La seriedad econ¨®mica, entre el santoral y las pagas extra
TRAS UN ACUERDO con la Santa Sede, el Gobierno italiano decidi¨® la pasada semana suprimir la celebraci¨®n civil de cinco fiestas cat¨®licas, convirti¨¦ndolas en d¨ªas h¨¢biles a efectos laborales. Una medida m¨¢s del programa de austeridad del equipo de Andreotti.El tema es trasladable a Espa?a y m¨¢s ahora en que nuevamente un Gobierno espa?ol se empe?a en otro plan de austeridad de dudosa eficacia. A finales de 1976 el trabajador espa?ol habr¨¢ disfrutado de trece jornadas festivas intersemanales, sin contar con las fiestas patronales de cada ciudad, pueblo o gremio. Y la inmensa mayor¨ªa de. estas festividades son de car¨¢cter religioso.
Un simple c¨¢lculo de las horas perdidas por esta proliferaci¨®n festivo- religiosa -a la que habr¨ªa que a?adir el disfrute discrecional de nuestros populares puentes- ofrece balances preocupantes. Descontando festividades extradominicales, que este a?o cayeron o, caer¨¢n en domingo por la traslaci¨®n matem¨¢tica del calendario, nuestro pa¨ªs perder¨¢ por esta raz¨®n en 1976 m¨¢s de 1.200 millones de horas de trabajo.
No entran en este c¨®mputo ni la incidencia de los puentes ni el consabido absentismo que se registra tras cada festividad laboral. Las autoridades empresariales y sindicales, tan ocupadas en contabilizar los millones de pesetas y de horas de trabajo perdidas por las huelgas, parecen no caer en la tremenda sangr¨ªa laboral y econ¨®mica que suponen estos descansos adicionales que bien podr¨ªan -cuando menos- trasladarse a los s¨¢bados.
En Espa?a -como tambi¨¦n en Italia- existe una conexi¨®n religiosa y civil de las llamadas fiestas de guardar a trav¨¦s de los Concordatos. El art¨ªculo quinto del Concordato Espa?a-Santa Sede establece que ?las autoridades civiles, tanto nacionales como locales, velar¨¢n por la debida observancia del descanso en los d¨ªas festivos?. Punto parejo a ¨¦ste ha sido resuelto por el Gobierno italiano y el Vaticano mediante una cl¨¢usula de este ¨²ltimo que modifica la obligatoriedad del descanso en el mismo d¨ªa de la festividad religiosa; el ritual se traslada al domingo siguiente.
Pero, a la postre, la forma que se adopte para recuperar horas perdidas por festividades religiosas es tema balad¨ª: no supone ning¨²n arreglo dif¨ªcil. El fondo de la cuesti¨®n radica en que los trabajadores espa?oles -acaso- se aferren a unos descansos adicionales maltra¨ªdos de la mano de un desfasado nacionalcatolicismo. Hemos vivido largos a?os en que los pactos entre el capital y el trabajo se suavizaban con el mantenimiento de situaciones tan obsoletas y alejadas de la disciplina econ¨®mica como el santoral, el absentismo o los puentes, ins¨®lito e ilustrativo ejemplo del Derecho consuetudinario.
Trabajadores y empresarios habr¨¢n de pactar jornadas laborales que permitan niveles adecuados de productividad y niveles l¨®gicos de relaci¨®n familiar y de asueto. Lo que no pueden hacer es seguir enga?¨¢ndose, con los Santos por medio, para cambalachearse jornadas agotadoras por descansos extraordinarios de car¨¢cter m¨ªstico. Eso no ser¨¢ nunca serio.
Y otros¨ª de las llamadas pagas extraordinarias. El fondo de ambos asuntos se conecta en el mismo infantilismo econ¨®mico del viejo r¨¦gimen.
Presuntamente muchos trabajadores no cat¨®licos y contrarios pol¨ªticamente al viejo r¨¦gimen, se lo pensar¨¢n dos veces antes de negociar las festividades religiosas o la paga del 18 de julio. Pero ser¨¢ un error continuar enmara?ados en tales simplezas civiles y econ¨®micas por no afrontar decididamente una moderna disciplina laboral y salarial.
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