Surge el embri¨®n de un "portobello" madrile?o
La creaci¨®n de unos grandes supercentros comerciales dentro del n¨²cleo urbano de cualquier gran ciudad, intentado polarizar hacia ellos a un mayor n¨²mero de clientes de los que, en potencia, pudiera tener la zona en la que se ubican, puede ser algo corriente. Lo que ya no es tan corriente es que en una ciudad -como cualquier mostruo urbano de la actualidad-, en donde parecen haberse perdido los sentimientos rom¨¢nticos que se configuran en torno a un mercado al aire libre, comience a surgir, sin que apenas nadie se d¨¦ cuenta, un nuevo Rastro, aunque adaptando sus caracter¨ªsticas -rom¨¢nticas, de barullo, disparatadas, a veces- a los mecanismos comerciales y publicitarios modernos.Esto es lo que est¨¢ ocurriendo, desde hace ya alg¨²n tiempo, en una zona, no demasiado extensa, de Madrid: la formada en torno al cruce de las calles Benito Guti¨¦rrez y Tutor, en los aleda?os de Princesa, en pleno barrio de Arg¨¹elles.
La proximidad de la Universidad Complutense pudo ser, en tiempos, la primera chispa que form¨® un n¨²cleo plagado de bares, tales como Pe?avel, Manolo o el Mes¨®n del Marisco, donde se daban cita los ni?os bien de la universidad, o los que, sin pertenecer a ella, los m¨¢s, se sent¨ªan compenetrados con el ambiente juvenil y refinado, con potente moto y mini incluido, que se respiraba en el ¨²ltimo tramo de la calle Princesa.
Pero de aquel ambiente de los a?os sesenta queda poco, aunque, por supuesto, algo permanece. Ahora los que mandan en la zona son los herederos de Los Porrones, un bar tirando a tasca, donde lo mandado era beber cerveza o vino -en porr¨®n, por supuesto- y comer tortilla de patata para amenizar una tarde, que se promet¨ªa larga, entre chistes y canciones, alguna cogorza y, por qu¨¦ no, hasta un posible ligue.
Por ello, en la corta extensi¨®n de terreno que pueden suponer dos manzanas de casas, han nacido y se desarrollan dos ambientes concurridos por gente variadas y hasta opuestas: un primero, aglutinado en torno a los bares de Princesa, con g¨¹isqui, vermouth y canap¨¦, animado por el ruido ensordecedor de una Laverda o de una Harley-Davison; el otro, un poco hacia abajo, por la calle Benito Guti¨¦rrez, camino de Rosales, con olor a fritanga y a vino de bota, en donde parece necesario que el sistema de transporte sea el metro o, a lo m¨¢s, una Vespino.
El Perolo
De esta forma, subiendo por la calle de Benito Guti¨¦rrez, nos podemos encontrar, a mano izquierda, con bares y restaurantes con nombres tales como El Perolo, Tera, Los Faroles, -1 y 2-, El Quinto Toro...Y, a mano derecha, con Las Tres Carabelas, Los Gerines o Finisterre. En todos ellos, con su clientela m¨¢s o menos fija, m¨¢s o menos de un estilo u otro, podemos tomar un vino o una cerveza y comer unas alb¨®ndigas con tomate, unos boquerones o un pincho moruno -como aperitivo- o un buen potage o guisos variados, como comida principal del d¨ªa.Muchos de estos establecimientos ofrecen a sus clientes, en contraposici¨®n clara con los m¨¢s serios, m¨²sica de todo tipo, pero predominando sobre todo la rock-folk o progresiva, a un volumen que muchos de los vecinos de la zona consideran, no sin raz¨®n, excesivo.
Uno y otro de estos ambientes se confunden entre s¨ª, no permanecen aislados en sus feudos de Princesa o Benito Guti¨¦rrez, sino que sus invisibles tent¨¢culos se adentran en el mundo del otro. Asi, junto a la zona de las tabernas y los bares con vino y pinchitos, surge de pronto, en la calle Tutor, un pub elegante y refinado. En Uni¨®n Pacific se da cita, por lo general, el pseudoejecutivo, con una corbata o sin ella, o el progre de m¨¢s o menos enraizada convicci¨®n.
Y, al otro lado de la calle Princesa, viv¨ªa hasta hace poco un bar, de los muchos que hay en Madrid, Zul¨ªa, pero que gozaba de una fama bien ganada sobre la asistencia a ¨¦l de los m¨¢s avanzados universitarios que en la ciudad se pueden dar. Hoy, Zul¨ªa, como queriendo acercarse m¨¢s al bullicio de las tabernas sin excesivas pretensiones, ha cambiado de acera y se ha venido hasta la esquina con Altamirano.
