El joven Marx visto por Rossellini
?A m¨ª me basta con informar, hacer saber. No quiero ense?ar nada ni imponer ninguna opini¨®n. Hay demasiados maestros por el mundo y la propaganda es el peor mal que padece nuestro siglo.?As¨ª se expresa a sus setenta a?os el creador de Paisa y Roma ciudad abierta, figura clave del neorrealismo, tres d¨¦cadas despu¨¦s de sus ¨¦xitos iniciales. Atr¨¢s queda el Rossellini de la aguda denuncia de la guerra, el que, c¨¢mara en mano, sin gui¨®n, ni actores, recorr¨ªa la Italia de los a?os cuarenta, tras las tropas aliadas, buscando en las ra¨ªces de su pueblo la raz¨®n de su vida y sus miserias. El mismo por entonces reconoc¨ªa la trascendencia de su obra. ?Roma ciudad abierta -afirmaba reci¨¦n concluida la contienda- ha hecho m¨¢s que todos los discursos de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, para que Italia vuelva a tener un lugar en el concierto de las naciones?. Palabras bien distintas, mejores ¨¢nimos, tiempos diferentes. El Rossellini controvertido, discutido en su vida y en su obra, el de los fracasos posteriores en el cine y en sus m¨²ltiples aventuras matrimoniales, es a¨²n hoy, a sus setenta a?os cumplidos, un hombre de vida apresurada, siempre entre Par¨ªs y Roma, al pie del tel¨¦fono, cord¨®n umbilical del que depende la continuidad de su trabajo, mantenido en parte gracias a capitales extranjeros.
Estudiante Marx
Lejos del cine, de cert¨¢menes y amores m¨¢s o menos ex¨®ticos, su vida junto a su compa?era actual, cuarenta a?os m¨¢s joven, se realiza ante todo en su trabajo, a expensas de pa¨ªses donde su nombre suena a¨²n en universidades y filmotecas, sucedi¨¦ndose asimismo en su obra cuyo jal¨®n m¨¢s inmediato es un programa para televisi¨®n sobre la vida de Carlos Marx, que se iniciar¨¢ con un pr¨®logo filmado con destino a las salas comerciales.Sin embargo, el Carlos Marx que Rossellini nos ofrecer¨¢ no es el ap¨¢trida de los duros a?os del exilio en Londres, el del terrible dilema de escribir o sobrevivir en uno de sus barrios m¨¢s pobres con la ¨²nica evasi¨®n del British Museum, en cuya biblioteca vive y trabaja desde muy de ma?ana hasta la tarde preparando su obra fundamental en jornadas que ¨¦l mismo, con humor, comenta: ?Nadie ha escrito tanto sobre el dinero, con tan poco dinero.?
La vida que Rossellini nos ofrecer¨¢ en su filme es la de los a?os j¨®venes de Marx en la Universidad de Bonn, interesado sobre todo por la Filosof¨ªa, la Econom¨ªa y la Historia, tiempo de estudio apasionado, siempre a solas, encerrado en su cuarto, olvidado de todo aquello que le pueda apartar de la misi¨®n que para entonces ya orienta y preside todos sus actos:
?Trabajar para la humanidad?. El padre se desespera ante su modo de pasar el tiempo que juzga impropio de sus a?os, mas cuando el precoz estudiante se enamora de Jenny von Westphalen, tampoco da su aprobaci¨®n, en lo que coincide con los parientes de la muchacha. El joven debe matricularse en la Universidad de Berl¨ªn, dejando atr¨¢s su primero y ¨²nico amor juvenil, al que dedicar¨¢ tres cuadernos de versos ¨²nicos e ins¨®litos.
Una etapa de su vida, como puede apreciarse, algo m¨¢s amable, m¨¢s abierta, que incluye su licenciatura en Jena, la nunca olvidada muerte del padre y su dedicaci¨®n definitiva a los problemas sociales. El estudiante Marx con su t¨ªtulo a¨²n sin estrenar conseguir¨¢ pronto un nombre como articulista y aunque su primera revista es suspendida, se le conf¨ªa pronto la direcci¨®n de otra a punto de aparecer en Par¨ªs, con un sueldo razonable que le permite casarse al fin, tras siete a?os de relaciones, con la fiel compa?era de Tr¨¦veris. Abandona su pa¨ªs donde ?sus sentimientos democr¨¢ticos se hallan en completa oposici¨®n con los principios del Estado? y en Par¨ªs se inicia su peregrinar de ciudad en ciudad, a trav¨¦s de redacciones y despachos, destierros y expulsiones, hasta conocer a Engels al que le unir¨¢ una amistad m¨¢s all¨¢ del campo profesional, hecha de puras relaciones familiares.
