La est¨¦tica de la tarjeta postal
Los historiadores del arte, los cr¨ªticos y especialistas en Est¨¦tica se lamentan a menudo -y con raz¨®n-, del evidente desinter¨¦s del gran p¨²blico hacia esas formas superiores de comunicaci¨®n que son las bellas artes, de la ausencia casi general -salvo las visitas aborregadas y distraidas, donde una peque?a masa semiaburrida vagabundea delante de los grandes cuadros-, del pueblo en esos santuarios de la cultura que se llaman museos.Algo se hace para evitar estas dolorosas carencias que influyen y condicionan, no nos enga?emos, nuestra sensibilidad colectiva y repercuten en la aparici¨®n de nuevos creadores visuales que -nunca surgen de la nada, sino del ambiente entusiasta que debe ser mimado y cuidado exquisitamente. La difusi¨®n de las obras maestras de la creaci¨®n ¨ªc¨®nica -cuadros, dibujos, grabados, esculturas, mosaicos...-, en los lugares adecuados y con la garant¨ªa de conocimiento masivo hecha posible por las modernas t¨¦cnicas de reproducci¨®n posibilitan un contacto estrecho de los ciudadanos con la historia viva y continuada del pasado y presente. Este nivel superior, indiscutible, no debe hacernos olvidar, sin embargo, otros escalones previos, infinitamente m¨¢s humildes, que constituyen el ¨²nico lazo de contacto est¨¦tico entre el pueblo llano y los artistas excelsos, que no dejan de formar parte de este mismo pueblo -,en el mejor de los casos-, y que de ¨¦l extraen su creatividad e inspiraci¨®n. Todos creamos algo, o pretendemos hacerlo, pero la experiencia est¨¦tica, la fruici¨®n ante el arte con may¨²scula o min¨²scula, que no deja de ser una forma de creaci¨®n e investigaci¨®n, se satisface, en una proporci¨®n increiblemente alta, ante obras sin pretensiones, como las fotos de los peri¨®dicos y revistas, los comics, los carteles, las cubiertas de los discos, los anuncios murales y, en gran medida, con las tarjetas postales, esas olvidadas tarjetas postales.
La tarjeta postal es un medio visual extraordinariamente arraigado en el ciudadano medio, y presenta una abundante cantidad de formas y g¨¦neros, gran parte de los cuales traicionan el gusto colectivo por lo barroco y floreado. Estas cartulinas coloreadas no son patrimonio exclusivo de Espa?a, por supuesto, pero s¨®lo aqu¨ª he podido verlas bordadas a mano, con purpurina pegada y otras lindezas. Los coleccionistas han perseguido desde siempre estos peque?os objetos, pero su preocupaci¨®n incansable, su ingenio de cazadores no nos sirve de medida para calibrar el inter¨¦s del ciudadano com¨²n, que no deja de consumir las tarjetas tur¨ªsticas -con notoria preferencia, en detrimento de otros g¨¦neros como la amorosa, la militar, la art¨ªstica-, como sistema c¨®modo de relaci¨®n comunicativa con familiares y amigos.
El predominio de la fotograf¨ªa como t¨¦cnica reproductora y casi universal en estas taijetas tur¨ªsticas se explica f¨¢cilmente en funci¨®n de las apetencias sociales por el color y ,la fidelidad documental. Los an¨®nimos autores han logrado construir un sistema muy preciso de encuadres y composiciones en el que los lugares pintorescos, las edificaciones de m¨¦rito, los contraluces, las nubes bellamente iluminadas por el sol poniente constituyen el ¨²nico pretexto est¨¦tico para muchos millones de seres humanos.
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