Residuos represivos en la ideolog¨ªa de las izquierdas
La autocr¨ªtica siempre contribuye a mejorar las cosas: clarifica las ideas y permite operar con mayor eficacia y con conocimiento. La autocr¨ªtica -de acuerdo con eso- es siempre progresiva, sobre todo cuando es certera-, pero incluso lo es cuando no acierta plenamente en su objetivo, pues sirve al menos, como acicate y est¨ªmulo para una posterior cr¨ªtica de la cr¨ªtica.Desde esa creencia y, a la vez, desde esa perspectiva querr¨ªa referirme yo aqu¨ª brevemente a esta cuesti¨®n de los residuos ideol¨®gicos de car¨¢cter m¨¢s bien regresivo que, creo, subsisten todav¨ªa en las actitudes mentales y en las posiciones, t¨¢cticas y estrat¨¦gicas de algunos sectores de la izquierda espa?ola actual: principalmente -y de modo parad¨®jico, ya que se trata de argumentos que se presentan como progresivos e, incluso, como revolucionarios- en los sectores m¨¢s radicales y maximalistas de ella, pero tambi¨¦n (?inexplicable ?mala conciencia??) dentro de partidos y l¨ªneas pol¨ªticas de car¨¢cter gen¨¦ricamente m¨¢s moderado.
Son residuos que, bajo esa apariencia progresiva, en realidad condicionan de modo negativo la teor¨ªa y la praxis de la oposici¨®n democr¨¢tica, creando innecesarios entorpecimientos y obst¨¢culos que s¨®lo -aunque no ¨²nicamente- con una coherente y libre autocr¨ªtica pueden ser desvelados y definitivamente superados. Voy a ludir aqu¨ª exclusivamente a dos de ellos, bastante difundidos y utilizados en las argumentaciones de nuestra izquierda en estos ¨²ltimos tiempos.:
a) El primero -?resto todav¨ªa, de la formaci¨®n metaf¨ªsica escol¨¢stica adquirida por algunos de los l¨ªderes no proletarios de esa izquierda en centros de ense?anza e instituciones eclesi¨¢sticas de los a?os cuarenta y cincuenta? podr¨ªa ser catalogado como residuo esencialista: el mundo se concibe, seg¨²n ¨¦l, no como proceso, no como dial¨¦ctica concreta de cantidad y cualidad, sino, m¨¢s bien, como entidad formada por, bloques monol¨ªticos de esencias puras y cerradas, absolutamente buenas o malas, perfecta y maniqueamente separadas entre s¨ª. Es posible que tal vez se haya llegado a esa misma idea a trav¨¦s de un reduccionismo simplista de la lucha de clases.
Se piensa en consecuencia desde, esa concepci¨®n esencialista -por lo general, subconscientemente asumida- que no cabe paso progresivo de una cualidad (esencia) a otra diferente, sino s¨®lo su sustituci¨®n radical y absoluta por la contraria. Aqu¨ª y ahora ello implica, por de pronto, que de lo malo -r¨¦gimen actual a lo bueno -democracia- no se puede pasar si no es a trav¨¦s de una verdadera ?transustancializaci¨®n de esencias? una colectiva catarsis (que nos redima hasta de las culpas y taras individuales) , un salto voluntarista que, en la pr¨¢ctica, no sabe bien c¨®mo podr¨¢ darse sin exponerse gravemente, sin exponernos todos, a los riesgos -despu¨¦s ya irremediables- del ?gran golpe?, a la reacci¨®n violenta de las ?esencias tradicionales? y a la reca¨ªda en otra larga y gloriosa era del silencio, miedo y opresi¨®n. Tal pensamiento esencialista repite con monoton¨ªa que de lo que no es (democr¨¢tico) no puede nunca salir lo que es (democr¨¢tico). Alguien me comentaba humor¨ªsticamente que con ello se olvida, por ejemplo, que es de la mujer, de donde nace el hombre (bien que con la inicial y, m¨¢s o menos, activa colaboraci¨®n de otro hombre). ?Sea de ello lo que fuere?, lo que me parece bien cierto es que de aquella filosof¨ªa esencialista deriva, con frecuencia, una praxis afectada por mil confusiones y ambig¨¹edades, una praxis que se debate insatisfactoriamente entre un radicalismo verbal maximalista y un posibilismo real escaso de iniciativa, y hasta a veces meramente oportunista.
