Los perros

Tras de leer el art¨ªculo de EL PAIS que comenta el decreto sobre normas para animales dom¨¦sticos, deseo hacer unas precisiones: Por supuesto, estoy de acuerdo con varios puntos del decreto. Los perros, concretamente, no experimentan satisfacci¨®n en lugares cerrados. Me parece aceptable la medida si a ello se une un riesgo sanitario humano.

No parece l¨®gico hacer una vida tan imposible al ?mejor amigo del hombre? hasta tal punto que se le niegue todo medio de transporte, puesto que, no todo el mundo cuenta con un autom¨®vil propio, y los taxis son transportes p¨²blicos. En algunas ciudades europeas se permite el acceso de estos animales, sobre todo los de tama?o no exagerado provistos, naturalmente, de bozal y correa. ?Qu¨¦ soluci¨®n se puede, tomar si se desea, por ejemplo, lIevarle al veterinario, habida cuenta de las pocas cl¨ªnicas existentes en Madrid? ?Comprarse dos patines?

Creemos finalmente que siempre que el can vaya protegido con bozal, correa, vacunaci¨®n, etc¨¦tera, no deber¨ªa ser tan despreciado socialmente; de otra forma nuestros hijos, lejos de aprender a amar la naturaleza s¨®lo tendr¨¢n conocimiento de desamor.

Dicho decreto dar¨¢ pie a malas interpretaciones por algunos ciudadanos, lo que puede ocasionar innecesarias crueldades. Por ello elevo mi m¨¢s en¨¦rgica repulsa contra una sociedad que hace, como bien dice el articulista, ?la vida imposible a los animales en unas ciudades que, si no est¨¢n pensadas para los humanos, menos a¨²n lo. est¨¢n para los perros y gatos?. Por que ser amante del hombre es serlo tambi¨¦n de su uni¨®n amorosa y comunicaci¨®n con la naturaleza que le rodea. Quienes detestan a los animales y plantas odian al hombre. Adem¨¢s, los que acusan a los amantes de los animales, lo hacen con argumentos que s¨®lo pueden aplicarse a una parte de sus poseedores.