El caso "Madrid"
DESPUES DE permanecer cinco a?os en la c¨¢rcel por orden gubernativa, el preso es absuelto por la Justicia. El m¨¢s alto tribunal decreta su liberaci¨®n; a la salida de la c¨¢rcel le espera una sonriente comisi¨®n gubernativa con este mensaje: le indemnizaremos por la desagradable temporada que le hemos hecho pasar.Esta escena, de indudable sabor kafkiano, es la que acaba de producirse tras la sentencia de la sala tercera del Tribunal Supremo por la que se declara nulo de pleno derecho el decreto que cancel¨®, en 1971, el permiso de publicaci¨®n del diario Madrid. No se trata aqu¨ª de una persona, sino de un peri¨®dico. No ha habido c¨¢rcel, sino su equivalente: el silencio forzoso, subrayado con la simb¨®lica voladura del edificio del diario.
La historia es harto conocida, y vuelve hoy a la actualidad en los titulares de la prensa. En medio de una complicada lucha entre las distintas familias del franquismo, en plena descomposici¨®n del R¨¦gimen, un hombre y un equipo de periodistas se hacen con el peri¨®dico, con la hostilidad de los tecn¨®cratas de Carrero, los falangistas, los autoritarios, de diverso signo. Rafael Calvo Serer, antiguo integrista y miembro activo del Opus Dei, entonces dominante en el Gobierno, emprende desde el diario conquistado por ¨¦l la primera campa?a ideol¨®gica para sustituir al franquismo, improrrogable a su entender despu¨¦s de Franco. La reacci¨®n no se hizo esperar: el almirante Carrero declar¨® la guerra total y decidi¨® la pura y simple desaparici¨®n del Madrid. El agente de la liquidaci¨®n fue el entonces ministro de Informaci¨®n, Alfredo S¨¢nchez Bella, antiguo miembro de las Brigadas Internacionales y hermano del consiliario general del Opus Dei en Espa?a. La inscripci¨®n registral fue anulada, por orden del ministro, el 25 de noviembre de 1971. Calvo Serer iniciar¨ªa entonces una campa?a de denuncia contra la arbitrariedad del sistema, que le llev¨® al procesamiento y al exilio, donde ha permanecido hasta este a?o.
?Qu¨¦ se deduce de toda esta historia? Varias cosas, pero algunas de urgente recordaci¨®n.
En primer lugar, que la ley de Prensa debe ser abolida o seriamente transformada, a fin de que las sanciones de la Administraci¨®n, m¨¢xime cuando son tan graves, no puedan ser efectivas hasta que exista una sentencia firme de los tribunales de Justicia.
En este, como en otros puntos, la ley de 1966 es rica en peligrosas lagunas, que dejan a los peri¨®dicos a merced de la incompetencia, el mal humor, el af¨¢n meritorio o la parcialidad de un ministro, circunstancias las cuatro que ven¨ªan la coincidir infelizmente en el que decret¨® la suspensi¨®n del Madrid.
Ahora una elevad¨ªsima suma en concepto de da?os y perjuicios ser¨¢ reembolsada a los titulares de las acciones del peri¨®dico dinamitado. ?Pero es reparable el da?o moral inferido a un peri¨®dico al que se fuerza a desaparecer durante un lustro? Y sobre todo, ?qui¨¦n indemnizar¨¢ a los lectores, verdaderos propietarios del derecho a la informaci¨®n, que se vieron privados de la noche a la ma?ana de su peri¨®dico? Por ¨²ltimo: ?Qui¨¦n cargar¨¢ en cualquier caso con la indemnizaci¨®n al Madrid? Los paganos del estropicio seremos los contribuyentes espa?o les. ya que de nuestros bolsillos saldr¨¢ al final una cuantiosa cifra con la que compensar, al menos en parte, la irresponsabilidad de un ministro, al que ahora no cabe pedir ninguna suerte de responsabilidades. Eso s¨ª, el ministro en cuesti¨®n y el director general de turno que llevaron a cabo tan brillante gesti¨®n, hoy ostentan: sendas presidencia de bancos del Estado. Sin ning¨²n tipo de animadversi¨®n personal, hay que decir que ya est¨¢ bien, caramba.
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