El Estado brit¨¢nico, dispuesto a financiar sus partidos pol¨ªticos
Casi ning¨²n partido pol¨ªtico brit¨¢nico quiere recibir dinero del Estado para superar sus crisis financieras. Sin embargo, un comit¨¦ nombrado por el Gobierno aconseja que sea el Estado el que saque de sus apuros econ¨®micos a conservadores, liberales y laboristas, entre otros.El comit¨¦ considera que no hay ning¨²n dinero mejor que el dinero neutral del Estado para cooperar con los partidos pol¨ªticos sin que ¨¦stos se sientan ligados con un grupo de presi¨®n, sindical o particular.
Los laboristas, cuyo Gobierno fue el que comision¨® el informe, piensan que la soluci¨®n es buena. Los liberales de Inglaterra tambi¨¦n lo aprueban aunque los nacionalistas de Escocia piensan como los conservadores. Para ¨¦stos, los partidos pol¨ªticos deben seguir recibiendo dinero de entidades p¨²blicas y particulares sin que los contribuyentes tengan que intervenir para nada en el proceso.
La raz¨®n por la que ahora se ha sugerido la posibilidad de que el Estado intervenga en la financiaci¨®n de los partidos, es muy simple, seg¨²n la ve el comit¨¦ que ha realizado este informe. Los partidos ?est¨¢n haci¨¦ndolo muy mal?. Sus campa?as de publicidad son muy pobres, los salarios que pagan a sus empleados son excesivamente bajos y el apoyo que conceden a sus candidatos es m¨ªnimo.
Parece que el Gobierno est¨¢ dispuesto a pasar por el parlamento un proyecto de ley que contemple las premisas que este grupo ha elaborado. Seg¨²n ellas, cada partido tendr¨¢ derecho a recibir cinco peniques (unas diez pesetas) por cada voto que haya obtenido en las elecciones generales inmediatamente anteriores a la entrega de la subvenci¨®n. Para algunos partidos -los poderes, como el laborista, que depende del favor local y voluntario- ¨¦sta puede ser una soluci¨®n. Para el conservador, cuyas fuentes parecen m¨¢s seguras y m¨¢s estables, la propuesta no resulta demasiado excitante.
Todos los componentes del comit¨¦ no est¨¢n de acuerdo con las conclusiones a las que ha llegado la mayor¨ªa. Cuatro de los doce personajes que lo han integrado opinan que una ayuda estatal a los partidos pol¨ªticos, s¨®lo estar¨ªa justificada si la democracia parlamentaria estuviera en peligro o si en efecto hubiera una amenaza de que alg¨²n partido pol¨ªtico que significara mucho para la comunidad, estuviera al borde de la bancarrota.
Mientras estas discusiones tienen efecto en Londres, el l¨ªder del Partido Laborista y jefe del actual Gobierno, James Callaghan, se ha encontrado en Escocia con otro argumento econ¨®mico mucho m¨¢s dif¨ªcil de salvar. En casi todas sus visitas a las ciudades escocesas, el primer ministro ha sido recibido con manifestaciones de trabajadores que le demandan una r¨¢pida acci¨®n contra el creciente desempleo.
En Escocia, a donde el primer ministro hab¨ªa ido persiguiendo un objetivo pol¨ªtico, la situaci¨®n econ¨®mica ha sensibilizado extraordinariamente a la poblaci¨®n. No es extra?o que hayan sido precisamente los partidos escoceses, nacionalistas o no, los que ayer se enfrentaron de manera m¨¢s directa a la idea de usar dinero p¨²blico para apoyar a los grupos pol¨ªticos. Tanto en Escocia como en algunos sectores de Inglaterra se piensa que, tal como est¨¢ el momento econ¨®mico del pa¨ªs, una sugerencia de esa clase tiene todos los riesgos de perderse en el vac¨ªo.
En general, se ha considerado que la propuesta de ayuda a grupos pol¨ªticos contrasta con el fundamento mismo de estas organizaciones, que en Gran Breta?a dependen en gran medida del favor popular. Una intervenci¨®n estatal parece que disminuir¨ªa su independencia o que, en todo caso, minimizarla el valor de lo que en algunos sectores se considera como una tradici¨®n pol¨ªtica inamovible.
De cualquier modo, no parece que los brit¨¢nicos, quieran o no romper sus costumbres, est¨¢n ahora muy dispuestos a sacar de sus bolsillos para prop¨®sitos pol¨ªticos de cualquier g¨¦nero lo que dicen necesitar para sobrevivir.
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