Una afortunada reedici¨®n de "Las jarchas romances"
Pertenezco a una generaci¨®n de arabistas que ha podido disfrutar poco del magisterio vivo de Emilio Garc¨ªa G¨®mez, ya que ¨¦l -durante nuestros primeros a?os de formaci¨®n- se encontraba habitualmente ocupando puestos diplom¨¢ticos en el Pr¨®ximo o Medio Oriente. Para nosotros Garc¨ªa G¨®mez era un gran personaje sin rostro, de quien se o¨ªa hablar y, sobre todo, a quien se le¨ªa con cada aparici¨®n de un nuevo fasc¨ªculo de la revista Al-Andalus. De vez en cuando publicaba un libro que sol¨ªa marcar una etapa y ser algo as¨ª como una afirmaci¨®n categ¨®rica tras unos a?os de hip¨®tesis y suposiciones. Las jarchas romances es uno de esos libros que muchos, como yo, no pudimos comprar cuando se edit¨® por primera vez en 1965. Por eso ahora nos sentimos agradecidos al poder disponer de esta reimpresi¨®n.Las jarchas romances constituyen una s¨ªntesis de toda una ¨¦poca de trabajos de investigaci¨®n, que se iniciaron en 1948 cuando S. M. Stem public¨® -sin darse cuenta de la importancia de su descubrimiento- las primeras jarchas que aparec¨ªan en moaxajas hebreas. Fueron unos a?os en que los eruditos, tanto arabistas como romanistas, se sintieron hondamente excitados ante unos textos nuevos que modificaban considerablemente todas las ideas habituales acerca de la primitiva l¨ªrica rom¨¢nica. Estos escasos textos -Garc¨ªa G¨®mez recoge treinta y nueve jarchas de la serie ¨¢rabe y diecisiete de la hebrea- ven¨ªan a confirmar la profec¨ªa de Juli¨¢n Ribera quien hab¨ªa intuido su existencia a trav¨¦s del Cancionero de Ben Quzm¨¢n.
Las jarchas romances de la serie ¨¢rabe en su marco,
de Emilio Garc¨ªa G¨®mez. Barcelona.Editorial Seix-Barral, 1975.
Las jarchas -las m¨¢s antiguas muestras de una poes¨ªa tradicional menendezpidaliana- hab¨ªan quedado incrustadas, como una especie de estribillo, dentro de la moaxaja, un poema estr¨®fico m¨¢s amplio, escrito en ¨¢rabe culto y sin romancismos. Garc¨ªa G¨®mez cree que las moaxajas son indispensables para la comprensi¨®n e interpretaci¨®n de las jarchas y por ello nos ofrece una edici¨®n -transliterada en caracteres latinos- de aqu¨¦llas, ya que constituyen el marco en que ¨¦stas se insertan. La transliteraci¨®n permite al romanista aprehender el ritmo del poema, lo que viene facilitado por unas traducciones ?en calco r¨ªtmico? a las que Garc¨ªa G¨®mez no concede importancia literaria pero que, en numerosas ocasiones, indudablemente la tienen: los modestos calcos r¨ªtmicos son, muchas veces, unas felices recreaciones del poema original y una puerta abierta por la que el lector puede asomarse a un mundo po¨¦tico enteramente distinto del de la jarcha.
La presentaci¨®n del libro est¨¢ ah¨ª y quien se sienta interesado har¨¢ bien en leer sus dos pr¨®logos: el primitivo y el que corresponde a la segunda edici¨®n. En ambos, Garc¨ªa G¨®mez plantea la cuesti¨®n, expone sus prop¨®sitos y rehuye la pol¨¦mica, lo que no deja de ser curioso porque ten¨ªa motivos de sobra para polemizar y a todos nos consta que sabe hacerlo -lo ha hecho muy recientemente- con gracia y elegancia. Cualquier lectura de una jarcha es extraordinariamente dif¨ªcil y siempre discutible: pi¨¦nsese en una especie de crucigrama en que, sin la gu¨ªa que representan las definiciones de los t¨¦rminos correspondientes a las casillas horizontales y verticales, hubiera que leer palabras en una lengua casi desconocida, sobre la base de unas consonantes dudosas, sin la ayuda de vocal alguna, y con el ¨²nico patr¨®n de un metro que debe intuirse. Las jarchas romances es un libro valiente, orgulloso y bello. En ¨¦l la erudici¨®n queda reducida a las m¨ªnimas proporciones indispensables, puesto que el principal inter¨¦s del autor es hacer asequible, en lo posible, el doble poema (moaxaja y jarcha) que est¨¢ ah¨ª y es lo importante. Todo ello en una edici¨®n de bolsillo que me hace pensar que los arabistas, con una cierta frecuencia, debemos salir de los c¨ªrculos esot¨¦ricos de las revistas especializadas y ofrecer al p¨²blico, de manera digerible, algunas facetas de una cultura que es uno de los elementos constitutivos de la nuestra. Desde este punto de vista, la obra de Garc¨ªa G¨®mez es mod¨¦lica: ¨¦l fue el primero en emprender la traducci¨®n de algunos grandes autores ¨¢rabes contempor¨¢neos, y su versi¨®n de El collar de la Paloma, la eleg¨ªa andaluza, de Ibn Hazm de C¨®rdoba, ha sido reeditada recientemente en una de las colecciones populares m¨¢s dignas que existen en el pa¨ªs. Ahora Las jarchas romances aparece al alcance del p¨²blico culto, asequible no s¨®lo por su presentaci¨®n, sino sobre todo, por su contenido: aunque no se trate precisamente de una obra de divulgaci¨®n, nada en ella huele al moho del libro puramente erudito. Existe una segunda faceta -junto a la del investigador- en la personalidad de don Emilio, que queda fuera del alcance del arabista corriente: es un gran escritor, y ello se refleja, sobre todo, en la calidad de sus traducciones. Pienso que una vida entera dedicada al estudio de la literatura hispano¨¢rabe y a sus relaciones con la literatura espa?ola, plasmada en una serie de obras clave que quedar¨¢n, durante mucho tiempo, como jalones en el camino, junto con una importante labor de divulgaci¨®n de gran calidad, justifican el que creamos que cierto tipo de arabismo -que ¨¦l representa- cumple una funci¨®n social.
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