d) El mismo compromiso de mantener entre s¨ª relaciones normales, sin dividirse ni hostilizarse, hasta que la soluci¨®n que resulte preferida haya podido organizarse en funci¨®n del poder p¨²blico capaz de mantener el orden y gobernar para todos los espa?oles.
e) Para que ni dentro ni fuera del pa¨ªs puedan suscitarse dudas sobre la lealtad y sinceridad con que los espa?oles procuran pac¨ªfica y democr¨¢ticamente la soluci¨®n de su problema, se invitar¨¢ a todas las naciones y a la prensa universal a que env¨ªen a Espa?a representantes autorizados, a fin de que act¨²en como testigos fehacientes, a cuyo objeto se les dar¨¢n todas las facilidades.
Por mi parte, declaro que personalmente estoy dispuesto a ofrecer una como ejemplo de subordinaci¨®n, disciplina y abnegaci¨®n, acatando el resultado que se obtenga de la consulta al pa¨ªs por este u otro procedimiento democr¨¢tico. Y si los amigos que me queden y que fueron pensamiento y coraz¨®n del Partido Radical quisieran imitar mi ejemplo, yo les aconsejar¨ªa que procediesen del modo siguiente:
1. Atenerse a las disposiciones de la autoridad y en todas las localidades donde hubo organizaci¨®n o en que pueda haberla, hacer acto de presencia para reconstituirla y disponerse a responder a la convocatoria precedente.
2. Renunciar al empleo de la fuerza y de todo medio ilegal para la propaganda y triunfo de nuestros ideales de partido, mientras el poder p¨²blico mantenga libres y garantizados los medios de lucha legal.
3. Poner el pensamiento y el prop¨®sito en la finalidad de constituir una fuerza pol¨ªtica de reserva al servicio de la Patria, del orden, de la justicia, de la libertad y de la paz, en todo momento dispuesta a encargarse del poder, si. fuese necesario, y gobernar el Estado, manteni¨¦ndose a igual distancia de la reacci¨®n pol¨ªtica que de la demagogia.
4. Para ello, tener en cuenta que no puede haber libertad, democracia ni Rep¨²blica, si no hay primero liberales, dem¨®cratas y republicanos, y que nuestro partido debe consagrar su pol¨ªtica a conseguir que sus afiliados adquieran plena conciencia de su deber y capacidad para intervenir en el gobierno de su municipio, de su provincia y de su naci¨®n.
5. Procurar que sus centros de reuni¨®n o domicilio de sus organizaciones sean como prolongaci¨®n espiritual del hogar dom¨¦stico, donde los afiliados puedan realizar por la cooperaci¨®n fines de instrucci¨®n y educaci¨®n, econ¨®micos, art¨ªsticos y sociales, de auxilio mutuo y cuantos la inercia o la incapacidad suelen esperar y mendigar del municipio o del Estado.
As¨ª, el Partido Republicano Radical llegar¨¢ a ser, como empez¨® a serlo, escuela de ciudadan¨ªa, creador de espa?oles que sientan en el alma el patriotismo como un t¨ªtulo de nobleza, y se pongan en condiciones de asegurar y consolidar la III Rep¨²blica, que llegar¨¢ cuando la merezcamos, para ser factor de paz y de progreso en marcha hacia la justicia social.
As¨ª, de generaci¨®n en generaci¨®n, por el progreso moral e intelectual en forma de tolerancia fraternal, se har¨¢n imposibles las guerras civiles y dejar¨¢n de ser ut¨®picos los ideales de hoy hacia la federaci¨®n de los pueblos, por continentes, y los ideales de ma?ana hacia la confederaci¨®n de la humanidad entera en las amplitudes de una paz universal fecunda y laboriosa.
Callo y me detengo, casi a las puertas de la eternidad para deciros adi¨®s.
Sin emoci¨®n pat¨¦tica, sin que la pena de la separaci¨®n altere mi serenidad, pero con la esperanza en el alma, quiero que la ¨²ltima palabra sea en mis labios como una oraci¨®n, y en mi pluma, como una plegaria m¨¢s que para la naci¨®n que aisla y divide, para la patria inmortal que ha extendido por el mundo la gloria de este nombre: Espa?a.
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