De compras
Pero a Princesa ya no va la gente s¨®lo a tomar una copa o a citarse con un amigo. Ahora tambi¨¦n se va a esa zona a mirar o a comprar toda clase de cosas, para lo que se tiene para escoger un amplio muestrario, muchas veces, incluso, de cosas impensadas y que a uno no se puede hacer idea, a priori, ni tan siquiera de que existan.El centro comercial por excelencia es ya, a pesar de su corta vida, de tan solo unos meses, el Dinosaurio un lugar que se autodenomina como mercadillo y en el que su principal caracter¨ªstica es el abigarramiento de cosas expuestas al p¨²blico.
El Dinosaurio es un local comercial de dos plantas, con una extensi¨®n aproximada a los trescientos o cuatrocientos metros cuadrados, que pertenece a un se?or que ha tenido la brillante idea de alquilarlo por metros a varias personas, en raz¨®n de unos m¨®dulos. De esta forma, surgen, bajo techada, puestos similares a los existentes en el Rastro madrile?o, entre los cinco y los siete metros cuadrados, en los que se expone la m¨¢s variada mercanc¨ªa. El precio del alquiler es de unas 8.000 pesetas por metro cuadrado. Esto hace que los precios de venta al p¨²blico a los que se ofrecen los art¨ªculos sean, en la mayor¨ªa de los casos, excesivos. Por ello, mucha gente, sobre todo joven, pasa por delante de los puestos, alineados sin ninguna clasificaci¨®n previa, mire mucho, pero muy de tarde en tarde se decida a comprar.
En este mercadillo se puede encontrar pr¨¢cticamente de todo. Abunda principalmente la ropa de todo estilo y calidad, pero no es desechable la gran cantidad de libros que se pueden comprar, o discos, o art¨ªculos de cuero para todos los gustos y necesidades. La cer¨¢mica m¨¢s o menos moderna -o antigua, que de todo hay- o la bisuter¨ªa juvenil, ocupan tambi¨¦n un puesto importante en el muestrario ofrecido.
Una tienda destaca, por el car¨¢cter que le ha dado su mercanc¨ªa. Se dedica exclusivamente a ropa para ni?os de seis meses en adelante. Como ella puede haber muchas en Madrid. Pero en ocasiones no falta el padre, la madre o la t¨ªa que, por car¨¢cter jovial o juvenil, anda buscando para su hijo o su sobrino una ropa cachonda, con la que el ni?o en cuesti¨®n no vaya vestido con los cl¨¢sicos lacitos y puntillas, sino, a sus ocho o nueve meses, con vaqueros o un canguro.
Y, saliendo ya del Dinosaurio, en el centro mismo de este extra?o n¨²cleo urbano formado en Arg¨¹elles, en la misma esquina de las calles Benito Guti¨¦rrez y Tutor, una librer¨ªa que se ha hecho famosa, aunque s¨®lo sea por los innumerables ataques que ha recibido a lo largo de su historia. En Rafael Alberti, con su fachada decorada por pintadas, se puede encontrar el libro que a veces resulta dif¨ªcil de localizar, por mucho, incluso, que est¨¦ perfectamente permitido.
La competencia
M¨¢s que competencia, lo que puede ser el centro Filasa es un complemento de la zona de Princesa, a donde se acude a seguir con el tapeo a ver si se encuentra el art¨ªculo que en el otro lado no ha sido posible dar con ¨¦l.Lo m¨¢s abundante en este centro son los bares, que, en sus variadas formas, aunque mucho m¨¢s sofisticados que sus cong¨¦neres de Benito Guti¨¦rrez. El C¨®ndor, la Calandria, Pan, Vino y Queso, la Mandr¨¢gora, el Gatuperio o el Aquelarre, con la misma intenci¨®n de dar de beber al sediento de vino o de comer al hambriento de tortilla, conviven con g¨¹isquer¨ªas -Saxo- o con lujosos bares -Athos-, en los que llega a estar reservado el derecho de admisi¨®n y se entra casi con invitaci¨®n expresa de alg¨²n socio, al estilo de los viejos clubs ingleses.
En derredor de los bares m¨¢s o men os populares de Filasa podemos encontrar con gran facilidad al grupo que se api?a en torno a un .guitarrista espont¨¢neo o al solitario que descansa su mo?a, sin preocuparse para nada de todo cuanto acontece a su alrededor.
Y, adem¨¢s, para el comedor de gustos refinados e internacionales, hay restaurantes franceses -G'Erara-, italianos -Drop-, suizos -Badensee-, o creperies para paladares dulces o salados -La Brela?a-.
Y por supuesto al lado de la parroquia de San Ricardo, florecen las m¨¢s variadas boutiques o las tiendas especializadas en artesan¨ªa sudamericana u oriental -Iznajar, Huasipungo, El P¨ªfano- o en juguetes de trapo o recortables -La Carraca, El Zoquillo-.
Y asi, sin ninguna planificaci¨®n especialmente dirigida a crear un gran centro comercial, puede surgir, en medio de uno de los m¨¢s populosos barrios de Madrid, un n¨²cleo en el que, entre copa y copa, pincho de tortilla y raci¨®n de calamares, puede uno encontrar el art¨ªculo, la revista, el pantal¨®n, que dificilmente hallar¨ªa en otro lugar de la ciudad.
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