Los herederos del pasado
En la actualidad gobierna a Irlanda una curiosa coalici¨®n formada por el Fine Gael, derecha conservadora, y el Labour Party, social democracia reformista. El primero, tradicionalmente ligado a la alta burgues¨ªa y los terratenientes, agrup¨® en torno a s¨ª a los firmantes del Tratado de 1921 con Gran Breta?a. Su actitud ?conciliadora? le vali¨® el apoyo de la antigua metr¨®poli en el momento de formar el primer gobierno irland¨¦s; las armas y el dinero de Londres fueron decisivos en la Guerra Civil de 1922-23 contra los partidarios de que la independencia fuese total y alcanzase al Ulster. En los a?os 30, tras haber sido derrotados en las elecciones generales y pasado a la oposici¨®n, el Fine Gael intent¨® la aventura fascista, tan a la moda en la Europa de entonces, inspirando la formaci¨®n de unas cuadras de asalto, las Elue Shirts (camisas azules) con las que el general O'Duffy, hombre fuerte del finegaelismo, proyect¨® una ?marcha sobre Dubl¨ªn? semejante a la que llevara al poder a Mussolini. La oposici¨®n fracas¨® y el partido se deshizo de O'Duffy e intent¨® hacer olvidar esa marcha de su pasado, cambiando su primitivo nombre por el actual de Fine Gael.
El Labour Party surgi¨® en Irlanda en 1912, como el primer partido obrero de la isla. Su programa, autenticamente revolucionario, consigui¨® el apoyo de las masas trabajadoras en su lucha por una Irlanda independiente y socialista. Su fundador, James Connolly, particip¨® en el levantamiento de Pascua de 1916 y en la primera proclamaci¨®n de la Rep¨²blica irlandesa. Fracasada la insurrecci¨®n, Connolly fue fusilado por los brit¨¢nicos junto con los otros dirigentes del alzamiento.
Desaparecido Connolly, el Partido Laborista se perdi¨® en una confusa l¨ªnea pol¨ªtica que, tras una ¨¦poca de absentismo electoral, ha oscilado entre las tesis socialistas y los programas francamente reformistas. En 1936, tras un largo periodo de reivindicaciones reformistas, el Labour volvi¨® a las viejas consignas del tiempo de Connolly e inici¨® su campa?a electoral bajo el lema de ?una Rep¨²blica de trabajadores? como objetivo ¨²ltimo y fundamental de la lucha. Inmediatamente la Iglesia cat¨®lica manifest¨® su total desacuerdo con esta nueva orientaci¨®n y su intenci¨®n de declararlo p¨²blicamente. En un pa¨ªs con un 90 por 100 de cat¨®licos practicantes, la postura de la Iglesia siempre es decisiva, y el Labour Party opt¨® por abandonar el lenguaje y las reivindicaciones que pudieran ?disgustar? a la Jerarqu¨ªa y las masas cat¨®licas. Despu¨¦s de esta renuncia no fue dif¨ªcil una lenta evoluci¨®n hacia posturas no ya reformistas, sino incluso peque?o burguesas, similares a las del Labour brit¨¢nico.
El monopolio del Fianna Fail
Sin embargo, y pese a que el camino recorrido por laboristas y finegaelistas va en ambos casos del radicalismo a la moderaci¨®n, no deja de sorprender la actual alianza gubernamental, la colaboraci¨®n derechas-izquierdas tan excepcional en los sistemas parlamentarios. ?Por qu¨¦ estos dos partidos de trayectorias tan diferentes han llegado a converger? La raz¨®n hay que buscarla en el deseo de unos y otros de poner fin, por cualquier medio, a diecis¨¦is a?os consecutivos de gobierno del otro gran partido irland¨¦s, el Fianna Fail. La evidente incapacidad del Fine Gael para gobernar en solitario y la posibilidad vislumbrada por el Labour de poder patrocinar desde dentro las reformas que nunca hab¨ªa logrado hacer prosperar desde fuera, les llev¨® a la coalici¨®n tras las elecciones de marzo del 73.
El Fianna Fail, despu¨¦s de tres lustros largos de permanencia en el poder, se ha instalado comodamente en la oposici¨®n, en espera de una nueva confrontaci¨®n electoral que le presente ante los electores renovado y repuesto del desgaste que tan prolongada estancia en el gobierno proporciona; la forzada coalici¨®n para desbancarle le ha demostrado que su postura centrista sigue teniendo porvenir cara al futuro. Surgido en 1927 de las filas del IRA, fundado por unos hombres que, tras a?os de subversi¨®n, hab¨ªan dejado de creer en la v¨ªa armada como soluci¨®n de los problemas irlandeses, y que pretend¨ªan intentar la opci¨®n pol¨ªtica, el Fianna Fail ha conocido tambi¨¦n una evoluci¨®n desigual, marcada, corno toda la trayectoria pol¨ªtica irlandesa, por el signo de la contradicci¨®n. Su total oposici¨®n al Tratado de 1921 que dejaba dividida a la isla, su postura decididamente nacionalista, su estrecha relaci¨®n -en un principio- con el IRA hicieron esperar de el mucho m¨¢s de lo que posteriormente fue capaz de dar.
