Autonom¨ªas nacionales y democracia
En el desolador y agobiante panorama de la prensa madrile?a, EL PAIS ha irrumpido como lo que un escritor tradicional calificar¨ªa de racha diaria de aire fresco. La calidad de sus art¨ªculos e informaciones y su apoyo inequ¨ªvoco a la democracia le han granjeado re peto y simpat¨ªa generales. Por eso ha dolido y hasta indignado doblemente en Catalu?a su editorial ?Autonom¨ªas y nacionalidades?.EL PAIS alude a la conveniencia de repasar el bachillerato, y acaso , sea ¨¦sta la causa de la gran cantidad de errores hist¨®ricos y confusiones a te¨®ricas que aparecen en las pocas l¨ªneas de su editorial. No hay que olvidar que el bachillerato de los ¨²ltimos cuarenta a?os ha sido un instrumento no de formaci¨®n cultural, sino, en buena parte al menos, de adoctrinamiento al servicio de la dictadura. El prop¨®sito, no por sabido menos denunciable, era y es conseguir que las ideas de las clases o capas dominantes se convirtieran en las ideas dominantes en la sociedad. Y aqu¨ª hay que reconocer el ¨¦xito parcial de esa pol¨ªtica ?educativa?. Sobre el tema i de las nacionalidades, cualquier vasco, gallego o catal¨¢n puede certificar haber encontrado dosis demasiado grandes de ideolog¨ªa falangista en ambientes progresistas madrile?os. No se trata, pues, de un retorno de los fantasmas, como afirmaba un editorial de Avui y negaba otro de EL PAIS, sino de que esos fantasmas nunca se hab¨ªan ido.
?Si Catalu?a -escribe EL PAIS- fuera libre de optar, de espaldas a la realidad, por su autodeterminaci¨®n, ?por qu¨¦ negar igual derecho al Ampurd¨¢n respecto de Catalu?a? ?Por qu¨¦ neg¨¢rselo a Figueras resp¨¦cto del Ampurd¨¢n??. Sin entrar aqu¨ª en la referencia, tan pintoresca como descabellada, al Ampurd¨¢n y a Figueras, conviene que nuestros amigos de EL PAIS sepan que los catalanes no podemos renunciar al derecho de autodeterminaci¨®n, a menos que admitamos -cosa que no estamos dispuestos a hacer- el derecho de otros a determinar nuestro futuro. Adem¨¢s, desde premisas democr¨¢ticas, ?c¨®mo puede limitarse o negarse el derecho de autodeterminaci¨®n? Este derecho implica no la separaci¨®n, pero si, como es l¨®gico, el derecho de separaci¨®n, es decir, el derecho a constituir un Estado independiente. Eso explica, seguramente, aunque no justifica , el tono apocal¨ªptico de algunas frases del mencionado editorial: ? ... de eso a derrumbarse por la pendiente de la disgregaci¨®n gratuita del Estado espa?ol media un abismo en el que, a lo que parece, a algunos no les importa caer.?
?Sabe EL PAIS que de todos los grupos pol¨ªticos integrados en el Consell o en la Assemblea s¨®lo dos son aut¨¦nticamente nacionalistas, hechas desde Madrid, s¨®lo sirven para reforzar su posici¨®n. Tarradellas nunca ha sido nacionalista. El mismo, utilizando terminolog¨ªa impropia, acaba de declararlo: ?No soy separatista. ?
?...Hoy por hoy -escribe EL PAIS-, arbolar sin encomendarse a Dios ni al diablo la bandera autodeterminadora, y pretender ir con ella hasta las puertas de la Presidencia del Gobierno a negociar, de no pasa de ser el fruto del sue?o de la la raz¨®n.?_ Es en este punto, sobre todo, donde quisiera yo criticar la actitud de EL PAIS. EL PAIS puede defender la ideolog¨ªa que quiera, pero tiene la obligaci¨®n de estar informado. Y deber¨ªa saber que la Assemblea y el Consell -o sea la inmensa mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos y la totalidad de las fuerzas sindicales- propugnan como la punto de partida irrenunciable m para cualquier negociaci¨®n el restablecimiento provisional de los principios e instituciones configurados en el Estatuto de 1932, y la constituci¨®n de un. Gobierno provisional de la Generalitat en el momento de la ruptura, simult¨¢neamente a la formaci¨®n de un Gobierno provisional a nivel de todo el Estado. Es p¨²blico, adem¨¢s, que Coordinaci¨®n Democr¨¢tica ha asumido plenamente, haci¨¦ndolas suyas, estas reivindicaciones.
Por otra parte, si la derecha del Consell ha bloqueado la asistencia de este organismo a la reuni¨®n del d¨ªa 4, no lo ha hecho en funci¨®n de posiciones nacionalistas, sino en funci¨®n de posiciones partidistas, es decir, de clase. De los dos grupos independentistas del Consell, uno -el Front Nacional- se ha opuesto a la asistencia a la reuni¨®n de Madrid, y otro -el PSAN- la ha propiciado en¨¦rgicamente.
En cualquier caso, para la Assemblea -que es la instancia m¨¢s representativa de la oposici¨®n en Catalu?a- est¨¢ claro que, dada la correlaci¨®n existente de fuerzas, s¨®lo una negociaci¨®n unitaria de toda la oposici¨®n democr¨¢tica a nivel del Estado, corresponsable con las reivindicaciones de las diversas nacionalidades y respaldada por amplias movilizaciones populares, puede llegar a imponer, por encima de la voluntad del actual Gobierno, la ruptura democr¨¢tica. As¨ª, pues, Catalu?a es solidaria en la lucha por la democracia. Los catalanes sabemos muy bien que, sin democracia en Espa?a, no habr¨¢ autonom¨ªa de las nacionalidades. Pero es bueno que los dem¨®cratas espa?oles -entre los que sin duda se cuenta la gente que hace EL PAIS- sepan volver la oraci¨®n por pasiva y entiendan que sin autonom¨ªa de las nacionalidades no habr¨¢ aut¨¦ntica democracia en el Estado Espa?ol.
La relaci¨®n entre Catalu?a y los dem¨¢s pueblos del Estado espa?ol puede ser estable y s¨®lida s¨®lo a partir de un compromiso libremente pactado y aceptado por el pueblo catal¨¢n. Conviene no olvidar que uno de los mayores fracasos del r¨¦gimen de Franco Iba sido, precisamente, el intento de someter a una falsa y forzada unidad a pueblos que hab¨ªan demostrado, incluso a trav¨¦s del sufragio universal, su voluntad de autogobernarse. El resultado, tras cuarenta a?os de opresi¨®n nacional, de negaci¨®n de todo derecho, es que el catalanismo pol¨ªtico ha resurgido con mayor fuerza que antes de la derrota militar de la Rep¨²blica y de la Generalitat. A pesar del da?o inmenso, y a menudo irreparable, causado por el franquismo, los catalanes tenemos el consuelo de comprobar ahora diariamente el fracaso radical, de esa pol¨ªtica de persecuci¨®n sistem¨¢tica.
El hecho nacional catal¨¢n es -qui¨¦rase o no- una realidad, y toda pol¨ªtica racional y viablea largo plazo pasa por el reconocimiento de esa realidad.
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