Con "Nacha de noche" ha llegado el cabaret
Nacha Guevara: una poliarmon¨ªa de las cualidades b¨¢sicas del arte teatral, integradas en un severo proceso de identificaci¨®n personal y en una capacidad de proyecci¨®n casi hipn¨®tica. Nada menos. Esta mujer sabe muy bien lo que quiere, sabe divinamente lo que puede y tras el refinado acomodo de ambos estamentos propone una diana, dispara y acierta.En esas condiciones, un fraseo, un movimiento, casi una mirada de Nacha Guevara bastan para caracterizar un personaje, un pensamiento o un estado de ¨¢nimo. Es decir: Nacha Guevara realiza una incursi¨®n por entre los materiales que le apetecen, materiales de cierta consistencia intelectual y de evidente inter¨¦s sociol¨®gico, los elabora y reclama est¨¦ticamente y ordena una propuesta general que arranca buscando la sonrisa para internarse, despu¨¦s, en zonas rigurosamente dram¨¢ticas. Esta globalizaci¨®n del material es la que confiere su alt¨ªsima calidad a Nacha de noche, t¨ªtulo bajo el cual se insin¨²a ya la personalizaci¨®n de todos los materiales acarreados. EI g¨¦nero se caracteriza, as¨ª, por el color que le confiere la personalidad de su int¨¦rprete. En este caso, una int¨¦rprete de primer rango.
El g¨¦nero... En su presentaci¨®n -escenario casi desnudo, con un piano y un perchero; luces meticulosas, casi siempre cenitales-; en su atuendo -un varonil y marleniano traje de etiqueta, modificado por leves acentos y un maquillaje de lentejuela, rimmel, gomina y color-, en el acompa?amiento musical -un admirable pianista que acompa?a, insin¨²a, subraya y sit¨²a- y en la frontalidad y permanente b¨²squeda del directo contacto con el p¨²blico ya est¨¢ situado el g¨¦nero: el cabaret. Digo el cabaret para englobar todo el vasto y riqu¨ªsimo mundo que arrancando, probablemente, de los baladistas que nacieron tras el romanticismo se desarroll¨®, en los Estados Unidos, en la d¨¦cada de los a?os ?diez? -los a?os de Irving Berlin y Sophie Tucker-, se culturiz¨® en la Europa Central en los a?os ?veinte? -cuando recogi¨® el esp¨ªritu de cr¨ªtica social y pol¨ªtica- y resurgi¨® con fuerza, despu¨¦s de la segunda guerra mundial, en Berl¨ªn, Par¨ªs, Londres y Nueva York, provocando el movimiento de los caf¨¦s-teatros. (La ?neutralidad? espa?ola nos hizo aut¨¢rquicos: R¨¢mper o Luis Esteso, Raquel Meller o la Argentinita, Nati Mistral y las ?atracciones? de hoy fueron nuestra respuesta.) De todo ese mundo en ebullici¨®n, yo pienso que la aportaci¨®n m¨¢s brillante fue la berlinesa. El Cabaret de los comediantes, El ¨¢ngel azul, Sonido y humo, Catacumba y Megalomania -es decir, Friedrich Hollander, Rudolf Nelson, Mischa Spoljansky, Bertolt Brecht, Lotte Lenya y los famos¨ªsimos ?conferenciantes? combinaron el circo, el drama, la canci¨®n, el baile y las artes pl¨¢sticas en uno de los m¨¢s f¨¦rtiles momentos de la vida del espect¨¢culo. Es liegt in der Luft, -Est¨¢ en el aire- se titul¨® uno de los m¨¢s bellos espect¨¢culos de la ¨¦poca. Y ese es el ingenio, la s¨¢tira amarga, la m¨²sica espl¨¦ndida y el alarde interpretativo que ahora re¨²ne esta Nacha de noche. Se explica el estupor. Porque no es que nuestro p¨²blico no conociera a la actriz -que ya es grave, habiendo nacido en Argentina, aunque esa sea harina de otro costal-; es que no conoc¨ªa el g¨¦nero.
Yo lamento -es lo ¨²nico- que este espect¨¢culo se d¨¦ fuera de un marco de ?cabaret?. Se pierden cosas en el escenario. Una sombra de voluntarismo y frialdad, vinculada al rigor de los ajustes sobre el escenario, quiebra muchas veces la insoslayable petici¨®n de c¨¢lido contacto con el p¨²blico que el g¨¦nero necesita. S¨®lo la enorme personalidad de Nacha Guevara trata de salvar -y generalmente lo consigue- esa distancia f¨ªsica. Es su gloria y su talento. Y el trabajo, claro. No se canta, se baila o se habla as¨ª, con solamente la voluntad o la pasi¨®n. Esta mujer es, en primer t¨¦rmino, una intelectual. Gracias le sean dadas. Y enhorabuena a todos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.