La CIA y los comunistas espa?oles
?Rechazamos totalmente la acusaci¨®n que hicieron contra nosotros los reaccionarios de que impondremos un sistema de un solo partido. No queremos un sistema de un solo partido y no estamos trabajando con ese fin?. Eso dijo en 1945, Wladyslaw Gomulka, l¨ªder del comunismo polaco. En 1947, en Nueva York, Gomulka reiter¨® que la v¨ªa polaca hacia el socialismo ?elimina la necesidad de una dictadura del proletariado?.
Estos textos, junto con otros trece m¨¢s de distintos l¨ªderes de la Europa oriental, han sido recogidos en un minucioso informe de los servicios de documentaci¨®n de los Estado Unidos. Se acaban de editar en castellano por el ?Servicio de Informaci¨®n de los Estados Unidos?, que si no me equivoco es una de las oficinas dependientes de la embajada de dicho pa¨ªs.
La intenci¨®n del folleto no puede ser m¨¢s evidente. Pensemos sin ir m¨¢s lejos, que se abre con unas palabras de Georgi Dimitrof, ex secretario general del Comintern, quien dirigi¨¦ndose a sus compatriotas b¨²lgaros se?alaba: ?La afirmaci¨®n de que los comunistas quieren adue?arse de todo el poder o que se han adue?ado de ¨¦l, de que mandan en todas partes, es una leyenda maliciosa y una infamia. No es cierto que los comunistas deseen ver a un solo partido en el Gobierno?.
De hecho, las palabras de los dirigentes comunistas de Bulgaria, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Hungr¨ªa, Polonia y Yugoslavia, todas ellas centradas en el per¨ªodo 1944-1947 no son demasiado diferentes de las que usan en la actualidad los dirigentes eurocomunistas. La documentaci¨®n de la CIA se pone en marcha para que nos preguntemos si a palabras iguales se corresponden t¨¢cticas iguales. Todo ello, como es natural, sin un solo comentario, con una desnuda pureza cient¨ªfica, con una ?asepsia? informativa desnudada de adjetivos o declaraciones. Se quiere que el lector saque sus propias conclusiones.
Pero entre las conclusiones inmediatas, obviamente, existe una que afecta al equilibrio pol¨ªtico mundial. Pr¨¢cticamente todos los l¨ªderes citados han comenzado por afirmar la existencia de una v¨ªa nacional hacia el socialismo, no s¨®lo independiente de Mosc¨² sino muy diferente. Una v¨ªa pluralista, con pleno respeto al juego democr¨¢tico. Pero que, o bien se salda con una acusaci¨®n de cinismo e hipocres¨ªa a los l¨ªderes comunistas, o conduce a la conclusi¨®n de una imparable voluntad hegem¨®nica por parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Reval uno de los principales comunistas rusos en 1944 que la colaboraci¨®n de su partido con otras fuerzas democr¨¢ticas no ser¨ªa pasajera: ?No una jugada t¨¢ctica de ajedrez, sino una alianza duradera. Nos mantendremos firmes de acuerdo con la palabra empe?ada?. Pero en 1949, cuando ya estaba a punto de ser primer ministro adjunto de su pa¨ªs, dec¨ªa que ?De hecho es solamente nuestro partido el que dirige la m¨¢quina estatal? aunque formalmente subsistiera la alianza. ?Qu¨¦ es lo que hab¨ªa cambiado? Recientemente, con motivos de las elecciones de la RDA, el fantasma de la antigua alianza de fuerzas democr¨¢ticas ha vuelto a salir a la superficie. Y la actuaci¨®n del stalinista Cunhal est¨¢ ah¨ª, a la vuelta de la esquina.
La reflexi¨®n que la CIA nos sugiere es ¨²til. A nadie nos gustar¨ªa que el nombre de Espa?a, y sus dirigentes comunistas, fuera un cap¨ªtulo m¨¢s de otro folleto a publicar dentro de unos a?os. Pero el tema no se resuelve, sin m¨¢s, con anticomunismo elemental. Es, sobre todo, una cuesti¨®n de garant¨ªas democr¨¢ticas. Ha de ser todo el sistema institucional el que est¨¦ a cubierto del peligro de aventurismo pol¨ªtico. Y para ello se necesita una reflexi¨®n m¨¢s profunda.
No deja de ser curioso, de todos modos, el silencio que se suele haber alrededor de cuestiones como ¨¦sta: ?Por qu¨¦ se?ores?
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