Wifredo Lam, por primera vez en Espa?a
?T¨² y yo tenemos una sangre com¨²n?, cuentan que Picasso coment¨® a Wifredo Lam cuando se conocieron o trataron personalmente por vez primera. ?A qu¨¦ sangre o parentesco invocaba Picasso? ?A la que, en la l¨ªnea de los influjos y las precedencias, viene a determinar un v¨ªnculo paterno-filial? ?A un origen de inspiraci¨®n, nacido de una misma fuente y traducido en formas comunes de expresi¨®n y figuraci¨®n? ?A ese punto de entronque o sola coincidencia tan socorrido y grato a los amigos de las clasificaciones y nomenclaturas?Quien contemple con alguna atenci¨®n (es algo muy a la vista) la reci¨¦n inaugurada exposici¨®n de Wifredo Lam en Barcelona, dar¨¢ f¨¢cilmente con la clave de la genealog¨ªa insinuada por Picasso, dentro del complejo ¨¢rbol geneal¨®gico que entrelaza, m¨¢s que el quehacer art¨ªstico o el curso biogr¨¢fico, la constituci¨®n, dir¨ªamos, biol¨®gica de Wifredo Lam. Y tanto m¨¢s cuanto que lo que aqu¨ª se expone es su obra de madurez o de actualidad muy al d¨ªa.
Wifredo Lam
Galer¨ªa Joan Prats. Rambla de Catalu?a, 54. Barcelona.
Se trata, en efecto, de una exposici¨®n tan actual como cualitativamente extensa y diversa, integrada, en lo tocante a la pintura, por un ¨®leo (Madre e hijo) de 1965, otros dos (La entrada y P¨¢jaros en blanco y negro) de 1969 y cuatro m¨¢s datados entre 1973 y 1975. Consta tambi¨¦n de seis aguafuertes de 1972 y nueve de 1975, seis litograf¨ªas de 1973 y ocho del a?o en curso, pertenecientes al volumen que acaba de editar La Po¨ªgrafa barcelonesa. Hay, por ¨²ltimo, dos guaches acrom¨¢ticos, diez en color, un pastel y un dibujo.
El repertorio es amplio (verdadero florilegio, mejor que resumen, de las artes del pintor) y sumamente propicio para descubrir, junto a la variedad de t¨¦cnicas, oficios y procesos, los tres distintos planos conceptuales, vitales y human¨ªsticos por los que discurre el hacer habitual de este tan singular artista cubano: superficies amplias, n¨ªtidas, vagamente coloreadas, de inmediato recuerdo oriental; rostros, m¨¢scaras (?exvotos?) de acusada ascendencia africana; trazos negros, te?idos a veces de rojo, nada ajenos a una cierta tradici¨®n espa?ola.
Y si en estos tres planos puede fijarse la trama manifestativa de la exposici¨®n que comentamos (s¨ªntesis, nada desde?able, de toda su actividad creadora), tambi¨¦n nos es dado colegir los or¨ªgenes mismos del creador. Hijo de padre chino (un chino robusto que excedi¨® con creces los cien a?os) y madre africana (descendiente pr¨®xima de una familia de esclavos), Wifredo Lam se contagi¨®, en fin, de la herencia (herencia o ra¨ªz mult¨ªpara de un mestizaje esp¨ªritual) que Espa?a dej¨® en la Cuba de su nacimiento, crecimiento y perpetuo retorno.
Hablar, pues, de los or¨ªgenes de Lam, o traer a cuento espec¨ªficas consanguineidades, es asunto, si no espinoso, s¨ª decididamente complicado, no menos que buscarle acomodo en una casilla particular dentro del censo general del surrealismo. ?En qu¨¦ pensaba Picasso al reconocer una sangre com¨²n? La clave del enigma ha de indagarse (aun sabido el influjo del pensamiento oriental en toda la est¨¦tica de nuestro tiempo) en los otros dos extremos de la tripartici¨®n antes apuntada: la ra¨ªz africana y la incidencia de lo espa?ol.
