Verano
A pesar de todo, el verano se impone. Este a?o, es cierto, no se dejan dominar por ¨¦l los que mandan, o los que aspiran a mandar. Pero el ciudadano normal, de quien esperamos que dependa tambi¨¦n ese mandar futuro, siguea pesar de todosus viejas costumbres. As¨ª me encuentro yo, en un hotel de un peque?o pueblo de la Costa Brava. Oyendo, no el rumor del mar, sino ruidoso e incesante, el de los coches de muy diversos pa¨ªses de Europa y, de much¨ªsimas provincias de Espa?a. No pretendo entrar en estad¨ªsticas que ayudan a los del pa¨ªs a convertir en impracticables y vociferantes los cruces de las estrechas carreteras que nos adjudica la Administraci¨®n. Multitudes en los caminos, en los hoteles y en las playas. La paz de uno debe busc¨¢rsela por su cuenta.Una vez m¨¢s, y m¨¢s acentuadamente en estos momentos de expectaci¨®n pol¨ªtica, me doy cuenta de lo dif¨ªcil que resulta, cuando nos apartamos de nuestra vida normal, mantenernos al corriente de lo que pasa. Llegan los peri¨®dicos, y son le¨ªdos, a veces con todo detalle, aunque tambi¨¦n con cierta pasividad. Y el resultado es que bien poco sabe de la cosa pol¨ªtica quien se limite a leer los y no quiero decir con ello que haya que buscar las noticias en otra parte. Las noticias est¨¢n all¨ª, en su gran mayor¨ªa. Las que llegan por conductos verbales no suelen pasar de rumores y en muchos casos no podemos tomarlas en serio. Pero cuando estamos solos entre la muchedumbre veraniega y alejados de nuestro ambiente normal, aun las noticias m¨¢s ciertas que trae el peri¨®dico pierden algo de su aspecto de realidad al no ir acompa?adas, para nosotros, de las repercusiones que tienen ni de las reacciones que producen en las personas conocidas y que tratamos habitualmente. El veraneante o el turista, aun cuando podamos conocerles, llevan una vida distinta de la habitual, y sus reacciones ya no sirven. No nos orienta que reciban una noticia con optimismo o con pesimismo cuando ignoramos si en vida normal tienden a recibirlas con satisfacci¨®n o bien con alguna reacci¨®n de amarga complacencia, que aquella vida normal pueden ser para ellos tan importantes como la noticia misma y que, en pleno veraneo pueden depender de un ba?o agradable o de una insolaci¨®n inoportuna.
As¨ª sucede, y a¨²n m¨¢s en estos momentos, en que tantas noticas hay que no se nos definen por su contenido tangible ni por las posibilidades que puede encerrar. Como si los que mandan, al no veranear, nos dejaran a todos en un veraneo incierto. Como si los que aspiran a mandar quisieran llenar su espera en oposici¨®n con m¨¢s actividades y unas actitudes que basadas en la expectaci¨®n, se desarrollan en un vac¨ªo todav¨ªa imposible de llenar. Leo el peri¨®dico y tengo en muchos momentos la impresi¨®n de que, para entender lo que cuenta, me hace falta conocer algun secreto que tal vez lo sea a voces para los dem¨¢s, pero que yo, rid¨ªculamente, ignoro. Visitas a los ministros comentadas de un modo que, a veces, parece pensado antes de visitarles. Reacciones puritanas que, a siendo justas, no se ve claro por qu¨¦ son manifestadas Actitudes de la extrema izquierda que -por ejemplo en Catalu?a- se acercan a las de las derechas, quiz¨¢ por prematuros motivos electora les, cuya eficacia na garantiza. Actitudes de ciertas derechas que quieren ganar por mano izquierda a las del escal¨®n siguien Terminolog¨ªas que de tan usadas, ya no sabemos d¨®nde nos colocan... Y unido a todo ello, no pod¨ªa hablar con el compa?ero de trabajo, con el amigo, y el vecino, para que sus reacciones, que conocemos nos ayuden a orientar la nuestra. Y tambi¨¦n el ruido de los claxons, y el paso de la multitud, y el calor, y pereza del verano.
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