El Fianna Fail ha presidido los a?os decisivos del Estado irland¨¦s y su respuesta a una situaci¨®n socio-econ¨®mica grave ha ido desde la autarqu¨ªa nacionalista sin viabilidad alguna, hasta la complicidad con un neocolonialismo de vastas consecuencias, porque si bien es cierto que un Gobierno Fianna Fail declar¨® la ?guerra econ¨®mica? a Inglaterra en 1932, fue otro Gobierno Fianna Fail el que instaur¨® la ?nueva pol¨ªtica econ¨®mica? y abri¨® las puertas de la Rep¨²blica a las inversiones extranjeras. Frente al conflicto del Ulster, el nacionalismo de los primeros a?os fue transform¨¢ndose en franca colaboraci¨®n con el Reino Unido, y en 1965 el primer ministro Sean Lemass celebraba la primera ?cumbre? Londres-Belfast-Dubl¨ªn para decidir el futuro de toda la isla, allanando el camino que ocho a?os despu¨¦s recorrer¨ªa Edward Heath en su visita, sin precedentes, a la capital irlandesa.
Los tres partidos, Fine Gael, Fianna Fail y Labour Party, son los herederos de un pasado todav¨ªa cercano -medio siglo es poco tiempo en la vida de un pueblo- y los tres han intentado construir su l¨ªnea pol¨ªtica con una especie de fidelidad a la historia y de servicio a los intereses de clase que los rilantienen vivos. Sus contradicciones nacen precisamente de su esfuerzo por conjugar esos intereses con el ingenuo nacionalismo de unas masas a las que hasta ahora nadie se ha preocupado de darles algo m¨¢s que el orgullo de ser ciudadanos de un pa¨ªs te¨®ricamente independiente.
Despolitizaci¨®n
En este sentido es curioso constatar la enorme diferencia de concienciaci¨®n pol¨ªtica que existe entre la poblaci¨®n del Ulster y la de la Rep¨²blica. En el Norte, la militancia comienza en la infancia, y tradicional mente ha sido la escuela el primer lugar donde se ense?aban las ra¨ªces hist¨®ricas de los antagonismos y se alentaba la lucha; los ¨²ltimos siete a?os de confrontaci¨®n diaria han llevado al climax esta politizaci¨®n: la autodefensa de los ghettos, los enfrentamientos con el Ej¨¦rcito, la proliferaci¨®n de grupos armados paramilitares...
En la Rep¨²blica en cambio reina la indiferencia, parece como si toda la vocaci¨®n de lucha del pueblo irland¨¦s, conservada durante a?os y a?os, hubiera quedado satisfecha cuando la bandera tricolor pudo por fin ondear libremente en el castillo de Dubl¨ªn. Al irland¨¦s medio le preocupa el conflicto del Ulster como al espa?ol el problema de Gibraltar, con la diferencia de que en Irlanda del Norte existe desde hace siete a?os una aut¨¦ntica guerra civil. La solidaridad con los ?hermanos cat¨®licos? del Ulster no pasa nunca la superficialidad del sentimentalismo o de un l¨®gico deseo de justicia, pero ning¨²n irland¨¦s -con pocas y notables excepciones- est¨¢ dispuesto a sacrificarse para recuperar ese pedazo de suelo patrio.
Con respecto a los asuntos internos, tampoco se puede hablar de toma de conciencia. Existe, eso s¨ª, un considerable activismo sindical, en el marco de las Trade Unions, que hace florecer huelgas y conflictos laborales con una frecuencia insospechada en una sociedad tan conformista. El porcentaje de obreros sindicados es m¨¢s elevado que en Gran Breta?a, aarique se limita a las zonas urbanas. Los trabajadores agr¨ªcolas, sector important¨ªsimo que emplea al 29 por 100 de la poblaci¨®n activa, apenas alcanzan una tasa de afiliaci¨®n sindical del 3 por 100.
Siguiendo tambi¨¦n en esto el ejemplo brit¨¢nico, las Trade Unions irlandesas no plantean m¨¢s que reivindicaciones laborales, sin interferencia alguna con problemas pol¨ªticos. Las mismas personas que mantienen durante meses una huelga en las compa?¨ªas de seguros, en la Empresa Nacional de Electricidad o en los transportes p¨²blicos, votar¨¢n despu¨¦s el programa conservador del Fine Gael o se encoger¨¢n de hombros ante las posibilidades del Mercado Com¨²n.
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