El Alvin Ailey inaugur¨® el V Festival Intenracional de Danza
Una vez m¨¢s, la llevada del Festival internacional de Danza nos har¨¢ olvidar durante Cinco semanas el desolador panorama ballet¨ªstico madrile?o. El Alvin Ailey Dance Theater ha abierto el festival entre el entusiasmo de los aficionados. Se trata de un ballet moderno americano de bien ganado prestigio desde su presentaci¨®n en 1958. Si bien en origen era un ballet negro de repertorio cl¨¢sico americano, la compa?¨ªa, como pudimos comprobar en el segundo de los dos programas presentados, ha evolucionado a ?multirracial? ampliando tambi¨¦n los l¨ªmites de su repertorio nacionalista.
El primer programa reun¨ªa la influencia del folklore negro, jazz incluido, y del music-hall americano. La primera obra presentada, ?Night Creature?, con m¨²sica de Duke Ellington, representa un jazz sinf¨®nico muy alejado del ragtime y del jungle style.
La segunda obra, Crv, para una sola bailarina, constituy¨® uno de los momentos culminantes; Judith Jamison es un prodigio de expresividad, demostrando una flexibilidad junto a un dramatismo de cautivar al espectador. Tras The Mooche, con coreograf¨ªa dentro del ambiente del music-hall y de menor inter¨¦s, Revelations alcanz¨®, sin duda, la cota m¨¢s alta de ambas sesiones: se trata de una antolog¨ªa de espirituales negros cantados en bell¨ªsimas versiones a lo largo de la cual se suceden coreograf¨ªas de gran originalidad y expresividad directa, sin el barroquismo de las anteriores, ello unido a un alarde de gusto en iluminaci¨®n y vestuarios y de perfecci¨®n t¨¦cnica tanto en el conjunto como en las individualidades. El ¨¦xito fue inmenso hasta el regalo del bello Rock my soul.
El segundo programa, como queda dicho, de car¨¢cter mucho m¨¢s internacional. La primera obra, Streams, con m¨²sica de M. Kabelac, para percusi¨®n, ofrece el inter¨¦s de que sobre la base r¨ªtmica se crea una aut¨¦ntica melod¨ªa pl¨¢stica, hasta el punto de que al cesar la m¨²sica, la danza en silencio cumple una fu?ci¨®n id¨¦ntica a la de la cadencia musical.
La segunda obra, Love songs, para un solo bailar¨ªn, puso de manifiesto la maestr¨ªa de D. Williams y los recursos variad¨ªsimos de A. Ailey. Las coreograf¨ªas de ¨¦ste abarcan desde el mundo m¨¢gico-ritual negro, al orientalismo, pasando por todos los recursos del ballet contempor¨¢neo y del music-hall, aunque sin acudir al ballet cl¨¢sico.
Menci¨®n especial merece la luminotecnia, fundamental en la unidad m¨²sica-danza, hasta el punto de que en ocasiones, como la cadencia final de Streams, limitada a la percusi¨®n, la luz cumple la funci¨®n de la armon¨ªa ausente.
Cap¨ªtulo aparte exige la versi¨®n de Carmina Burana sobre coreograf¨ªa de John Butler. Es sin duda obra que se presta al ballet, ya que su g¨¦nesis est¨¢ muy ligada a la escena, y se trata, seg¨²n palabras de Orff, de ?una extensi¨®n del teatro sobre el canto?.
Aparte de la floj¨ªsima versi¨®n musical de la banda sonora, la coreograf¨ªa adolece de falta de humor (por ejemplo, en el n¨²mero en que el tenor canta el papel de pato asado), y carece de la fuerza dionis¨ªaca y festiva del mundo goliardesco, al tiempo que de lirismo e ingenuidad en otras ocasiones.
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