El Trono, en la "operaci¨®n democr¨¢tica"
Antes de que muriese f¨ªsicamente el general Franco, en la conciencia de la mayor¨ªa de los espa?oles se admit¨ªa que estaba pol¨ªticamente muerto, de tal modo, que sus instituciones eran las que sosten¨ªan un r¨¦gimen que por principio se apoyaba en la propia personalidad del dictador. Quiero decir que para un ampl¨ªsimo sector de las derechas, y desde luego para la oposici¨®n democr¨¢tica, se preve¨ªa un cambio inexcusable y para tal cambio se estaban preparando mental y vitalmente los miembros de la clase dominante, y en t¨¦rminos m¨¢s amplios los de la clase dirigente. Nadie hab¨ªa que diera por bueno que el franquismo iba a continuar. De aqu¨ª que el per¨ªodo del Gobierno Arias resultase en extremo contradictorio, pues estaba haciendo concesiones a una oposici¨®n franquista cada vez m¨¢s limitada, respaldada desde unas instituciones cuya desaparici¨®n se preve¨ªa como inexorable. La continuidad del Gobierno Arias en la cresta de la contradicci¨®n hubiera sido tanto como marginar por completo al Gobierno, y con el Gobierno al Trono, del convencimiento casi total de que el franquismo estaba condenado a desaparecer.Casi la cuesti¨®n se resume en la pregunta de ?por qu¨¦ este convenio hab¨ªa alcanzado a los centros m¨¢s altos de la decisi¨®n? La respuesta aparece que es clara: elTrono reci¨¦n establecido hab¨ªa, por necesidad, de apoyarse en la opini¨®n p¨²blica como por el convencimiento de que las dictaduras no sostienen hoy a los tronos. As¨ª, la contradicci¨®n que expresaba el Gobierno Arias ten¨ªa que resolverse en el sentido de un proceso abierto hacia la democratizaci¨®n que contribuyera a sostener el Trono. Por su parte, la clase dominante ten¨ªa ahora como centro de imputaci¨®n de sus intereses la Corona, que hab¨ªa sido establecida por el general Franco y que contribu¨ªa a dar cierta justificaci¨®n a su conducta. Adem¨¢s la aceptaci¨®n de la v¨ªa democr¨¢tica aseguraba sus intereses, ya que parec¨ªa el mejor procedimiento para dar equilibrio y tranquilidad al pueblo. Por razones que no ata?en a los principios, sino tambi¨¦n a las conveniencias, la alta clase dirigente, estaba dispuesta a jugar a la democracia. El convenio se hizo tan hondo que la ruptura, preconizada por la oposici¨®n, se acept¨® de hecho por el Gobierno arrop¨¢ndola bajo el nombre de reforma. La burgues¨ªa salvaba sus intereses trayendo la democracia. Ocurr¨ªa con esto algo notable, que la oposici¨®n quedaba hasta cierto punto marginada, ya que su papel ven¨ªa a reducirse al de la protesta y el radicalismo. De este modo la burgues¨ªa ganaba por ambos lados: por un lado, era dem¨®crata y por otro empujaba a la oposici¨®n hasta un maximalismo ingenuo no respaldado por la opini¨®n p¨²blica. En el transcurso de este proceso la clase dominante consigui¨® eliminar las dos fronteras que pudieran haber hecho fracasar el proceso democratizador, a saber: el tan tra¨ªdo y llevado tema de un desacuerdo del ej¨¦rcito con la operaci¨®n, y que el maximalismo de la oposici¨®n pudiera rebasar la, prop¨ªa capacidad de absorci¨®n por parte del Gobierno. Con indiscutible habilidad y con la cooperaci¨®n sin duda de las potencias atl¨¢nticas se consigui¨® eliminar el primer temor y por otra parte se ha logrado que las huelgas y otros reducidos movimientos de masas, no provocasen reacciones por parte de la fuerza p¨²blica y llevasen a la inquietud o alarma permanente. Hemos de reconocer que la t¨¢ctica del Gobierno Su¨¢rez, sobre el que cay¨® el peso de defender y aplicar la. operaci¨®n ?democracia? ha sido buena hasta ahora.
Sin embargo queda un punto d¨¦bil si atendemos a lo que sugiere esta reflexi¨®n sobre el a?o transcurrido; si bien se ha sabido mantener a la oposici¨®n al borde del maximalismo, ¨¦sta, por su parte no ha ca¨ªdo en la trampa y ha dado testimonio de una gran serenidad. Me refiero sobre todo a la izquierda. Ahora bien, en esto est¨¢, a mi juicio el punto d¨¦bil de la maniobra, que ha limitado tanto a la oposici¨®n que hasta puede convertirla, por la propia mec¨¢nica de los hechos, en un sector marginado, en cuyo caso, la pretendida soluci¨®n democr¨¢tica quedar¨ªa vac¨ªa de sentido.
Al finalizar el a?o, la oposici¨®n, que conserva en gran parte intactas sus posibilidades, puede encontrarse en situaci¨®n de desacuerdo con el Gobierno. En este supuesto, la maniobra quedar¨ªa incompleta y de aqu¨ª la nueva, ¨²ltima y capital pregunta: ?ser¨¢ capaz el Gobierno Su¨¢rez de perfeccionar su t¨¢ctica integrando a la izquierda en el juego democr¨¢tico, o continuar¨¢ margin¨¢ndola sin que participe de ning¨²n modo en el proceso? Hasta ahora la oposici¨®n poco que hacer tuvo, pero en el futuro le va a corresponder una acci¨®n decisoria, porque la derecha m¨¢s conservadora intentar¨¢, arrastrada por sus intereses, retrasar la instauraci¨®n de una aut¨¦ntica democracia. ?Podr¨¢ el Trono y el Gobierno al iniciarse el a?o siguiente de la muerte del general Franco completar la operaci¨®n a que nos hemos referido? Este es el gran tema. Advirtamos que la oposici¨®n, conociendo sus propias posibilidades, no busca antagonismos irreconciliables, sabe bien cu¨¢ndo puede y cu¨¢ndo no puede asumir el papel de protagonista. La soluci¨®n a este ensayo por parte de la burgues¨ªa, no corresponde a la oposici¨®n, corresponde al Gobierno. Digamos que el a?o del postfranquismo acaba con un interrogante del cual depende el futuro nacional.
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