Tribuna libre .Las tres legit¨ªmidade s~ en Espa?a
MARIANO AGUILAR NAVARRO
El profesor franc¨¦s Maurice Duverger ha escrito en Le Monde (25 de agosto) un sugestivo art¨ªculo que lleva este t¨ªtulo. En buena parte ha sido recogido por EL PAIS en el n¨²mero publi`cado ese mismo d¨ªa. Y este mismo diario espa?ol alude al trabajo de Duverger en la cr¨®nica que env¨ªa desde la capital francesa su corresponsal Feliciano Fi dalgo. La cr¨®nica parte de la vi~ sita de don Marcelino Oreja a Par¨ªs y viene encabezad a con este titular: ?En Espa?a. todo camina hacia la democracia?. Es de observar c¨®mo el se?or, Oreja prosigue, en cuanto al estilo y la vertebraci¨®n de sus discursos, en buena parte la l¨ªnea marcada por su predecesor en el Ministerio, el conde de Motrico. Ambos diplom¨¢ticos han estimado indispensable apoyarse en una caracterizaci¨®n de la pol¨ªtica interior espa?ola, por ser conscientes de que en toda diplomacia, en toda pol¨ªtica exterior, resulta esencial y cond icionante,, como se?alara Kissinger en su trabajo ?Estructura interior- y pol¨ªtica exterior?, tener en adecuada relaci¨®n la acci¨®n interior- y la forma de manifestarse el poder exterior del Estado. Esta l¨ªnea fue apuntada con excesiva espectacularidad y poca consistencia por el se?or L¨®pez Bravo. Con una visi¨®n m¨¢s realista. los se?ores Castiel la y Cortina marginaron, en cuanto les fue posible, las alusiones a la Pol¨ªtica dom¨¦stica, conscientes de que en el terreno de la acci¨®n diplom¨¢tica las palabras necesitan de una mayor autenticidad que en la acci¨®n dom¨¦stica, y que a nada conduce alardear ante el extranjero sobre la'base de unas determinadas concepciones de la pol¨ªtica, ,cuando ¨¦stas, de -hecho, no tienen su provecci¨®n ¨¦n'la realid¨¢d de la acci¨®n estatal. Hoy puede ser dis,into el panorama. en,cuanto hay posibilidades. de momento s¨®lo se tnita de posibilidades. de caminar hacia la cristalizaci¨®n,de esa pol¨ªtica. democr¨¢tica, que hasta hace muy poco era sin¨®nimo de subversi¨®n y capitulaci¨®n.Lifin delpoder
carism¨¢fico
El trabajo de Duverger, como todo ? que procede del lucido polit¨®logo fraric¨¦s,-es altamente sugerente. Es una l¨¢stima que de momento no haya recibido en nuestra Prensa la atenci¨®n que merece. Mi prop¨®sito es, en parte, venir a colmar est.,. doble insuficiencla. ln'-
ner una actitud cr¨ªtic.i
miento de DuverLCr,
en alguno de los
bles y acaso tarn¨ªnien nables.
. Las tres legitimidades han (-ILICdado perfectamente descritas en el resumen de EL PAIS: legitimidad ,.democr¨¢tica. leeitimida,d fran7 quista y legitimidad mon¨¢rquica.Es de observar c¨®mo D¨¢verger intenta huir de la noci¨®n de la legitimidad carism¨¢tica, acaso por entender, como competente especialista, que el franquismo ser¨ªa dif¨ªcilmente homologable como concepci¨®n carism¨¢tica y fascista del poder y de las formas pol¨ªticas. De todos modos, y aun reconociendo que el franquismo no es un puro fascismo, no por ello resulta c¨®modo prescindir de la legitimidad carism¨¢tica, teniendo en cuenta que en Franco la noci¨®n del caudillaje ha pesado m¨¢s decisivamente que en el mismo Hitler y Mussolini, pues, a diferencia de estos dos, que contaron con el apoyo de sendos movimientos propios de masas, en el caso de Franco este hecho no se daba, ya que se limit¨® a manipular pol¨ªticamente, asistido con toda pericia por Serrano S¨²?er, una peque?a agrupaci¨®n pol¨ªtica (Falange de las JONS) con la que ni se sent¨ªa ideol¨®gicamente totalmente ?dentif¨ªcado y a la cual s¨®lo se pod¨ªa otorgar un valor m¨¢s bien simb¨®lico, testimonial y, acaso, t¨¢ctico, en funci¨®n de la internacional izaci¨® n de la guerra civil y la necesidad de contar con el apoyo de las potencias fascistas.,
En el estudio de Duverger es elemento esencial el an¨¢lisis que hace,de un hipot¨¦tico paralelismo entre el r¨¦gimen que implant¨® el general De Gaulle y el que actualmente intenta establecer don J¨²an Carlos- Duverger estima que don Juan Carlos (del cual reconoce que su arraigo es menor que el que dispusiera en su favor el general de la Resistencia) tiene la dif¨ªcil misi¨®n de establecer la legitimidad rrion¨¢rquica, luchando con una leapoyada- en la legalidad
gitimi e:
herei ada y, de la cual parte la mis
rna instauraci¨®n de la Monarqu¨ªa
en su persona. Es una -legitimidad
.mon¨¢rquica en -la forma. pero de
mocr¨¢tica _en su obligad.a. . NI apre
miante raiz.Unparalefismo excesivo
