Ortograf¨ªa
Un art¨ªculo de este peri¨®dico, que tal vez no pretend¨ªa discutir m¨¢s que un problema de legitimidad, de un tipo que a m¨ª me suena siempre un poco a derecho can¨®nico, ha tenido la virtud de desencadenar una pol¨¦mica en la que han hallado p¨²blica expresi¨®n pensamientos muy dolorosos, que no dejan de ensombrecer el horizonte.Parece que la simple cuesti¨®n de si el presidente de la Generalidad en el exilio es o no el ¨²nico representante o vocero de la oposici¨®n catalana, problema que por el transcurso de los a?os puede tener su tanto de bizantinismo, ha desencadenado en dos, d¨ªas verdaderos r¨ªos de tinta. Sin entrar en el espinoso tema de derecho constitucional, en el que habr¨¢ que ascender hasta no s¨¦ d¨®nde, lo que encuentro criticable es la indignaci¨®n apenas contenida que dejan ver los cr¨ªticos. La evidencia del derecho de un heredero m¨¢s o menos directo de la Generalidad de 1939 para centralizar todas las opiniones catalanas no es tal que se imponga sin discusi¨®n, con la evidencia con que resulta que dos y dos son cuatro. Es claro que en tal asunto se puede opinar, sin que nadie ante una discrepancia pueda darse por ofendido. Al fin y al cabo, tambi¨¦n se discuti¨® la obediencia a aquel sucesor ¨²ltimo del Papa Luna, que muri¨® en Pe?¨ªscola creyendo que el verdadero sucesor de San Pedro era ¨¦l.
Es motivo de preocupaci¨®n que a la falta de inteligencia con que se afrontaban los problemas en los a?os parados suceda semejante obcecacion y falta de respeto a las razones del otro. ?Cu¨¢nto nos falta a todos para acostumbranos a saber que no todos pensamos lo mismo y que tambi¨¦n nuestra posici¨®n puede ser en ¨¦ste o en el otro punto equivocada!
Tambi¨¦n es un peligro menor, pero no sin importancia, que, convencidos ahora muchos de que un unitarismo cerrado- no ha resuelto problemas y ha ido creando una situaci¨®n inc¨®moda y llena de riesgos que hay que corregir, se llega a una especie de mezcla de lenguas en el uso de los nombres propios.
Se ha abierto una esperanza que a muchos nos gustar¨ªa ver convertida en f¨®rmulas de equilibrio racionales y estables, pero no hace falta pasar de las negaciones y restricciones en el uso de la lengua catalana a un extremo que es un poco rid¨ªculo. EL PAIS mismo, con ocasi¨®n de esta pol¨¦mica, he visto con sorpresa que en sus r¨¦plicas accede a escribir en catal¨¢n, con ortografia catalana, nombres como el de Catalu?a.
Esto se ha ido generalizando, pero no tiene fundamento alguno. Una cosa es que Tarrasa y Esplugas reivindiquen su derecho a llamarse oficialmente, incluso en los mapas, Terrassa y Esplugues, con su verdadero nombre que es, naturalmente catal¨¢n, y otra cosa es que cuando se escribe en castellano, en un contexto castellano, como es el de un art¨ªculo de fondo, escribamos Catalunya o Pa¨ªs Valenci¨¢. Del extremo de desconocerla existencia de las formas catalan as heredadas Girona o Lleida, pasamos ahora a caeren el de renunciar a escribir en nuestra lengua Catalu?a o L¨¦rida, formas que tienen siglos de antig¨¹edad y que usamos en nuestra lengua con pleno derecho y sin ning¨²n da?o para la, lengua catalana. Pi¨¦nsese que, para corresponder, ahora en catal¨¢n no se escribe Castella, como leg¨ªtimamente se dice, sino Castilla, para subrayar no s¨¦ qu¨¦ extra?as e irracionales consideraciones. Es lo mismo que si se nos dijera que faltamos al respeto italiano porque decimos Florencia y no Fiorenze, o al ingl¨¦s porque decimos Londres y no London, y al franc¨¦s porque acentuamos Par¨ªs.
Todas estas formas castellanas son perfectamente normales, como lo es escribir con la ortograf¨ªa nuestra Catalu?a, a la que no hay por qu¨¦ renunciar. ?O es que tendremos que escribir y decir en lo sucesivo France y no Francia, DeutschIand y no Alemania y CCCP y no URSS? Los nombres propios no son sacros, como lo era el de Yaveh para los antiguos hebreos.
Cuando el curioso se detiene ante los escaparates de las librer¨ªas madrile?as, se encuentra con una creciente invasi¨®n de libros de actualidad. A primera vista ello es satisfactorio, pues han sido muchos los.a?os de silencio o de conven cionales verdades sobre los temas de inter¨¦s nacional que han de ser objeto de conocimiento en un pa¨ªs viviente y con conciencia de su gobierno. Problemas econ¨®micos y sindicales, de pol¨ªtica central y regional, de historia, desde la gue rra para ac¨¢, llaman desde sus cu biertas al lector interesado en el porvenir del pa¨ªs, sin que falten tampoco libros de conversaciones con personas importantes o que aspiran a serlo.
Informaci¨®n y documentaci¨®n
Pero m¨¢s de una vez hojeamos el libro y hallamos en ¨¦l no serio material informativo, y a¨²n menos estudio concienzudo de problemas. Son p¨¢ginas escritas a la ligera, textos copiados de aqu¨ª y all¨¢, t¨®picos hist¨®ricos o sociol¨®gicos, material de relleno, en una palabra, producci¨®n del momento para el momento.
No es que deban imprimirse solamente serios tratados de historia o investigaciones socioecon¨®micas profundas. El lector necesita tambi¨¦n libros ¨¢giles, de esos que saben escribir buenos periodistas, en los que la necesaria documentaci¨®n se une a la observaci¨®n sagaz y a la penetraci¨®n psicol¨®gica. Libros de esos nos hacen falta, libros que despierten, inquieten y aviven la capacidad cr¨ªtica de los lectores, muchas veces adormecida por censuras, hipocres¨ªas y mentiras.
Nos tememos que en la balumba de informaci¨®n que se nos brinda, hay menos libros estimulantes que los que har¨ªan falta. Y no hay que olvidar que el lector que compre un libro y no encuentre en ¨¦l la verdad clara que se le debe, se desanimar¨¢ tal vez de comprar otro, acaso el que s¨ª le hubiera servido de buen informador. Los editores de actualidades debieran muchas veces seleccionar mejos sus series.
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