Sobre la huelga
Hay acontecimientos que afectan a la vida de la comunidad y respecto a los que, quienes nos relacionamos con ellos, tenemos la obligaci¨®n, de vez en cuando, de poner en orden nuestras ideas y obtener las oportunas conclusiones para que pueda producirse, con el debate p¨²blico, una mayor racionalizaci¨®n de los mismos.Uno de esos fen¨®menos, de singular importancia en estos d¨ªas, es la huelga. Ya se anuncia que el oto?o pr¨®ximo puede ser ?caliente?, aunque es muy posible que ¨²nicamente llegue a ser ?templado?. Por otra parte, en la ¨¦poca de transici¨®n en la que vivimos, se produce una evidente perplejidad entre las partes que intervienen en la conflictividad laboral: trabajadores y sus representantes, sindicatos, empresarios y directores de personal, administraci¨®n laboral, etc¨¦tera. Esta perplejidad tiene una causa f¨¢cilmente detectable: la permanencia de unos h¨¢bitos de una ¨¦poca ya pasada, junto a la existencia de una legalidad vieja, que ya no sirve y la ausencia de la normativa nueva que ha de surgir, pero a¨²n no ha nacido. Fruto de ello es una cierta desorientaci¨®n, a mitigar la cual quisiera contribuir con estas notas.
Con referencia a los trabajadores y a sus representantes
Creo que hay que ir asimilando los hechos siguientes:
-Que han cambiado las circunstancias -el marco- en que as huelgas se producen. En la etapa pol¨ªtica anterior se sab¨ªa anticipadamente c¨®mo terminaban las huelgas. Era la m¨¢s pura y simple represi¨®n, hab¨ªa despidos, detenciones, sanciones, etc¨¦tera. El problema para los militantes sindicales estaba en provocar el estallido, la protesta. Una vez hecho esto, normalmente era la fuerza p¨²blica la que se encargaba de terminar la huelga (Arija). Hay que reconocer que las cosas ahora no son exactamente as¨ª, los l¨ªderes sindicales tienen que preocuparse, cada vez m¨¢s, de orientar y controlar la huelga en todo momento. Es decir, saber cu¨¢ndo hay que empezarla, c¨®mo debe desarrollarse y, tambi¨¦n, cu¨¢ndo hay que terminarla. Esta ¨²ltima decisi¨®n ya no puede dejarse a la ventura. La huelga es un instrumento reivindicativo de singular importancia que hay que saber utilizar de la forma adecuada y en el momento preciso. Los aventureros irresponsables deben ser descalificados.
-Consecuente con lo anterior est¨¢ la idea de que no hay que malbaratar la huelga. No se puede hacer huelga por bobadas. Es un instrumento de presi¨®n importante y ha de utilizarse para cuestiones importantes de alcance colectivo. Los problemas individuales no pueden solucionarse acudiendo a un paro. Otra actitud provocar¨¢, de forma muy r¨¢pida, el natural cansancio en los trabajadores y la inviabilidad de utilizar la huelga para la consecuci¨®n de logros importantes para la clase trabajadora.
-Dejando al margen la vieja pol¨¦mica sobre la posibilidad de obtener una transformaci¨®n radical de la sociedad por medio de la huelga general (posibilidad no llevada a la pr¨¢ctica en ninguna parte del mundo), es preciso llegar a convencerse de que una huelga de empresa, e incluso de sector, no va a poder lograr un cambio social trascendental. Por ello, las huelgas que afectando a una sola empresa, tratan -expresa o impl¨ªcitamente- de hacer saltar los mecanismos jer¨¢rquicos u organizativos propios de la sociedad capitalista en la que vivimos, son unas huelgas con un planteamiento err¨®neo (Terpel, Vers, etc¨¦tera). Este tipo de huelgas, tratando de ?hacer doblar la rodilla a la empresa? a lo ¨²nico que llevar¨¢n normalmente es a una situaci¨®n desastrosa para los trabajadores o a la ruina total de la empresa, que para el caso es lo mismo.
-En determinados momentos de la lucha social, cuando el equilibrio de fuerzas es claramente desfavorable para los trabajadores, admitirlo as¨ª y replegarse no es perder. Perder es empecinarse en una lucha en la que racionalmente no se puede ganar y cuya consecuencia l¨®gica ser¨¢ la p¨¦rdida de capacidad combativa por un per¨ªodo muy prolongado. En t¨¦rminos militares se dice, y esto es perfectamente aplicable aqu¨ª, que un repliegue ordenado a tiempo es una victoria. Esta lecci¨®n es dura de aprender pero es absolutamente necesario que se la sepan los sindicalistas responsables.
-Cuando existe una representaci¨®n aut¨¦ntica de los trabajadores, los convenios buenos son los que se firman. Los que no se firman no existen y no valen para nada a la clase trabajadora. Adem¨¢s, los pactos deben ser respetados. Lanzar propuestas demag¨®gicas, para combatir a unos representantes de los trabajadores que han hecho lo que ¨¦stos quer¨ªan: la obtenci¨®n de un buen convenio (Metro), debe ser denunciado sin ning¨²n temor. Por lo dem¨¢s, la vieja f¨¢bula de la zorra y las uvas la conocemos casi todos.