No estoy aqu¨ª proponiendo soluciones y s¨¦ bien que no cabe mera evoluci¨®n, ?natural?, mec¨¢nica-org¨¢nica, interna, o como quiera llam¨¢rsel¨¢, del sistema. Si critico la tesis esencialista es justamente porque estoy contando con la ant¨ªtesis dinamizadora y transformadora -momento de la negatividad en dicha dial¨¦ctica- que puede aportar, y de hecho est¨¢ aportando, con sus luchas reales, la oposici¨®n democr¨¢tica.
b) El segundo de los mencionados, residuos -por lo dem¨¢s ¨ªntimamente relacionado con el primero- es, cabr¨ªa decir, de car¨¢cter determinista: sacraliza el pasado y desconfiando del poder de invenci¨®n y de innovaci¨®n que es posible hallar siempre en el hombre, cree en definitiva -y aunque hable continuamente de, ?la imaginaci¨®n al poder?- que ?lo que ha sido en el, pasado seguir¨¢ siendo inexorablemente ?. Se dir¨¢ as¨ª, consecuentemente: ?El pasado ense?a que nunca, o casi nunca, se ha salido de una dictadura a trav¨¦s de una gradual evoluci¨®n?. No se sabe bien lo que se espera, pero se insiste en que en otros pa¨ªses hizo falta una sublevaci¨®n popular, un golpe militar, una guerra mundial o al go similar, y que nosotros -precisamente nosotros- no vamos a ser la excepci¨®n, logrando pasar sin excesivo trauma de la dictadura a la democracia.
Decir que ese paso es -est¨¢ siendo- y va a ser tarea f¨¢cil, implica, desde luego total ignorancia, incre¨ªble ingenuidad o, mas a¨²n, optimismo culposo. Pero negar aprior¨ªsticamente que pueda darse (?qu¨¦ cantidad de violencia exige, por otro lado, la tesis determinista de verse realizada?), es decir, sostener que no ha sido (en el pasado), que no puede ser (en el futuro), supone, en mi opini¨®n, dos cosas bastante graves: una, desconocimiento de la irrepetibilidad estricta de las situaciones hist¨®ricas, sin que ello signifique negar l¨®gica alguna de la historia; otra, olvido de que es el hombre quien hace la historia y no al contrario, el hombre operando dial¨¦cticamente en el interior de una clase social, y, por supuesto, contando siempre con las necesarias ?condiciones objetivas?.
Alg¨²n lector dir¨¢ -si es que ha llegado leyendo hasta aqu¨ª- que todo esto es demasiado abstracto y que, hablando de pol¨ªtica, como parece que estoy haciendo, lo que interesa es saber, en concreto, con qu¨¦ fuerzas reales se cuenta, para lograr o, en su caso, para acelerar el apetecido cambio.
Yo estar¨ªa absolutamente de acuerdo con tal observaci¨®n cr¨ªtica y, por mi parte, s¨®lo me permitir¨ªa advertir que en mi ?ntenci¨®n todas las anteriores disquisiciones, mas o menos abstractas, no ten¨ªan realmente otro objetivo -con perd¨®n de Wittgenstein- que ?el de tirar la escalera, despu¨¦s de haber subido?. Es decir, no ten¨ªan otro objetivo, como pide el hipot¨¦tico objetante, que el de propugnar, que cada vez m¨¢s se hable de estos temas, desde la izquierda, con realismo y en t¨¦rminos concretos de c¨¢lculo y cantidad- de la cantidad, por ejemplo (aunque no s¨®lo), de votos que podr¨¢n apoyar una u otra l¨ªnea pol¨ªtica y, sobre todo, la orientada a un cambio. cualitativo de esa realidad.
En mi opini¨®n, ese planteamiento implica, entre otras cosas, la apertura de un proceso de negociaci¨®n en profundidad para la implantaci¨®n de la democracia, la construcci¨®n de una teor¨ªca pol¨ªtca democr¨¢tica coherente con dicha praxis y el consecuente abandono y definitiva superaci¨®n de esos 'residuos' metaf¨ªsicos (esencialistas y deterministas) latentes todav¨ªa en algunos de esos m¨¢s radicalizados sectores de la izquierda espa?ola actual.
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