De Seveso a Riobamba
De manera muy curiosa el apocalipsis de Seveso ha visto reducidas sus connotaciones morales y religiosas al problema del aborto de las mujeres gestantes afectadas por la dioxina. Por lo pronto, en una civilizaci¨®n perfectamente machista como la nuestra, ni siquiera se ha aludido a la eventualidad de la esterilizaci¨®n de los hombres cuyos genes pueden haber quedado afectados y dar lugar, seg¨²n los expertos cient¨ªficos, a toda una teratolog¨ªa humana que Jer¨®nimo Bosch s¨®lo fue capaz de imaginar, pero que la t¨¦cnica moderna ha mostrado ser muy capaz de fabricar.El problema moral del aborto, y, en su caso, de la esterilizaci¨®n son, en efecto, graves problemas que no pueden ser resueltos a la ligera y cuya aceptaci¨®n s¨®lo puede ser, como mucho, relativa y casu¨ªstica porque la vida humana debe ser defendida a ultranza, pero ?acaso es otro problema que ¨¦ste de la vida humana el que se juega en la instalaci¨®n misma de industrias como la que ha producido el desastre de Seveso?. ?Acaso no habr¨ªa que haber planteado, desde el principio, la ilicitud total de una industria de este tipo como la ilicitud moral, en general, de la poluci¨®n de tierra, mar y aire, que el dinero y el poder est¨¢n llevando a cabo por doquier? La decisi¨®n a favor del aborto o de la esterilizaci¨®n en el caso de Seveso ser¨¢, en ¨²ltimo t¨¦rmino, una decisi¨®n grave y dram¨¢tica entre dos males -el aborto y la esterilizaci¨®n que son un ataque a la vida en s¨ª y por lo tanto repudiables, y el nacimiento de seres vivos que quiz¨¢s s¨®lo resultar¨ªan espec¨ªmenes de horror y sufrimiento-, pero, a puro nivel teol¨®gico y no s¨®lo moral, lo que A. Stephane llam¨® hace a?os con una f¨®rmula muy estricta ?fecalizaci¨®n o analidad c¨®smicas? del dinero y del poder, es decir, la poluci¨®n atmosf¨¦rica y la degradaci¨®n ecol¨®gica no sit¨²a al cristiano ante la elecci¨®n de uno de dos males entre los que habr¨¢ de escoger, sino entre el mal de el ataque a la vida y los beneficios econ¨®micos que de ese mal se derivan, es decir ante la pura opci¨®n por defender la creaci¨®n o el reino del dinero: est¨¢ nuestra civilizaci¨®n montada sobre edinero -como nos han advertido Freud o Brown-, sustituto sublimado de las heces, una civilizaci¨®n anal y fecalizadora, conectada con lo mec¨¢nico y la muerte, civilizaci¨®n de cosas iriliertas -m¨¢quinas y dinero, s¨ªmbolos de las heces y de la muerte- que lleva en su entra?a un instinto de poder y de muerte y lo realiza en la distinta gama de las violencias y las constricciones.
