Los ex campeones, una prueba en contra del boxeo profesional
Recientemente, un periodista trataba de localizar a Jos¨¦ Legr¨¢. Marc¨® varias veces su n¨²mero de tel¨¦fono y, al parecer, el ex campe¨®n mundial de los plumas nunca estaba en casa. ?Habr¨¢ salido de viaje?, pens¨®.A pesar de todo hizo nuevos intentos; todos resultaron igualmente in¨²tiles, aunque Legr¨¢ hac¨ªa frecuentes apariciones p¨²blicas en Madrid. Entonces comenzaron a circular dos rumores consecutivos: aquel tel¨¦fono hab¨ªa sido cortado por falta de pago, y el ex campe¨®n estaba en la miseria.
?Legr¨¢ en la miseria? Imposible. ?C¨®mo pod¨ªa estar en la ruina un hombre al que hubiera bastado guardar la bolsa de uno solo de sus cien combates para ser millonario? Y comenz¨® a hacer un repaso informal de la vida del ex campe¨®n.Record¨® su coche americano con secretario dentro, blancos los dos, hombre y coche, y tan inseparables como si formaran un lote y el primero hubiera entrado en el precio del segundo. Record¨® tambi¨¦n aquella especie de f¨¢bula que hab¨ªa corrido entre los boxeadores amateurs, seg¨²n la cual Legr¨¢ guardaba cerca de quinientos pares de zapatos en un armario.
-?C¨®mo puede alguien comprarse una zapater¨ªa de una vez?
-?Y qu¨¦ otra cosa puede hacer para desquitarse un ex limpiabotas que ten¨ªa que trabajar descalzo?
Los zapatos pod¨ªan ser un desquite de la pobreza, y el secretario y el coche, una vieja cuenta con el color blanco.
Era cierto que Legr¨¢ hab¨ªa ayudado econ¨®micamente a varios exiliados cubanos; que socorri¨® indistintamente a pobres falsos y aut¨¦nticos, y que su dinero estuvo siempre amenazado. Pero Legr¨¢ no pod¨ªa haber vuelto a la miseria, entre otras razones porque no hab¨ªa tenido tiempo. ?Le bastar¨ªa vender su piso de lujo en la calle N¨²?ez de Balboa para embolsarse seis millones de pesetas o m¨¢s. Por si no fuera suficiente participa en un negocio de vinos, as¨ª que ... ?
Es muy frecuente que los boxeadores vuelvan a la miseria poco despu¨¦s de haber salido de ella. La noticia de que un ex campe¨®n mundial ha reaparecido como buscavidas se acepta ya como una fatalidad, como un destino inevitable. Detr¨¢s de cada campe¨®n suele haber un ex limpiabotas o, simplemente, un ex pobre, y tenemos muchos datos de que casi todos se quitan el ex s¨®lo temporalmente.
Un caso, cien casos
El boxeador espa?ol que m¨¢s dinero gan¨® en su ¨¦poca fue Luis Folledo. Hace dos a?os, su econom¨ªa estaba a expensas de una velada-homenaje que nunca se celebr¨®. En cierta ocasi¨®n se le pregunt¨® de qu¨¦ viv¨ªa.-Esta es mi respuesta: tres con las que saques.
-?C¨®mo?
-Vivo de lo que gano jugando a los chinos. A esto tambi¨¦n soy el m¨¢s grande.
Folledo hizo veinte combates hist¨®ricos. Pero adem¨¢s de enfrentarse a Fred Galiana, BosweIl St. Louis, Laszlo Papp y Nino Benvenuti, tuvo que ganar a otros ochenta hombres para ser el famoso Luis Folledo. Y gan¨® tambi¨¦n otras tantas bolsas.
A ¨¦l no se le conoci¨® secretario, pero se supo que fue conduciendo sucesivamente coche espa?ol, franc¨¦s, ingl¨¦s y americano. En sus mejores tiempos sal¨ªa del Palacio de Deportes para entrar en una enorme berlina color azul el¨¦ctrico.
-?A d¨®nde va?
-A aItemar con sus nuevos amigos, que son todos ricos.
Los grandes p¨²giles, casi todos, han de superar un trance demasiado dif¨ªcil. Nadie asimila en pocos meses el paso de vivir de propinas a tener en el bolsillo 200.000 pesetas, que pueden reponerse con s¨®lo pelear.
Los boxeadores no suelen aprender en el momento preciso que, en el mejor de los casos, tienen que solucionar su vida en diez a?os y cien combates. No se encarga nadie de advertirles que lo que invierten hoy en champ¨¢n para cumplir con sus nuevos amigos estaba destinado a pagar la segunda o la tercera letra en la compra de una nevera. Todos los que no se dan cuenta de que su ¨²nico buen amigo posible es una hucha, despiertan a los treinta y tantos a?os sin un duro y con cicatrices encima de las cicatrices.
Folledo. Manolo Garc¨ªa, Rafael Gayo, Antonio Ruiz y doscientos m¨¢s que prefieren pasar inadvertidos, son una prueba terrible en contra del boxeo profesional.
El caso Legr¨¢ a¨²n no pasa de ser un rumor. Sin embarg¨®, est¨¢ claro que entre un rey Baltasar y un limpiabotas que reaparece s¨®lo hay un buen coraz¨®n.
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