Respecto a los empresarios y a los ejecutivos encargados de los temas laborales en las empresas (directores de personal)
Podr¨ªan record¨¢rseles cosas como ¨¦stas:
-Los l¨ªderes, incluso los m¨¢s ?agresivos? y ?molestos? son muy necesarios, absolutamente necesarios. Me consta que un grave problema para las empresas en momentos de tensi¨®n ha sido encontrar representantes v¨¢lidos de los trabajadores con quien poder negociar. Esto debe de tenerse bien presente. Con frecuencia el resultado de una confrontaci¨®n termina siendo favorable a las empresas, abusar de la posici¨®n alcanzada en ese momento puede volverse contra ellas en un plazo no muy largo. Pensar que puede anularse el movimiento obrero despidiendo a unos determinados l¨ªderes no pasa de ser una ilusi¨®n. Los l¨ªderes despedidos ser¨¢n sustituidos, en ocasiones de forma inmediata, por otros l¨ªderes nuevos, con los inconvenientes de que nadie garantiza que los nuevos no sean m¨¢s ?inc¨®modos? y con la seguridad de que la actitud represiva de la empresa crear¨¢ un rencor y un malestar que m¨¢s pronto o m¨¢s tarde se exteriorizar¨¢.
-Los despidos masivos no resuelven nada, son una medida equivocada en todos los casos en que se practica. Toda huelga termina alg¨²n d¨ªa. Los despedidos masivamente -o casi todos- ser¨¢n readmitidos y volver¨¢n a su trabajo. El despido en masa no habr¨¢ servido, normalmente, m¨¢s que para endurecer la huelga y prolongarla. Una medida de este tipo suele acentuar la solidaridad obrera y constituye como un soplo de aire que alimenta el fuego de la huelga. Jam¨¢s ha terminado una huelga al recibir la totalidad de los trabajadores, o gran n¨²mero de ellos, la notificaci¨®n de sus despidos.
-En toda circunstancia ha de mantenerse una actitud favorable al arreglo y a la transacci¨®n. Esta postura, naturalmente, tambi¨¦n han de observarla los trabajadores y, particularmente, sus dirigentes. Eliminando las soluciones pura mente represivas, todos los conflictos terminan, de una forma o de otra, en un arreglo o convenio. Cuanto antes se llegue a esa soluci¨®n pactada mejor ser¨¢ para todos: los trabajadores no sienten ning¨²n entusiasmo por el hecho de que pasen las d¨ªas sin trabajar y sin cobrar salarios, las empresas de-
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Sobre la huelga
Viene de la p¨¢gina 6ben tener inter¨¦s en la reanudaci¨®n de los procesos productivos.
-Tras 40 a?os de autoritarismo, los empresarios tienen que ser conscientes y comprender que los trabajadores est¨¢n predispuestos a utilizar instrumentos que hasta ahora hab¨ªan tenido prohibidos. Se piensa -algo ingenuamente, es cierto- que movimientos como la huelga puedan ser la medicina que solucione todos y cada uno de los problemas laborales. La transici¨®n pol¨ªtica explica muchos de los movimientos conflictivos que se han producido en los ¨²ltimos meses. La situaci¨®n, evidentemente, no es normal y tampoco es buena. Es una raz¨®n m¨¢s -hay varias- para que las clases en conflicto encuentren, al menos, un punto de coincidencia en la consecuci¨®n de una r¨¢pida superaci¨®n de las pasadas estructuras pol¨ªticas. Las transiciones cuanto menos duren, mejor, porque suponen una inestabilidad peligrosa para todos. Hay que salir de la nuestra hacia el objetivo m¨¢s claro: la plena democracia.
Por lo dem¨¢s, no hay que dudarlo, los trabajadores son inteligentes y aprenden r¨¢pidamente de sus propios errores, pero hay que dar tiempo al tiempo. Las equivocaciones en el uso de la libertad no son atribuibles a ¨¦sta, hay que anotarlas en la cuenta de quienes no permitieron su normal ejercicio.
-En los momentos presentes es absurdo encerrarse en una postura legalista ante los conflictos laborales. Para los trabajadores esta postura puede ser hasta una provocaci¨®n, en cuanto que no ve en muchos de sus directivos un celo legal parecido para sus obligaciones fiscales o con la Seguridad Social. El pragmatismo, siempre recomendable, ahora se impone.
Para la Autoridad, finalmente, habr¨ªa que hacer, por lo menos, estas dos recomendaciones:
-Los encargados del orden p¨²blico deben de ir asumiendo que los trabajadores en huelga no son unos delincuentes, sino unos ciudadanos que est¨¢n ejerciendo un derecho, admitido en todo el mundo civilizado. La desdramatizaci¨®n de estos conflictos es imprescindible.
-Los funcionarios encargados de la administraci¨®n laboral tienen una particular responsabilidad: la de buscar en todo momento la soluci¨®n y la mediaci¨®n en los conflictos que se presenten. La inhibici¨®n o el desentendimiento pueden constituir una grave falta de negligencia, de consecuencias muy graves en ocasiones.
Por otro lado, aunque la neutralidad estricta es imposible, s¨ª cabe pensar en una mayor objetividad en las decisiones administrativas, desvincul¨¢ndolas de un subjetivismo y de un autoritarismo hasta ahora tradicionales en la Administraci¨®n. Insistimos aqu¨ª en que la huelga es un instrumento de confrontaci¨®n social que puede y debe estar sujeto a reglas de racionalidad, pero que no debe ser aprior¨ªsticamente calificada en todo caso como una acci¨®n infractora, delictiva o atentatoria a los intereses de la comunidad.
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