Adoradores
?A pesar de San Francisco -ha escrito Robert Hainard en su libro Expansi¨®n y Naturaleza, a pesar de tantos adoradores de la naturaleza animados de una sincera piedad, me veo obligado a dejar constancia de que las religiones son ampliamente favorables a la destrucci¨®n de la naturaleza?, y el profesor Dorst ha subrayado: que de las palabras del G¨¦nesis ?Procread y multiplicaos y henchid la tierra; sometedla y, dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sdre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la Tierra?, la mayor¨ªa de los pensadores occidentales han extra¨ªdo las consecuencias m¨¢s materialistas y que la ense?anza cristiana, prolongando la de los fil¨®sofos paganos de la antig¨¹edad, ha otorgado al hombre una absoluta supremac¨ªa sobre el resto de la creaci¨®n que estar¨ªa ah¨ª ¨²nicamente para servirle de marco y utilidad, instrumento y ornato. Pero cualquiera que haya sido la historia en este sentido, lo que para nosotros hoy resulta claro, es como ha escrito J. Moltamann, que ?la explotaci¨®n, la opresi¨®n, el extra?amiento, la destrucci¨®n de la naturaleza y la desesperaci¨®n interior constituyen hoy el c¨ªrculo diab¨®lico por el que nos llega la muerte a nosotros mismos y a nuestro mundo... No se puede superar la muerte de hambre por medio de un desarrollo industrial, si al mismo tiempo, se lleva al mundo a una muerte ecol¨®gica... Despu¨¦s de la larga fase de liberaci¨®n del hombre frente a la naturaleza, hace falta, hoy, una nueva fase de liberaci¨®n de la naturaleza frente al hombre inhumano?. frente al poder fecalizador del dinero due?o del mundo, que esterca donde quiere y entierra en las heces de sus industrias de muerte a los hombres para hacer m¨¢s dinero. El desaf¨ªo de este poder fecalizador es un desaf¨ªo radical y sat¨¢nico y dif¨ªcilmente puede condenarse el aborto con la absolutez que debe serlo si, antes, no se rechaza ese poder de muerte que obliga a una conciencia a tener que plantearse el problema del aborto.
Lucha
En el plano de al realidad socio-pol¨ªtica e hist¨®rica esa lucha contra ese poder de destrucci¨®n de la vida como en el caso de Seveso, hoy, y, ayer, en el Jap¨®n o Checoslovaquia, supone la lucha concreta contra el poder del dinero en este mundo y espec¨ªficamente contra las multinacionales de la producci¨®n y el enriquecimiento y contra los Estados totalitarios Y el problema, se quiera o no, se torna pol¨ªtico, queda enredado en todas las equivocidades de lo pol¨ªtico, y, si la Iglesia que condena el aborto condena tambi¨¦n la guerra o la Implantaci¨®n de una industria de dioxina con la misma absolutez, entrar¨¢ en seguida en conflicto con los poderes de este mundo como ha ocurrido en Riobamba, por ejemplo, donde una reuni¨®n episcopal, que prestaba demasiada atenci¨®n al destino de los pobres y peque?os destinados a alimento de la potencias del dinero, ha sido interrumpida por la polic¨ªa de un peque?o dictador hispanoamericano, que adem¨¢s al actuar as¨ª, se ha dado a s¨ª mismo la impresi¨®n de ser ?el amo? y de gobernar a su propio pa¨ªs. Aunque lo m¨¢s extra?o de todo este asunto ha sido el silencio de Roma ante un ataque tan flagrante a la independencia de la Iglesia y a la lucha de esos cl¨¦rigos y cristianos de Riobamba para que tragedias como las de Seveso o parecidas o la simple brutal explotaci¨®n y destrucci¨®n de la vida a diario no tengan lugar all¨ª.
Evidentemente, se comprenden muy bien las que Lamniennais llamaba ?dificultades romanas?, esto es, todas las ataduras diplom¨¢ticas y pol¨ªticas de una Iglesia que vive en la historia y que tiene que gestionar sus asuntos e incluso los asuntos evang¨¦licos con la prudencia de este mundo, pero se desear¨ªa a la vez, que esa Iglesia mostrase tambi¨¦n una energ¨ªa que es m¨¢s precisa que nunca contra la apocal¨ªptica y sat¨¢nica fecalizaci¨®n del dinero y del poder, sembradores de muerte. y desde luego alguna sensibilidad y ternura humanas y evang¨¦licas hacia las aterrorizadas madres que esperaban un hijo y pudiera nacerles un ser taratol¨®gico no s¨®lo fuente y objeto de horribles sufrimientos, sino lleno de atroces preguntas sobre el problema del mal, la providencia de Dios, la frontera entre lo humano y lo que no lo es.
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