Colaboraci¨®n econ¨®mica europea
Con la publicaci¨®n del Manifiesto del Partido Comunista concluir¨¢ el pr¨®logo filmado de Rossellini, protagonizado por un desconocido en su papel principal y por actores de teatro en los secundarios. El gui¨®n, escrito a partir de documentos epistolares conservados en Par¨ªs y Mosc¨², ser¨¢ realizado con la aportaci¨®n econ¨®mica de casi todos los pa¨ªses europeos. En su forma, en su tratamiento, recordar¨¢ tal vez a otro programa del mismo autor: La toma del poder por Luis XIV. Si en ¨¦ste la historia va m¨¢s all¨¢ de la pura an¨¦cdota hasta alcanzar categor¨ªa de rito y ceremonia, la vida de Marx, joven, servir¨¢ de pretexto para explicar social y econ¨®micamente una ¨¦poca fundamental de nuestra historia contempor¨¢nea.En su versi¨®n personal de la toma del poder por el monarca franc¨¦s, Rossellini apenas inclu¨ªa escenas dram¨¢ticas; todo era all¨ª pura ceremonia como debi¨® de ser la corte en torno a Mazzarino, parecida a la de nuestros Austrias, rigurosa y solemne, a despecho de esperanzas perdidas, desastres y derrotas. Un filme, como puede comprenderse, a cien a?os luz de aquellos otros de la postguerra en lo que entonces significaron de llamada sentimental, ocasional y subjetiva para un mejor conocimiento de un pa¨ªs en los tiempos de su liberaci¨®n definitiva.
Neorrealismo
?El neorrealismo -afirma Rossellini hoy- no significa gusto por lo popular, por lo sentimental o miserable. Significa mirar la realidad con verdad, con ¨ªmpetu emotivo, con af¨¢n moral. Intentar explicar la historia y la condici¨®n humana, haciendo al hombre m¨¢s claro y significativo.?Sin embargo, esta l¨ªnea tan claramente expuesta en teor¨ªa, defendida con el rigor habitual en ¨¦l, tiene sus fallos y hasta podr¨ªa decirse que se mantiene en pie por el prestigio de su nombre. A veces ni aun ese nombre consigue reconquistar para sus filmes su p¨²blico de anta?o, ese p¨²blico que cambia velozmente, cada vez m¨¢s aprisa, incluso para un cl¨¢sico. Rossellini consciente o no, ha adoptado una postura intelectual quiz¨¢ m¨¢s acorde con su edad cronol¨®gica que con la imagen que se ¨¦l su cine nos ha legado. Ha buscado refugio en cierto tipo de cultura que se limita a mostrar, a ver, a esperar los resultados. Lo dem¨¢s queda para los otros y esos otros le arrebatan su p¨²blico tradicional como pudo comprobarse en el festival de Valladolid o en Italia, donde sus filmes no encuentran distribuci¨®n tampoco.
Esperemos que la vida de Marx resulte para el p¨²blico de mayor inter¨¦s, pues, qui¨¦rase o no, somos hijos del siglo que con su obra se inicia. Puede que Rossellini acierte a dar en su programa a cada cual lo suyo, a Dios lo que es de Dios, y al partido lo que es del partido; al cine lo que es cine, es decir, espect¨¢culo, y a la televisi¨®n cultura y documento. No sea que su l¨ªnea objetiva, distanciada, impersonal, vuelva a naufragar ante una vida que no es precisamente la de S¨®crates, capaz de ser contada ?sin interpretaciones personales, sin estimular la emoci¨®n, a partir de un estudio atento y profundo?. No vaya a repetirse el caso de Par¨ªs donde El Mes¨ªas, estrenado en una catedral, s¨®lo lleg¨® a interesar al arzobispo de la ciudad, a la mujer del presidente de la Rep¨²blica y, a un grupo reducido de estudiantes.
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