Juan Rodr¨ªguez Ruiz,
vecino de Aravaca, en carta dirigida a Pueblo: ?Los cl¨¦rigos de Aravaca siguen dando muestras de un inusitado amor a la tradici¨®n, y con is¨®crona regularidad ordenan al sacrist¨¢n que, emulando al muec¨ªn ¨¢rabe, convoque al pueblo de Dios bajo la dictadura sonora de las campanas.? El se?or Rodr¨ªguez se queja de que, precisamente en los d¨ªas festivos, cuando pueden dormirse algunas horas m¨¢s, ?los badajos martillean con m¨¢s fuerza el sue?o hereje de los fieles?. Y termina diciendo que, puesto que todo el mundo tiene un reloj para saber la hora en que comienza la misa, no ve ?la raz¨®n de hacer tanto ruido?.
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