El tratamiento del sexo como involuci¨®n
Bocaccio es una fuente de inspiraci¨®n para todos los escritores nacidos despu¨¦s, aut¨¦ntico cl¨¢sico vivo, adem¨¢s de un riesgo permanente para sus seguidores, porque la aparente sencillez de sus ternas, la brillante facilidad del estilo, y la imaginaci¨®n deslumbrante esconden un rigor intelectual y un pesimismo integral que se enmascara en la enga?osa y fugaz alegr¨ªa del sexo y los placeres sensuales. La pasi¨®n er¨®tica es el supremo exorcismo que se opone al miedo insuperable de la muerte, la ¨²nica certeza -seg¨²n ¨¦l- que aguarda a los seres humanos. Separar estas dos caras de la misma realidad es traicionar al autor en su misma entra?a, o tomarlo como un simple pretexto cultural y comercial, lo que ocurre en Las delicias de los verdes a?os.(En otra direcci¨®n est¨¦tica m¨¢s seria cabr¨ªa el di¨¢logo de Pasolini con la obra bocacciana, prolongando su mundo y preocupaciones en una imaginer¨ªa popular, directa y tierna, como demostr¨® en su Decamer¨®n, acentuando la intenci¨®n vitalista sobre el inexorable final de la existencia.)
Las delicias de los verdes a?os, pel¨ªcula producida por Jos¨¦ Frade, con direcci¨®n de Antonio Mercero y gui¨®n de Juan Jos¨¦ Alonso Mill¨¢n y Antonio Mercero, basada en obras de Bocaccio
Fotograf¨ªa: Cecilio Paniagua. Decorados: Tony Cort¨¦s. Int¨¦rpretes: Francisco Algora, Mar¨ªa Jos¨¦ Cantudo, B¨¢rbara Rey, Mar¨ªa Salerno, Jos¨¦ Viv¨®, Jos¨¦ Calvo. Estrenada en el Lope de Vega
Jos¨¦ Frade es el autor de esta pel¨ªcula que lleva su marca, aunque la hayan construido muy prestigiosos y responsables profesionales que, en esta ocasi¨®n, no llegan a sus cotas anteriores, quiz¨¢s por desgana o imposibilidad de conciliar su conciencia con la molesta necesidad de comer todos los d¨ªas. La obra es una mera sucesi¨®n inconexa de escenas que intentan ser c¨®micas y acaban siendo pat¨¦ticas, provocando la verg¨¹enza del espectador consciente. No valdr¨ªa la pena emprender la cr¨ªtica de este producto de no presentarse adobado con m¨¦ritos culturales, como un ejemplo de liberalidad y apertura. Habr¨ªa que decir, parafraseando a un ilustre pensador, que la apertura no es eso, y no por remilgos moralistas, sino por una aut¨¦ntica preocupaci¨®n ¨¦tica ante la indefensi¨®n del p¨²blico, al que se ofrecen estos filmes, como cura de una represi¨®n sexual centenaria. No tengo nada en contra, al contrario, ante la franqueza y la audacia expresivas, sin m¨¢s l¨ªmites que la conciencia de los autores y las decisiones responsables de los jueces, pero pasar del hist¨®rico chal a estos desmadres sin gracia no es un adelanto, sino una involuci¨®n. Halagar las carencias afectivas y culturales del p¨²blico no nos llevar¨¢ al cine que necesitamos, que puede y debe ser entretenido, divertido y popular. Fernando Fern¨¢n G¨®mez demostr¨® en su serie de El p¨ªcaro que se puede arrancar de los cl¨¢sicos hist¨®ricos con espl¨¦ndidos resultados, llenos de gracia y comicidad de buena ley.
Enti¨¦ndase bien que no pido m¨¢s rigores de los que hay, sino la desaparici¨®n total, absoluta, de cualquier limitaci¨®n censorial, venga de donde viniere, ya que la ¨²nica decisi¨®n debe ser la del espectador libre. El cine es espejo de la vida y la crudeza de lo real supera cualquier esc¨¢ndalo y audacia imaginada. Lo que desear¨ªa es que el tratamiento del sexo en el cine -como de cualquier problema contempor¨¢neo- sea adulto y liberador. Confundir la libertad expresiva con la abundancia de desnudos y escenas simplistas de intercambio sexual, que traducen las frustaciones colectivas, pero no las necesidades y deseos generales de cultura y conocimiento, es a?adir le?a al fuego, pensando exclusivamente en el lucro y nada m¨¢s.
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