Reconciliaci¨®n nacional y confesionalismo
La praxis pol¨ªtica de la sociolog¨ªa contempor¨¢nea pasa inevitablemente por la alternativa del interclasismo o de la sociedad sin clases.
El interclasismo reconoce y admite plenamente la existencia de clases econ¨®mico-sociales en la sociedad, pero piensa que hay posibilidad de superar el antagonismo entre ellas, sin necesidad de suprimirlas. Las f¨®rmulas excogitadas para lograr esta meta son m¨²ltiples y, a veces, divergentes; pero todas ellas apuntan a una especie de reconciliaci¨®n de las clases entre s¨ª, mediante mutuas concesiones con miras a una futura y perdurable convivencia pac¨ªfica.Por el contrario, la sociolog¨ªa de signo marcadamente socialista -sobre todo, marxista- opina que el interclasismo no es nada m¨¢s que un parche que aplaza la soluci¨®n del antagonismo y que incluso a la larga lo har¨¢ m¨¢s agudo y explosivo. Por eso, expone sus programas tendentes a una verdadera superaci¨®n de las clases econ¨®mico-sociales, que desemboque en un modelo de sociedad liberada de esa inevitable contienda fratricida, que es la lucha de clases.
Por lo que yo veo, como espectador de ambas posturas, el interclasismo es un est¨ªmulo mucho mejor para el encono en la lucha de clases que el socialismo, ya que este ¨²ltimo intenta sacar de una vez la pus, sin contentarse con las medias tintas de los parches y de los analg¨¦sicos.Todo esto lo aduzco como introducci¨®n paradigm¨¢tica en orden a la tan ansiada reconciliaci¨®n nacional, que, despu¨¦s de veinte a?os de clandestinidad, brota finalmente en la propia superficie de nuestro v¨¦rtice nacional. Creo, sin duda, que se trata de un important¨ªsimo viraje: hist¨®rico en la posibilidad de la convivencia pac¨ªfica de todos los espa?oles. Por eso, opino que hay que estar muy atentos a las f¨®rmulas ¨²ltimas que teledirigen esta operaci¨®n de reconciliaci¨®n nacional. ?Se tratar¨¢ solamente de un parche o de un analg¨¦sico para salir del duro impasse de esta coyuntura de transici¨®n? ?O, por el contrario, vamos a firmar un verdadero pacto de convivencia duradera?
Dejando ahora otros aspectos important¨ªsimos, me reduzco a la hip¨®tesis de una posible reconciliaci¨®n nacional confesional. Creo que, mutatis mutandis, esto equivaldr¨ªa a la seudo-soluci¨®n del interclasismo en el problema de la sociedad de clases.
En efecto, no podemos olvidar que el confesionalismo ha bloqueado nuestra convivencia hisp¨¢nica, por lo menos a partir de Recaredo. Eso s¨ª, los contenidos eran diversos, pero el esquema segu¨ªa siempre siendo el mismo. Frente a un confesionalismo cristiano surg¨ªa belicoso un confesionalismo musulm¨¢n y, saltando eventualmente entre ambos, funcionaba de ac¨¢ para all¨¢ un confesionalismo jud¨ªo.Modernamente el confesionalismo se bifurca claramente en catolicismo y laicismo: ambos incordiantemente militantes. Reconciliaci¨®n entre ambos nunca ha habido, sino meramente pactos, que a veces se han llamado concordatos. Pero la bipolaridad confesional quedaba intacta en el fondo, ya que, por una parte, un cat¨®lico pod¨ªa tolerar personalmente a un laicista y viceversa, pero cada uno so?aba con la extinci¨®n de la ideolog¨ªa contraria, para quedar solo y triunfador en el solar patrio.
En una palabra: ser espa?ol en sentido confesional no podr¨ªa ser patrimonio com¨²n, sino ¨²nicamente de los que profesen una ideolog¨ªa u otra. Una reconciliaci¨®n nacional confesional es una mera tregua en nuestro secular talante de guerras intestinas. Por eso, nuestra meta urgente ha de ser la b¨²squeda r¨¢pida de una f¨®rmula desconfesionalizada de mutua reconciliaci¨®n.
Esto quiere decir, por ejemplo, que la Iglesia cat¨®lica renuncie a su complejo de superioridad (?y a su superioridad tout court!), pero sin caer en el extremo contrario del complejo de inferioridad, ya que esto pudiera ser una forma ladina de mantener el mito de la tan atractiva clandestinidad. O dicho de forma m¨¢s concreta: tan confesional y antirreconciliador es un decreto estatal que mande quitar los crucifijos de las escuelas como otro decreto, no menos estatal, que imponga su reposici¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.