No son pocos los autores que relacionan a Wifredo con Pablo Picasso o lo incluyen en aquella segunda ola del surrealismo que supo conjugar las premisas de la escuela con ciertas formalizaciones picassianas. ?Wifredo Lam -escribe, por ejemplo, Ren¨¦ Passeron- es tambi¨¦n disc¨ªpulo, de Picasso; pero la regularidad austera de su estilo hace que ocupe un lugar bien concreto en la pintura expresionista. Al venir de Cuba a Par¨ªs, despu¨¦s de la guerra, simplifica el mundo vegetal y hace que sus figuras destaquen sobre un fondo ¨²nico.?
Del texto de Passeron viene a desprenderse algo as¨ª como que Lam es picassiano y no picassiano, al tiempo que nos regala una clara sugerencia en cuanto a su entronque con el mundo oriental (la acusada simplificaci¨®n y el fondo ¨²nico en que reposan sus figuras de plenitud). En Wifredo Lam concurren, para acentuar el parentesco, su propia genealog¨ªa, inspiradora de una investigaci¨®n en torno al arte africano (harto an¨¢loga, aunque por otras razones, a la efectuada por Picasso) y su proclividad al trazo en¨¦rgico, exasperado, tan del pintor malague?o y de todo el informalismo a la espa?ola.
Picasso, pues, por devoci¨®n y por coincidencia de ejercicio, chino y africano de origen y cubano de nacimiento, es lo cierto que el enigm¨¢tico y complejo Wifredo Lam hace sobresalir su estatura y deja muy en claro, seg¨²n afirma el escritor franc¨¦s, su personalidad, dificultando en extremo su clasificaci¨®n en la n¨®mina, orden y concierto del surrealismo. ?Cu¨¢l es su mundo y cu¨¢les sus intenciones? ?Para una cabellera de aguamarina -dej¨® escrito en 1960-, pararrayos de luna, el sexo de la noche, las sirenas de Zambezie ( ... ). Para hacer que su espalda florezca de arco iris-aurora, cabeza de ni?os, hurac¨¢n tropical, la herida azul del amor ... ?
Dif¨ªcil resulta, con tales indicaciones, reducir su figura al juego de las nomenclaturas y las llaves. Otro es el juego y otra la danza de sus cuadros: cabelleras delirantes, electrizadas y cristalizadas como aguamarinas, pararrayos o v¨¦rtigos, capaces de alterar el plenilunio, el sexo nocturno y la herida abierta, de puro azul, a las demandas del amor, violentos huracanes tropicales, sirenas como r¨¢fagas... y, el sue?o de ese arco-iris-aurora, perpetuamente florido en el gozo y alborozo de cientos y cientos de cabezas infantiles...
Si el surrealismo es susceptible de verse fragmentado en tres frentes, cuales los que propone Wieland Shmied, corresponde a Lam su inscripci¨®n en el primero de ellos: aquella tendencia que, a trav¨¦s de la invenci¨®n formal y por pura asociaci¨®n, crea m¨²ltiples figuras, partiendo de lo abstracto y de lo indefinido. Aquella tendencia, exactamente, que hicieron magistral Andr¨¦ Masson, Max Ernst, Joan Mir¨®, Matta, Gorky ... ; no la que, a ejemplo de Tanguy, dio en plasmar fantas¨ªas, ni la que, al modo de Magritte, y Dal¨ª, se limit¨® a desituar de su contexto o en torno habitual las cosas de la costumbre, por v¨ªa de estricto academicismo.
Me ha faltado tiempo para contemplar y comentar esta admirable exposici¨®n de Wifredo Lam, por ser la primera vez que expone en Espa?a (a contar, al menos, del a?o 39), reanudando con ello la lista de las recuperaciones de amigos de Espa?a, ausentes (?tanto tiempo!) de ella por tristes y sabidas razones. Personal hasta la identidad consigo mismo, inconfundible, encarna Lam la figura del creador. ?Por qu¨¦ no entender la frase de Picasso como reconocimiento, sin m¨¢s, del pintor cubano en la n¨®mina o en la estirpe de los genuinos creadores?
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