Duverger prosigue el an¨¢lisi~ comparativo trayendo como inmediato eslab¨®n en su reflexi¨®n la analog¨ªa que, seg¨²n su juicio, se dar¨ªa entre la decisi¨®n del general De Gaulle nombrando a Deb conio primer ministro. y la de don Juan Carlos decidiendo liacef del se?or Su¨¢rez el instrumento decisorio en la empresa de sustituci¨®n de Lina le(11timidad (la franquista) por esta lep-Inmidad mixta. que ser¨ªa la instauraci¨®n d-e una Mo
Prelleindiendo de la l¨ªnea l
!Z,.') principal t¨ªtulo. se apova esta
Je Duverger')
Sin Jesu)nocer la hrillantez del :irt¨ªculo que coniento. considero obligado. por un m¨ªnimo de honestidad intelectual, e? se?alar sus puntos d¨¦biles. sus proyecciones excesivatri ente atrevidas y un tanto alejadas de la realidad que se pretende aproximar en la comparaci¨®n. No es viable una aut¨¦ntica
historia paralela entre dos perso
najes como De Gaulle y don Juan
Carlos, cuando todo su proceso
hist¨®rico les hace m¨¢s bien enor
memente alejados. Duverger sab ' e
perfectamente que la relaci¨®n de
De Gaulle con el poder que el ocu
pante alem¨¢n estableci¨® en Fran
cia fue de total rebeld¨ªa. M¨¢s atre
vida y precaria resulta la semblan
za paralela fij¨¢ndose en el proble
ma de Argelia. Para llegar a su so
luci¨®n. el general necesitaba que
un prohombre de la tesis de la Ar
gelia francesa fuera precisamente
el encargado, como presidente del
Gobierno, de hacer aceptar a sus
militantes la tesis gaullista sobre la
terminaci¨®n de una guerra me
diante el pacto entre los valientes
combatientes de ambos lados. Yo
no creo que sea posible reconocer
una situaci¨®n de similitud entre
Debr¨¦ y Su¨¢rez. La personalidad
de los dos hombres pol¨ªticos no es
conmensurable. ?Cree sincera
mente el profesor franc¨¦s que
Su¨¢rez tiene el mismo liderazgo
que pose¨ªa, y a¨²n conserva par
cialmente, el pol¨ªtico nacionalista
franc¨¦s?sabilidad y p(;der de gobierno.-
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Licencia delegitimidad mon¨¢rquica o de una legitimidad democr¨¢tica en Espa?a, hay que desistir de seguir utilizando el concepto de legitimidad para abarcar a los franquistas de este momento. Duverger debe de comprender que incluso por encima de los razonamientos funcionales, de estimaci¨®n hist¨®rica de cara al futuro, est¨¢n los argumentos que casi podr¨ªamos ver como ontol¨®gicos y antropol¨®gicos, sin dejar de entender que la Historia no es s¨®lo proyecci¨®n en el futuro, sino igualmente arranque de un inmediato pasado.Las declaraciones a ?Par¨ªs-Match?
Mirando a este pasado, que es incluso muchas veces presente, resulta poco ?redible una argumentaci¨®n que reposa en la ant¨ªtesis, en la contradicci¨®n antag¨®nica entre don Juan Carlos, al servicio del cual actuar¨ªa el presidente Su¨¢rez, y la legitimidad franquista. Su¨¢rez, sin ir m¨¢s lejos, en sus ¨²ltimas declaraciones a Paris-Match ha reafirmado su lealtad al franquismo; a¨²n m¨¢s, Su¨¢rez ha llegado a decirnos, m¨¢s o menos, que era el mismo Franco el que, en una ¨²ltima conversaci¨®n que mantuvo con ¨¦l, fue quien le indicara que, en lo sucesivo, ten¨¦is queprepararosp¨¢ra la batalla para la democracia. Si esto es cierto, y no es honesto ponerlo en entredicho, lo m¨¢s correcto es venir a decir que para Su¨¢rez el franquismo no es una legitimidad que haya que suprimir para dar paso a otra diametralmente opuesta, como ser¨ªa la legitimidad mon¨¢rquica constitucional.
Hay en toda la argumentaci¨®n de Duverger una alta dosis de complacencia, de facilidad escarpista. Parece como si en atenci¨®n a lo deseable, incluso a lo c¨®modo y poco arduo, se quisiera crear un futuro y un presente un tanto sonrosado, en cromo. Tenemos que ser conscientes (lo vienen repitiendo desde ¨¢ngulos diferentes Mar¨ªas y Aranguren) de que la tarea de establecer en Espa?a una legitimidad democr¨¢tica, una legitimidad mon¨¢rquica, que tendr¨¢ que ser de ra¨ªz m¨¢s democr¨¢tica que la que han tenido como -sustent¨¢culo las monarqu¨ªas const¨ªt ucionales europeas a las que Duverger se refiere, es enormemente dif¨ªcil y que. de entrada, necesita,- ante todo, de la acci¨®n de hombres que por historia, t¨ªtulo de credibilidad pol¨ªtica y formaci¨®n intelectual, am¨¦n de bagajeideol¨®gico, sean verdaderos dem¨®cratas. La democracia, no se olvide, antes que una teor¨ªa es un -estilo, una forma de ser y. so-bre, todo. de comportarse' en la vida y no's¨®lo en el i~j*erci.cio de la responsabilidad y poder de gobierno.
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