Ventajas e inconvenientes del sistema mayoritario
Los criterios para enjuiciar un sistema electoral son m¨²ltiples. Los que con mayor frecuencia se utilizan son, sin embargo, b¨¢sicamente dos: la igualdad o desigualdad que origina en la representaci¨®n de las diversas fuerzas pol¨ªticas que canalizan la opini¨®n p¨²blica y su capacidad para engendrar una f¨®rmula de gobierno estable con un parlamento flexible y eficaz. Ahora bien, los sistemas electorales no son productos qu¨ªmicamente puros aislables en un laboratorio. Se han de aplicar en pa¨ªses concretos con estructuras sociales determinadas. Un mismo modelo electoral puede producir, y de hecho produce, efectos inciales distintos seg¨²n las caracter¨ªsticas estructurales del pa¨ªs en que rija. As¨ª, por ejemplo, el escrutinio mayoritario en pa¨ªses con una relativa homogeneidad social, alto grado de consensus y escasa conflictividad no funciona de la misma manera que en sociedades muy diferenciadas por fuertes desigualdades sociales, religiosas, ¨¦tnicas o culturales.Teniendo en cuenta las precedentes consideraciones cabe decir en t¨¦rminos gen¨¦ricos que las principales ventajas del sistema mayoritario a una sola vuelta radican: 1?) en su simplicidad, simplicidad que en ciertos pa¨ªses conduce a una apreciable estabilidad gubernamental; 2?) en limitar la excesiva proliferaci¨®n de grupos pol¨ªticos, tendiendo a imponer a medio plazo el dualismo de partidos o bipartidismo (Duverger); 3?) en que, en los distritos uninominales y poco poblados, permite una estrecha relaci¨®n entre representante y electores y un mejor conocimiento de ¨¢quel por ¨¦stos.
Los detractores del sistema alegan en su contra que: 1?) origina una fuerte desigualdad en la represntaci¨®n de los distintos sectores de la opini¨®n p¨²blica, siendo esta cr¨ªtica v¨¢lida tanto para el m¨¦todo de una sola vuelta como para el modelo a dos vueltas. 2?) Este ¨²ltimo, adem¨¢s favorece ciertas inmoralidades y pactos o alianzas no siempre honestos de cara a la segunda vuelta. 3?) El escrutinio mayoritario uninominal, y de ello fue buen ejemplo la Espa?a de la Restauraci¨®n, vigoriza el caciquismo y convierte a los distritos en aut¨¦nticos feudos electorales en los que el cacique, de hecho, se autoelige o nombra al diputado te¨®ricamente elegido. 4?) Fomenta la votaci¨®n por razones personales en vez de fomentarla por raz¨®n de las ideas y programas de cada candidato. 5?) Impide que el elegido tenga la necesaria independencia pues, para asegurar su reelecci¨®n, queda convertido en mero agente o servidor de sus electores (Cfr. P¨¦rez-Serrano, Tratado de Derecho Pol¨ªtico, p¨¢g, 353 y Cotteret. op. cit., p¨¢gs. 55-56).
En suma, los defensores del sistema parten del siguiente presupuesto: la finalidad de las elecciones no es tanto conseguir un reflejo de la opini¨®n p¨²blica en el Parlamento, sino lograr una decisi¨®n a la hora de elegir a los gobernantes. Los detractores, por el contrario, asumen que las elecciones han de servir principalmente para que los electores tengan adecuada representaci¨®n en las instituciones del Estado.
En la pr¨¢ctica, el procedimiento mayoritario produce buenos resultados en pa¨ªses con two party System que el propio r¨¦gimen de mayor¨ªas contribuye a implantar. Tal es el caso de Gran Breta?a. Como dicen Cotteret y Emeri, las elecciones brit¨¢nicas cumplen todos los requisitos democr¨¢ticos exibibles, puesto que permiten a cada elector elegir al mismo tiempo su representante local, un programa de gobierno, una mayor¨ªa parlamentaria y un primer ministro. (Les Syst¨¨mes electoraux, p¨¢g. 199). La elecci¨®n entre el sistema a una vuelta o a dos vueltas depende del n¨²mero de partidos existentes en el momento de iniciar la aplicaci¨®n del sistema. Si no hay m¨¢s que dos partidos, el escrutinio a una sola vuelta puede resultar suficiente; si hay una pluralidad de partidos, se impone necesariamente como correctivo la segunda vuelta, ya que de lo contrario se podr¨ªa llegar a una representaci¨®n desordenada, incluso ca¨®tica. Por ellos, con respecto a Espa?a, cabe dudar de su utilidad. Este sistema y salvo que se haga una delimitaci¨®n aberrante de distritos, llevar¨ªa probablemente en las primeras elecciones a un Parlamento no s¨®lo conflictivo y desordenado, sino tambi¨¦n escasamente representativo. En efecto, la diversidad regional, las fuertes diferencias de renta, el intenso pluralismo social y pol¨ªtico, etc¨¦tera, retardar¨ªan la formaci¨®n del bipartidismo que el sistema tiende a configurar. Propiciar¨ªa a lo sumo, a corto o medio plazo y con fuertes tensiones, la bipolarizaici¨®n del pa¨ªs en dos grandes bloques de alianzas enfrentados e irreconciliables entre s¨ª e, internamente, muy heterog¨¦neos y d¨¦biles. En todo caso, y dado que habr¨¢ de coexisteir con la representaci¨®n proporcional para la elecci¨®n del Congreso de Diputados sus efectos no ser¨¢n tan dr¨¢sticos como si se previene su aplicaci¨®n en calidad de sistema electoral ¨²nico. Como contrapartida, sin embargo, puede ocurrir que Senado y Congreso de Diputados lleguen a tener una composici¨®n muy distinta.
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